In March, President Trump invoked the 1798 Alien Enemies Act to declare Venezuela’s Tren de Aragua gang a foreign terrorist group.
Shortly after, the U.S. sent more than 250 Venezuelans who it said were a part of the gang to El Salvador, where they were jailed for months in one of the country’s most notorious prisons, the Terrorism Confinement Center, also known as CECOT.
Many of the men insist that they have no ties to the gang and were denied due process.
After enduring months in detention, the men were sent home in July as part of a prisoner exchange deal that included Venezuela’s release of several detained Americans.
Venezuela’s attorney general said interviews with the men revealed “systemic torture” in the Salvadoran prison, including daily beatings, rancid food and sexual abuse. The men have been adjusting to life back in Venezuela, which most fled because of their home country’s political and economic instability.
The Times photographed four of the Venezuelans — Arturo Suárez, Angelo Escalona, Frizgeralth Cornejo and Ángelo Bolívar — as they got reacquainted with their families and life outside prison.
Arturo Suárez, 34
Suárez, a musician, was detained in North Carolina while gathered with friends to record a music video. Ten people were arrested that day. Inside the Salvadoran prison, he said, music was forbidden and guards beat him repeatedly for singing. But he refused to stay silent. From his cell, he wrote a song that spread from cell to cell, becoming an anthem of hope for the Venezuelans imprisoned with him.
“From Cell 31, God spoke to me,” the lyrics go in part. “He said, son, be patient, your blessing is coming soon…. Let nothing kill your faith, let nothing make you doubt because it won’t be long before you return home.”
I thought I wasn’t going to make it out of there. I thought I was going to die there.
Angelo Escalona, 18
Escalona had turned 18 just three months before Immigration and Customs Enforcement agents detained him in the same raid that swept up his friend Suárez, the musician. His dream was to become a DJ, and Escalona had saved up to buy equipment that he showed Suárez just before they were arrested. He had no tattoos, no criminal record and was just at the wrong place at the wrong time, he said.
When the deportation flight landed in El Salvador, he and the other Venezuelans tried to resist being taken off the plane. “We all fastened our seat belts because we’re Venezuelans — we weren’t supposed to be there” in El Salvador, he said. “But the Salvadoran police boarded the plane and started beating the people in the front.”
When we arrived [at the prison], they told us, ‘Welcome to the real hell — no one leaves here unless they’re dead.’
Frizgeralth Cornejo, 26
In mid-2024, Frizgeralth Cornejo made the long trek through the Darién Gap, the dangerous jungle separating Central and South America and made his way north with three friends. Hoping to obtain asylum in the United States, he had applied for an appointment with immigration officials through Customs and Border Protection’s CBP One app.
But when Cornejo, 26, presented himself at the border, officials accused him of gang affiliation because of his tattoos. Everyone else in his group was allowed through, but not him.
I never imagined being imprisoned just for getting tattoos.
Ángelo Bolívar, 26
Bolívar was living in Texas when he was arrested by ICE agents and sent to El Salvador’s CECOT prison. His many tattoos are part of a family legacy, one he shares with his mother, Silvia Cruz. His late father was a tattoo artist. His tattoos led to his imprisonment, he said, because authorities saw them as proof of membership in the Tren de Aragua gang. He is now back in the city of Valencia, about 80 miles east of Caracas.
They said I was a gang member because of my tattoos — because I had a watch and a rosary. Even though the ICE agents had tattoos of roses and watches too.
L.A. Times: https://www.latimes.com/world-nation/story/2025-08-20/venezuela-migrant-deported-immigration-trump
«Pensé que iba a morir allí»: Voces de migrantes deportados a una prisión salvadoreña
En marzo, el presidente Trump invocó la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 para declarar a la pandilla venezolana Tren de Aragua como un grupo terrorista extranjero.
Poco después, Estados Unidos envió a El Salvador a más de 250 venezolanos a quienes señaló de pertenecer a la pandilla, donde fueron encarcelados durante meses en una de las prisiones más notorias del país, el Centro de Confinamiento del Terrorismo, también conocido como CECOT.
