In some cultures, turning the corner carries a popular and even existential significance: a decisive moment, enacting a profound change, the grand story of your life awaits just around the corner; it applies to individual lives as well as to collective dimensions.

Throughout 2025, antidemocratic powers have mercilessly assaulted civic space. The aggressors—from left and right—span a broad spectrum, from Chinese communists and radical Islamists to the regime of Vladimir Putin and the Donald Trump Administration. They have bolstered their satellites in Eastern Europe, Central America (Nayib Bukele, Daniel Ortega, JOH), the Middle East, and Africa, even if these entities forge pacts with organized crime (gangs, mafias, cartels) and pose threats to global peace and security. The recently released National Security Strategy (NSS) from Trump reaffirms this dangerous contradiction, to which I will return.

Why dismantle civic space? The United Nations High Commissioner for Human Rights defines civic space as the environment that enables civil society to play a role in the political, economic, and social life of our societies. In particular, civic space allows individuals and groups to contribute to policymaking that affects their lives, including by enabling access to information, engagement in dialogue, expression of dissent or disagreement, and association to voice their views.

This definition suffices to grasp the offensive: destroying individuals and civil organizations committed to democracy—through murder, imprisonment, torture, forced exile, or mass deportation—is essential. It is key to enforcing the worship of corrupt tyrants and persuading—via lavish disinformation apparatuses and rigged polls—uncultured, uneducated masses that dictatorship is better for their lives and families, despite enduring unemployment, destitution, and hunger.

They nearly succeeded. Various surveys—such as Latinobarómetro—indicate that on average, half the population (52 percent) now supports democracy as a political system, whereas a decade and a half ago backing stood at 63 percent; yet, an equal percentage (53 percent) simultaneously expresses willingness to accept a nondemocratic government coming to power if it solves economic and social problems. This false dichotomy is already embedded, for a nondemocratic government does not exist; at most, it is an unconstitutional, illegitimate regime.

Let us return to the United States. Eight years ago, Trump issued his first NSS, which prioritized Beijing and Moscow: China and Russia challenge American power, influence, and interests, attempting to erode American security and prosperity. It accused them of repressing their own peoples and extending their influence worldwide. None of this appears in the current NSS, despite Putin’s invasion of Ukraine in February 2022. Nor does it feature substantive positions on China, Iran, or North Korea, as the priority is to cast the president—not the United States—as the neutral mediator and sole strategist capable of resolving conflicts. China emerges rather as a respected economic and digital rival. Worse still, this NSS is presented as the corollary to the Monroe Doctrine of two centuries ago, which consigns the American hemisphere to United States dominance by any means necessary.

This corollary explains the decision to blow up boat crews in the Caribbean and Pacific, heedless that these are extrajudicial killings, imputable under international law. Incidentally, an initial complaint against Trump and his Secretary of War has already been filed with the Inter-American Commission on Human Rights (IACHR) by relatives of a Colombian fisherman. His wife declared: He had no ties to drug trafficking; his daily activity was fishing.

The primary target of this NSS is Europe, which Trump recasts from ally to adversary: he criticizes its migration policies, extols patriotic political parties (the ultraright), and foretells its demise as a civilization. A preposterous prophecy, heartily applauded by Putin’s spokesperson, who stated that the NSS contents are, in many respects, consistent with our vision. A dismembered Europe is Putin’s dream. In August 1939, Hitler agreed with Stalin to divide Europe between Nazi Germany and the Soviet Union. We know the outcome: both regimes ultimately vanished after leaving millions dead across the planet.

In a year, Congress in Washington, D.C., will shift to Democratic leadership, who have already signaled they will move against Trump and his accomplices for violating the United States Constitution. For instance, the latest demand from Democratic lawmakers to investigate tortures in the Terrorism Confinement Center (CECOT) foreshadows what awaits Bukele after the United States elections next November. United States law prohibits the government from deporting a person under its jurisdiction to a regime—like that of Bukele—that violates human rights.

I am convinced that 2026 is the year for democratic citizenries to turn the corner.

Napoleón Campos

Salvadoran specialist in international relations, regional integration, and migrations

EDH: https://www.eldiariodehoy.com/opinion/2026-doblar-la-esquina/51472/2025/

2026: doblar la Esquina

En algunas culturas, «doblar la esquina» posee un significado popular y hasta existencial: un momento decisivo, realizar un cambio significativo, «la gran historia de tu vida te espera al doblar la esquina»; la vida individual y también la dimensión colectiva.

