An Eleven-Year-Old Enemy of the State — Un niño de once años enemigo del estado

Oct 17, 2025

Even Bukele himself and his lawmakers flash the "Devil's Horns" symbol with their fingers, yet no one arrests them. — Incluso el propio Bukele y sus diputados hacen el símbolo del «Cornudo» con sus dedos, pero a ellos nadie los captura.

In #Bukele’s “Cool” country, where gangs supposedly no longer exist, Security Minister Gustavo Villatoro has decided to declare war on a new enemy: an eleven-year-old boy.

Yes, a boy. Not a hitman, not a high-ranking gang leader released by Bukele, not a financier of organized crime, not the drug lord “Chepe Diablo” released by Bukele, not a dismemberer set loose or a former first lady set free. A boy who had the audacity to take photos with his fingers forming the “Devil’s Horns” sign, which, according to the minister, makes him a “member of a terrorist organization.”

While true white-collar criminals plunder the state under the guise of the “war on gangs,” Villatoro—an erstwhile “friend” of the Los Perrones Cartel—revels in victory by capturing a minor who likely does not even grasp the symbolic weight of his gestures. And as if detaining him were not enough, the minister chose to parade him publicly on social media, vowing “decades in prison” for his action, erasing his childhood with a click, transforming him into a political spectacle and a digital trophy of a system that conflates justice with vengeance.

Can anyone truly believe that an eleven-year-old boy poses a threat to national security? Does the dictatorship, with all its might, truly need to crush a minor to demonstrate power and instill terror? This is not merely an abuse of authority: it constitutes a brazen violation of human rights, children’s rights, and common sense. In any self-respecting society, a child at risk would be protected and sheltered, not criminalized and condemned in advance. But in Bukele’s dictatorship, repression masquerades as order and is applauded as if it were a virtue.

The irony, and profound cynicism, is that while this boy will be prosecuted for “terrorism,” recycled gang members populate the government: mayors, council members, alternate lawmakers, and officials with bloodstained pasts, alongside gangsters repurposed as soldiers of the regime.

Even Bukele himself and his lawmakers flash the “Devil’s Horns” symbol with their fingers, yet no one arrests them.

Villatoro’s rhetoric speaks of “eradicating submerged generations,” as if poverty and exclusion were a hereditary disease rather than the outcome of decades of inequality. His phrase “even if it hurts” exposes the arrogance of one who has never felt the sting of societal or state abandonment in his own flesh. The pain is not the same from an air-conditioned office as it is from a neighborhood without schools, clinics, water, with tin roofs and no future.

An eleven-year-old boy does not choose his circumstances. He does not choose whether gangs infest his neighborhood, whether hunger stalks his home, or whether his sole diversion is a borrowed old cellphone for fooling around. But the state does choose what to do with him: rescue him or destroy him. In this case, it chose the latter.

Meanwhile, the minister remains utterly convinced that he has “made history,” when in truth he has just penned one of the saddest, darkest, and most shameful pages in this country’s annals. For when a government celebrates the humiliation of a child as a triumph, it has forfeited its soul.

Diario Co Latino: https://www.diariocolatino.com/un-nino-de-once-anos-enemigo-del-estado/

Un niño de once años enemigo del estado

En el país Cool de #Bukele, donde se presume que ya no hay pandillas, el ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, ha decidido declararle la guerra a un nuevo enemigo: un niño de once años.

Sí, un niño. No un sicario, no un cabecilla de ranflas liberado por Bukele, no un financista del crimen organizado, no el narco «Chepe Diablo» liberado por Bukele, no un descuartizador liberado o una ex primera dama liberada. Un niño que tuvo la osadía de tomarse fotos con los dedos haciendo una seña del «Cornudo» que, según el ministro, lo convierte en «miembro de una organización terrorista».

Mientras los verdaderos criminales de cuello blanco saquean el Estado bajo el disfraz de la «guerra contra las pandillas», Villatoro, un ex «amigo» del Cartel Los Perrones, se siente victorioso capturando a un menor que probablemente no entiende ni el peso simbólico de sus gestos. Y como si no bastara con detenerlo, el ministro decidió exhibirlo públicamente en redes sociales, prometiéndole «décadas de carcel por su acción, borrándole la infancia con un clic, convirtiéndolo en espectáculo político y trofeo digital de un sistema que confunde justicia con venganza.

¿De verdad alguien puede creer que un niño de once años es una amenaza a la seguridad nacional? ¿De verdad la dictadura, con toda su fuerza, necesita aplastar a un menor para demostrar poder e imponer terror? No se trata sólo de un abuso de autoridad: es una violación descarada de derechos humanos, de derechos a la niñez y de sentido común. En cualquier sociedad que se respete, un menor en riesgo sería protegido, resguardado, no criminalizado y condenado con anticipación. Pero en la dictadura de Bukele, la represión se maquilla de orden y se aplaude como si fuera virtud.

Lo irónico, y profundamente cínico, es que mientras este niño será procesado por «terrorismo», hay pandilleros reciclados en el gobierno: alcaldes, concejales, diputados suplentes y funcionarios con pasado manchado de sangre, también pandilleros convertidos en soldados del régimen.

Incluso el propio Bukele y sus diputados hacen el símbolo del «Cornudo» con sus dedos, pero a ellos nadie los captura.

El discurso de Villatoro habla de «erradicar generaciones sumergidas», como si la pobreza y la exclusión fueran una enfermedad hereditaria y no el resultado de décadas de desigualdad. Su frase «aunque duela», revela la arrogancia de quien nunca ha sentido en carne propia el abandono de la sociedad ni del Estado. No duele lo mismo desde un despacho con aire acondicionado que desde un barrio sin escuela, sin clínica, sin agua, con techo de lámina y sin futuro.

Un niño de once años no elige su contexto. No elige si en su colonia hay pandillas, si en su casa hay hambre o si su única distracción es un viejo celular prestado para ponerse a «tontear». Pero sí el Estado elige qué hacer con él: rescatarlo o destruirlo. En este caso, eligió lo segundo.

Y mientras tanto, el ministro está plenamente convencido de haber «hecho historia», cuando en realidad acaba de escribir una de las páginas más tristes, negras y vergonzosas de este país. Porque cuando un gobierno celebra la humillación de un niño como una victoria, lo que ha perdido es el alma.

Diario Co Latino: https://www.diariocolatino.com/un-nino-de-once-anos-enemigo-del-estado/