In 2026 nayib bukele will consolidate his dictatorship. Still only in his early 40s, El Salvador’s president has secured indefinite re-election by rewriting the constitution, having captured the country’s institutions. Now, with Donald Trump back in power and praising him as a “great friend”, he faces no international check.
Mr Bukele’s takeover has been swift. After coming to office in 2019 he stacked the courts, tamed the security forces, secured a supermajority in the legislature and rewrote the rules of the game to suit his party. In 2021 his loyalist supreme court reinterpreted the constitution to allow a second term. Then in 2025 the legislature scrapped term limits altogether.
Mr Bukele was able to amass power more easily than some of his authoritarian peers because he is popular, and has also made deft use of the fight against gangs. A state of emergency, which will enter its fifth year in March 2026, lays aside much due process. Some 85,000 people have been imprisoned, giving El Salvador the world’s highest incarceration rate. The crackdown has delivered results (though evidence suggests secret pacts with gang leaders played a role). Official murder rates have plummeted, from 51 per 100,000 in 2018 to 1.9 in 2024, lower than in the United States. Extortion has fallen.
But in 2025 Mr Bukele, once keen to cultivate his public image, took off the mask and went after civil society. Ruth López, a prominent human-rights activist at Cristosal, an ngo, was arrested on a charge that few believe genuine. Lawmakers passed a “foreign agents” law that imposes a 30% tax and registration requirements on ngos receiving overseas funding. Journalists at El Faro, an investigative outlet, fled abroad after the attorney-general prepared arrest warrants for them. Cristosal and others closed their offices. Farmers, transport bosses and environmentalists who voiced dissent were harassed or detained.
Mr Bukele is likely to become more brazen as a result of Mr Trump’s backing. When Joe Biden was president, he faced criticism for his human-rights record; under Mr Trump he receives applause. (It helps that Mr Bukele jailed deportees from the United States in El Salvador’s mega-prison.) In April he was feted in the Oval Office, the only Latin American leader to receive such a welcome.
In 2026 observers will be watching to see whether Mr Bukele’s open repression will cost him. The first test will be the economy. Growth has been falling; the imf expects it to be only 2.5% in 2025, less than in neighbouring countries. Public debt stands at 88% of gdp. Poverty has climbed. Hospitals lack medicines and supplies. Mr Bukele’s experiment with making bitcoin legal tender has lost its shine. Some investors are jittery. His agreement with the imf for a $1.4bn loan may entail spending cuts in health and education.
The second test is whether the president’s popularity, which hovers around 80%, falls. Yet even if discontent spreads in 2026, it may not matter. Mr Bukele holds all the levers of power. In 2026 the country will look less like a democracy under stress than a dictatorship secured.
The Economist: https://www.economist.com/the-world-ahead/2025/11/12/nayib-bukele-consolidates-his-dictatorship-in-el-salvador
Nayib Bukele consolida su dictadura en El Salvador
En 2026, Nayib Bukele consolidará su dictadura. A sus poco más de 40 años, el presidente de El Salvador ha asegurado la reelección indefinida reescribiendo la Constitución, tras capturar las instituciones del país. Ahora, con Donald Trump de vuelta en el poder y elogiándolo como un “gran amigo”, no enfrenta contrapeso internacional alguno.
La toma de control por parte de Bukele ha sido fulminante. Tras asumir el cargo en 2019, copó los tribunales, sometió a las fuerzas de seguridad, se aseguró una supermayoría en la Asamblea Legislativa y reescribió las reglas del juego a la medida de su partido. En 2021, su Corte Suprema afín reinterpretó la Constitución para permitir un segundo mandato. Luego, en 2025, la Asamblea Legislativa abolió por completo los límites de mandato.
Bukele pudo amasar poder con más facilidad que algunos de sus pares autoritarios porque es popular y, además, ha explotado con destreza la lucha contra las pandillas. Un régimen de excepción, que en marzo de 2026 entrará en su quinto año, suspende gran parte del debido proceso. Unas 85.000 personas han sido encarceladas, lo que otorga a El Salvador la tasa de encarcelamiento más alta del mundo. La mano dura ha dado resultados (aunque hay indicios de que pactos clandestinos con cabecillas de pandillas también influyeron). Las tasas oficiales de homicidios se han desplomado, de 51 por cada 100.000 habitantes en 2018 a 1,9 en 2024, inferiores a las de Estados Unidos. La extorsión ha disminuido.
Pero en 2025, Bukele, antes empeñado en cultivar su imagen pública, se quitó la careta y arremetió contra la sociedad civil. Ruth López, destacada activista de derechos humanos en Cristosal, una organización no gubernamental (ONG), fue arrestada bajo una acusación que pocos consideran verídica. Los diputados aprobaron una ley de “agentes extranjeros” que impone un impuesto del 30% y requisitos de registro a las ONG que reciben financiamiento del exterior. Periodistas de El Faro, un medio de investigación, huyeron al extranjero después de que el fiscal general preparara órdenes de captura en su contra. Cristosal y otras organizaciones cerraron sus oficinas. Campesinos, dirigentes del transporte y ambientalistas que expresaron disenso fueron hostigados o detenidos.
Es probable que Bukele se torne más osado como resultado del respaldo de Trump. Cuando Joe Biden era presidente, enfrentó críticas por su historial de derechos humanos; con Trump recibe aplausos. (Ayuda el hecho de que Bukele encarcelara a deportados de Estados Unidos en la megacárcel de El Salvador). En abril fue agasajado en el Despacho Oval, el único líder latinoamericano en recibir tal bienvenida.
En 2026, los observadores estarán atentos a si la represión abierta de Bukele le pasará factura. La primera prueba será la economía. El crecimiento ha venido cayendo; el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que sea de apenas 2,5% en 2025, por debajo del crecimiento de los países vecinos. La deuda pública equivale al 88% del producto interno bruto (PIB). La pobreza ha aumentado. Los hospitales carecen de medicamentos e insumos. El experimento de Bukele de convertir el bitcóin en moneda de curso legal ha perdido lustre. Algunos inversionistas están nerviosos. Su acuerdo con el FMI para un préstamo de 1.400 millones de dólares podría implicar recortes de gasto en salud y educación.
La segunda prueba es si la popularidad del presidente, que ronda el 80%, se erosiona. Sin embargo, aun si el descontento se extiende en 2026, puede que no importe. Bukele controla todos los resortes del poder. En 2026 el país se parecerá menos a una democracia bajo presión que a una dictadura afianzada.
The Economist: https://www.economist.com/the-world-ahead/2025/11/12/nayib-bukele-consolidates-his-dictatorship-in-el-salvador
