The Idolatry of “Blessed” Power — Idolatría del poder «bendecido»

Dec 29, 2025

It is a grave danger to allow biblical interpretation to be used as a bargaining chip with authoritarians. When certain verses are wrenched from their context to justify cruelty, complicit silences, or assaults on human dignity, Scripture ceases to be good news for the weak and becomes a weapon in the hands of the strong. — Es un gran peligro permitir que la interpretación de la Biblia se use como moneda de intercambio con los autoritarios. Cuando ciertos versículos se sacan de contexto para justificar la crueldad, los silencios cómplices o los atropellos contra la dignidad humana, la Escritura deja de ser buena noticia para los débiles y se vuelve un arma en manos de los fuertes.

From the earliest months of his rise to power, Hitler implemented a strategy to subjugate the churches to Nazi tenets. Fanatical believers in the dictator not only began to inflame hatred against Jews and promote Aryan supremacy, but also to oust devout pastors so as to hand ecclesiastical control to Nazi political operatives.

How can one explain that people who called themselves Christian could justify and promote antisemitism and Aryan supremacy? There one sees how far theology can go when it bows to power. But let us proceed step by step.

First, it must be noted that German Christians had been accumulating centuries of prejudice against Jews. Long before Nazism, European preachers had denounced the “Jews who killed Jesus.” Emphasis was placed on scriptural passages depicting Israel as a faithless, hardened people. Moreover, Jewish laws and customs rendered them social outcasts. Consequently, many Christians thought things like: “The Jews have always been a problem; now Hitler is merely ‘restoring order.’” Nazi ideology was not born in the church, but it found there ample prejudice to exploit.

Second, nationalist ideas had been circulating for years. People spoke of the German nation as a superior unity of blood, soil, and culture, which regarded Jews as “alien intruders.” For some time, certain theologians had been striving to harmonize that nationalism with the faith. Their reasoning was that Germany was the “chosen people” for a historic mission. Race and blood were part of the order of creation willed by God and, consequently, defending the “purity” of the German people became a Christian duty. They preached that protecting the Aryan race was service to God.

Third, they normalized the “de-Judaizing” of Jesus. The major theological problem for a Nazi who claimed to be Christian was obvious: Jesus was Jewish. Moreover, the Bible was replete with references to Israel. To resolve this, some theologians sympathetic to Hitler redefined Jesus as Aryan. They presented him as a radical enemy of the Jews and asserted that his essence was not Jewish but Nordic or Aryan. They also attacked or minimized the Old Testament, branding it inferior to the New. Some went so far as to propose eliminating it altogether or rewriting the Bible to “purge” it of all Jewish influence.

Fourth, at that point they could do anything with the Bible. For example, they wrenched John 8:44 (“You are of your father the devil”) out of context, applying it to the entire Jewish people and insisting that they were, by nature, “children of Satan.” They cited Matthew 27:25 (“His blood be on us and on our children”) to affirm the Jews’ eternal guilt for Christ’s death. And they read the prophets’ harsh passages through an antisemitic lens to “prove” that Israel no longer had a place in God’s plan; on the contrary, they cast it as a permanent enemy of God and of the Christian people.

When Christians cease asking whom a given reading of the Bible benefits, they become vulnerable to the siren song of strongmen. If the question is no longer “What does the Lord say?” but “How do we make this text prop up the leader of the moment?”, theology becomes propaganda and the gospel a slogan.

It is a grave danger to allow biblical interpretation to be used as a bargaining chip with authoritarians. When certain verses are wrenched from their context to justify cruelty, complicit silences, or assaults on human dignity, Scripture ceases to be good news for the weak and becomes a weapon in the hands of the strong. The sacred text is prostituted when it serves to shield power from all criticism and to brand as enemies of God those who simply ask for justice, truth, or due process.

Wherever the Bible is turned into a warrant for abuses, it ceases to be the Word of life and becomes an idol forged from sacred letters. And before idols, the gospel knows only one response: you shall not bow down to them.

* Mario Vega, Senior Pastor of Misión Cristiana Elim.

EDH: https://www.eldiariodehoy.com/opinion/idolatria-del-poder-bendecido/54468/2025/

Idolatría del poder «bendecido»

Desde los primeros meses de su ascenso al poder, Hitler implementó una estrategia para someter a las iglesias a los postulados nazis. Creyentes fanáticos del dictador no solo comenzaron a exacerbar el odio contra los judíos y a promover la supremacía aria, sino también a desplazar a pastores piadosos para ceder el control eclesiástico a operadores políticos del nazismo.