Este 2025, los poderes antidemocráticos atacaron despiadadamente el espacio cívico. Los agresores -de izquierda y derecha- recorren el amplio espectro que va desde los comunistas chinos, los islamistas radicales, el régimen de Vladimir Putin hasta la Administración Donald Trump. Han oxigenado a sus satélites en Europa Oriental, Centroamérica (Nayib Bukele, Daniel Ortega, JOH), Oriente Medio, África, aunque tengan pactos con el crimen organizado (maras, mafias, cárteles) y constituyan amenazas a la paz y la seguridad global. La recientemente publicada Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de Trump reafirma esta peligrosa contradicción, a la cual volveré.

¿Por qué anular el espacio cívico? El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos define espacio cívico como «el contexto que propicia que la sociedad civil desempeñe una función en la vida política, económica y social de nuestras sociedades. En particular, el espacio cívico permite que las personas y los grupos contribuyan a la elaboración de políticas que afectan a sus vidas, al facilitarles, entre otros a acceder a la información, participar en el diálogo, manifestar disidencia o desacuerdo, y unirse para expresar sus opiniones».

Esta definición basta para entender la ofensiva: destruir a personas y organizaciones civiles comprometidas con la democracia -asesinar, encarcelar, torturar, forzar al exilio, deportar masivamente- es clave, incluso para forzar el culto a tiranos corruptos y convencer -utilizando millonarios aparatos de desinformación y encuestas amañadas- a masas vulgares, sin escolaridad y educación, que la dictadura es «mejor» para mi vida y mi familia, aunque sufra desempleo, miseria y hambre.

Casi lo consiguen. Diversas mediciones -como el Latinobarómetro- señalan que como promedio ahora la mitad de la población -52%- apoya la democracia como sistema político, cuando hace década y media el respaldo era 63 %; pero, un porcentaje igual -53%- a la vez expresa que estaría conforme a que un «gobierno no democrático» llegue al poder «si resuelve los problemas» económicos y sociales. La disyuntiva artificial está ya inserta pues un «gobierno no democrático» no existe; en todo caso es un régimen inconstitucional, ilegítimo.

Volvamos a EE. UU. Hace ocho años, Trump presentó su primera ESN, la cual enfocó prioritariamente a Pekín y Moscú: «China y Rusia amenazan el poderío, los intereses y la influencia de EE. UU., intentando socavar la seguridad y la prosperidad estadounidenses». Los señaló de reprimir a sus respectivos pueblos y extender su influencia por el mundo. Nada de esto se lee en la actual ESN, a pesar de que Putin invadió Ucrania en febrero del 2022. Tampoco se leen postulados sustantivos sobre China, Irán, Corea del Norte, pues la prioridad es conjugar al presidente -no a EE. UU.- como el mediador neutral y el estratega único capaz de resolver conflictos. China aparece más bien como el respetado rival económico y digital. Peor aún, esta ESN es presentada como el corolario de la Doctrina Monroe de hace dos siglos, que destina el hemisferio americano al poder estadounidense por todos los medios.

El corolario explica la decisión de estallar lancheros en el Caribe y el Pacífico sin importar que son asesinatos extrajudiciales, imputables bajo el Derecho Internacional. Por cierto, una primera demanda contra Trump y su Secretario de Guerra ya fue presentada ante la CIDH por familiares de un pescador colombiano. Su esposa declaró: «No tenía vínculos con el narco, su actividad diaria era pescar».

El blanco principal de esta ESN es Europa a la que Trump transforma de aliada a adversaria: critica sus políticas migratorias, exalta los partidos políticos «patrióticos» (ultraderecha), y pronostica su «desaparición como civilización». Una premonición descabellada, muy aplaudida por el portavoz de Putin quien afirmó que los contenidos de la ESN «son, en muchos sentidos, coherentes con nuestra visión». Una Europa desmembrada es el anhelo de Putin. En agosto de 1939, Hitler acordó con Stalin la repartición de Europa entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. Los hechos los sabemos: ambos regímenes finalmente desaparecieron tras dejar millones de muertos en todo el planeta.

En un año, el Congreso en Washington D.C. pasará a timoneles demócratas, quienes ya adelantaron que accionarán contra Trump y sus cómplices en violar la Constitución de EE. UU. Por ejemplo, el último requerimiento de los legisladores demócratas para investigar las torturas en el CECOT anticipa lo que le espera a Bukele tras las elecciones estadounidenses del próximo noviembre. La ley en EE. UU. prohíbe al gobierno deportar a una persona bajo su jurisdicción a un régimen -como el de Bukele- que vulnera los derechos humanos.

Estoy convencido que el 2026 es el año para que las ciudadanías democráticas doblemos la esquina.

Napoleón Campos

Especialista salvadoreño en Relaciones Internacionales, integración regional y migraciones

EDH: https://www.eldiariodehoy.com/opinion/2026-doblar-la-esquina/51472/2025/