From Applause to Authoritarianism — Del aplauso al autoritarismo

Aug 21, 2025

The historic reduction in homicides in El Salvador and the implementation of a state of exception to combat violence have been touted as a model to emulate. Moreover, his direct, charismatic communication through social media has garnered significant support among younger sectors disenchanted with traditional politics. — La reducción histórica de homicidios en El Salvador y la implementación de un estado de excepción para combatir la violencia han sido difundidas como un modelo a seguir. Además, su comunicación directa y carismática a través de las redes sociales, ha ganado un apoyo significativo entre sectores jóvenes y desencantados con la política tradicional.

Recently, El Salvador’s Legislative Assembly, dominated by the party aligned with President Nayib Bukele, approved a constitutional reform that enables indefinite presidential reelection. This amendment, passed with 57 votes in favor and only 3 against, reverses the traditional limit of two consecutive presidential terms, extends the presidential term from five to six years, and abolishes the runoff, making the presidential election a single-round contest. It also brings forward the end of Bukele’s current term so that the presidential elections coincide with the legislative and municipal elections in 2027, thereby unifying the electoral cycles.

From a democratic perspective, these changes represent a significant rupture. The Inter-American Court of Human Rights has stated that the prohibition on indefinite presidential reelection “seeks to prevent any person from entrenching themselves in power and, in so doing, to ensure political pluralism and alternation in power, as well as to protect the system of checks and balances that guarantees the separation of powers” (Inter-American Court of Human Rights, 2021, para. 119). Opening the door to indefinite reelection can therefore weaken these essential pillars of representative democracy.

International human rights organizations condemn this reform, characterizing it as a blow to democracy and a move toward an authoritarian model reminiscent of regimes such as those in Venezuela and Nicaragua, where the concentration of power has eroded political pluralism and limited guarantees of alternation. This context suggests a heightened risk of power accumulation without effective counterweights.

Bukele has cultivated an image as a successful leader on public safety, especially admired in our country, where insecurity and distrust of traditional political parties are persistent. The historic reduction in homicides in El Salvador and the implementation of a state of exception to combat violence have been touted as a model to emulate. Moreover, his direct, charismatic communication through social media has garnered significant support among younger sectors disenchanted with traditional politics.

Nevertheless, Bukele’s popularity should not be mistaken for a guarantee of institutional stability. The Peruvian context, marked by the constitutional prohibition of immediate presidential reelection and the painful experience of Alberto Fujimori’s government in the 1990s, offers a counterweight to potential attempts to extend presidential terms. Any reform to permit immediate reelection would require a legislative process and likely a referendum, and would also face close citizen oversight.

The Peruvian experience confirms that although the temptation to remain in power persists, public pressure constitutes a fundamental safeguard for the democratic alternation of power. The Salvadoran reform stands as a warning about the perils confronting any democracy when rules are altered to concentrate power without broad consensus or robust mechanisms of political oversight.

In summary, the recent reform in El Salvador exemplifies how the weakening of constitutional limits can jeopardize a nation’s democratic health. For Peru, the lesson is clear: respect for democratic principles and the active, vigilant engagement of civil society are indispensable to prevent democracy from being eroded by the indefinite concentration of political power.

Diario Página3: https://pagina3.pe/columna/del-aplauso-al-autoritarismo/

Del aplauso al autoritarismo

Recientemente, la Asamblea Legislativa de El Salvador, dominada por el partido cercano al presidente Nayib Bukele, aprobó una reforma constitucional que habilita la reelección presidencial indefinida. Esta modificación, aprobada con 57 votos a favor y apenas 3 en contra, revierte el límite tradicional de dos mandatos presidenciales consecutivos, amplía el período presidencial de cinco a seis años y elimina la segunda vuelta electoral, instaurando que la elección presidencial se decida en una sola ronda. Además, adelanta el término del mandato actual de Bukele para que las elecciones presidenciales coincidan con las legislativas y municipales en el año 2027, unificando así los ciclos electorales.

Desde una perspectiva democrática, estos cambios representan un quiebre significativo. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que la prohibición de la reelección presidencial indefinida «busca evitar que una persona se perpetúe en el poder, y, de este modo, asegurar el pluralismo político, la alternancia en el poder, así como proteger el sistema de frenos y contrapesos que garantizan la separación de poderes» (Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2021, párr. 119). La apertura a la reelección indefinida puede, por tanto, debilitar estos pilares esenciales de la democracia representativa.

Organizaciones internacionales de derechos humanos condenan esta reforma, calificándola como un golpe a la democracia y un avance hacia un modelo autoritario que recuerda a regímenes como Venezuela y Nicaragua, donde la concentración del poder ha erosionado el pluralismo político y limitado las garantías de alternancia. Este contexto sugiere un riesgo elevado de acumulación de poder sin contrapesos efectivos.

Bukele ha consolidado una imagen de líder exitoso en seguridad ciudadana, especialmente admirado en nuestro país, donde la inseguridad y la desconfianza hacia los partidos políticos tradicionales son recurrentes. La reducción histórica de homicidios en El Salvador y la implementación de un estado de excepción para combatir la violencia han sido difundidas como un modelo a seguir. Además, su comunicación directa y carismática a través de las redes sociales, ha ganado un apoyo significativo entre sectores jóvenes y desencantados con la política tradicional.

No obstante, la popularidad de Bukele no debe confundirse con una garantía de institucionalidad. El contexto peruano, marcado por la prohibición constitucional de la reelección presidencial inmediata y la experiencia dolorosa del gobierno de Alberto Fujimori en los años noventa, muestra un contrapeso frente a posibles intentos de ampliar mandatos presidenciales. Cualquier reforma para permitir la reelección inmediata requeriría un proceso legislativo y probablemente un referéndum, enfrentando además la vigilancia de la ciudadanía.

La experiencia peruana confirma que, aunque las tentaciones de continuismo existen, la presión social constituye un elemento fundamental para preservar la alternancia democrática. La reforma salvadoreña sirve como una alerta sobre los riesgos que enfrenta cualquier democracia cuando se modifican las reglas para concentrar poder sin amplios consensos ni mecanismos efectivos de control político.

En síntesis, la reciente reforma en El Salvador representa un ejemplo de cómo la debilitación de los límites constitucionales puede poner en entredicho la salud democrática de un país. Para el Perú, la lección es clara: el respeto a los principios democráticos y la participación activa y vigilante de la sociedad civil son indispensables para evitar que la democracia sea erosionada por la concentración indefinida del poder político.

Diario Página3: https://pagina3.pe/columna/del-aplauso-al-autoritarismo/