¿Cómo puede explicarse que personas que se decían cristianas pudieran justificar y promover el antisemitismo y la supremacía aria? Ahí puede verse hasta dónde es capaz de llegar la teología cuando se pliega al poder. Pero vayamos por pasos.

En primer lugar, debe mencionarse que los cristianos alemanes venían acumulando siglos de prejuicios contra los judíos. Mucho antes del nazismo ya existían en Europa predicadores que enseñaban contra los «judíos que mataron a Jesús». Se enfatizaban pasajes de las Escrituras donde Israel es presentado como un pueblo infiel y endurecido. Además, los judíos practicaban leyes y costumbres que los marginaban socialmente. En consecuencia, muchos cristianos pensaban cosas como: «Los judíos siempre han sido un problema; ahora Hitler solo está “poniendo orden”». La ideología nazi no nació en la iglesia, pero encontró en ella suficientes prejuicios para ser explotados.

En segundo lugar, durante años habían circulado ideas nacionalistas. Se hablaba del pueblo alemán como una unidad superior de sangre, tierra y cultura, que veía a los judíos como «gente extraña». Desde tiempo atrás, algunos teólogos venían haciendo esfuerzos por armonizar ese nacionalismo con la fe. Su razonamiento era que Alemania era el «pueblo escogido» para una misión histórica. La raza y la sangre formaban parte del orden de la creación deseado por Dios y, en consecuencia, defender la «pureza» del pueblo alemán se convertía en un deber cristiano. Predicaban que proteger la raza aria era servir a Dios.

En tercer lugar, normalizaron la «desjudaización» de Jesús. El gran problema teológico para un nazi que se decía cristiano era obvio: Jesús era judío. Además, la Biblia estaba llena de referencias a Israel. Para resolverlo, algunos teólogos afines a Hitler redefinieron a Jesús como ario. Lo presentaban como un enemigo radical de los judíos y afirmaban que su esencia no era judía, sino nórdica o aria. También atacaron o minimizaron el Antiguo Testamento, tildándolo de inferior al Nuevo Testamento. Algunos llegaron al extremo de proponer eliminarlo por completo o reescribir la Biblia para «limpiarla» de toda influencia judía.

En cuarto lugar, alcanzado este punto, ya podían hacer cualquier cosa con la Biblia. Por ejemplo, usaban fuera de contexto el pasaje de Juan 8:44 («Vosotros sois de vuestro padre el diablo») para aplicarlo a todo el pueblo judío y asegurar que eran, por naturaleza, «hijos de Satanás». Citaban Mateo 27:25 («Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos») para afirmar la culpa eterna de los judíos por la muerte de Cristo. Y leían en clave antisemita los pasajes duros de los profetas para «probar» que Israel ya no tenía lugar en el plan de Dios; por el contrario, lo presentaban como enemigo permanente de Dios y del pueblo cristiano.

Cuando los cristianos dejan de preguntarse a quién beneficia una determinada lectura de la Biblia, se vuelven vulnerables al canto engañoso de los caudillos. Si la pregunta ya no es «¿qué dice el Señor?», sino «¿cómo hacemos para que este texto respalde al líder de turno?», la teología se convierte en propaganda y el evangelio, en eslogan.

Es un gran peligro permitir que la interpretación de la Biblia se use como moneda de intercambio con los autoritarios. Cuando ciertos versículos se sacan de contexto para justificar la crueldad, los silencios cómplices o los atropellos contra la dignidad humana, la Escritura deja de ser buena noticia para los débiles y se vuelve un arma en manos de los fuertes. El texto sagrado se prostituye cuando sirve para blindar al poder frente a toda crítica y para calificar como enemigos de Dios a quienes simplemente piden justicia, verdad o debido proceso.

Allí donde la Biblia se transforma en justificante de abusos, deja de ser Palabra de vida y se convierte en un ídolo hecho con letras sagradas. Y frente a los ídolos, el evangelio solo conoce una respuesta: no te postrarás ante ellos.

* Mario Vega, Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

EDH: https://www.eldiariodehoy.com/opinion/idolatria-del-poder-bendecido/54468/2025/