Muchos de los hombres insisten en que no tienen vínculos con la pandilla y que se les negó el debido proceso.
Tras soportar meses de detención, los hombres fueron repatriados en julio como parte de un acuerdo de canje de prisioneros que incluyó la liberación, por parte de Venezuela, de varios estadounidenses detenidos.
El fiscal general de Venezuela afirmó que las entrevistas con los hombres revelaron tortura sistemática en la prisión salvadoreña, que incluía palizas diarias, comida rancia y abusos sexuales. Los hombres se han estado adaptando a la vida de regreso en Venezuela, país del que la mayoría huyó debido a su inestabilidad política y económica.
The Times fotografió a cuatro de los venezolanos —Arturo Suárez, Angelo Escalona, Frizgeralth Cornejo y Ángelo Bolívar— mientras se reencontraban con sus familias y con la vida fuera de la cárcel.
Arturo Suárez, 34 años
Suárez, un músico, fue detenido en Carolina del Norte mientras se reunía con amigos para grabar un video musical. Ese día arrestaron a diez personas. Dentro de la prisión salvadoreña, relató, la música estaba prohibida y los guardias lo golpearon repetidamente por cantar. Pero él se negó a guardar silencio. Desde su celda, compuso una canción que se propagó de celda en celda, convirtiéndose en un himno de esperanza para los venezolanos recluidos con él.
«Desde la celda 31, Dios me habló», reza en parte la letra. «Me dijo, hijo, ten paciencia, tu bendición viene pronto… Que nada mate tu fe, que nada te haga dudar porque no falta mucho para que regreses a casa».
Pensé que no saldría de allí. Pensé que iba a morir allí.
Angelo Escalona, 18 años
Escalona había cumplido 18 años apenas tres meses antes de que agentes de Immigration and Customs Enforcement (Servicio de Control de Inmigración y Aduanas, ICE) lo detuvieran en el mismo operativo en el que también cayó su amigo Suárez, el músico. Su sueño era convertirse en DJ, y había ahorrado para comprar equipos que le mostró a Suárez justo antes de que los arrestaran. No tenía tatuajes ni antecedentes penales y, según dijo, simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Cuando el vuelo de deportación aterrizó en El Salvador, él y los demás venezolanos intentaron resistirse a que los bajaran del avión. «Todos nos abrochamos los cinturones porque somos venezolanos: no se suponía que estuviéramos allí, en El Salvador», dijo. «Pero la Policía Nacional Civil subió al avión y comenzó a golpear a la gente de las primeras filas».
Al llegar a la prisión, nos dijeron: «Bienvenidos al infierno de verdad: de aquí nadie sale si no es muerto».
Frizgeralth Cornejo, 26 años
A mediados de 2024, Frizgeralth Cornejo emprendió la larga travesía por el Tapón del Darién, la peligrosa selva que separa América Central de América del Sur, y siguió rumbo al norte con tres amigos. Con la esperanza de obtener asilo en Estados Unidos, había solicitado una cita con las autoridades migratorias a través de la aplicación CBP One de Customs and Border Protection (Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, CBP).
Pero cuando Cornejo, de 26 años, se presentó en la frontera, los funcionarios lo acusaron de pertenecer a una pandilla por sus tatuajes. A los demás de su grupo los dejaron pasar; a él, no.
Nunca imaginé que me encarcelarían solo por hacerme tatuajes.
Ángelo Bolívar, 26 años
Bolívar vivía en Texas cuando agentes de ICE lo arrestaron y lo enviaron a la prisión CECOT de El Salvador. Sus numerosos tatuajes forman parte de un legado familiar que comparte con su madre, Silvia Cruz. Su padre, ya fallecido, era tatuador. Según contó, esos tatuajes motivaron su encarcelamiento porque las autoridades los vieron como prueba de pertenencia a la pandilla Tren de Aragua. Ahora está de vuelta en la ciudad de Valencia, a unos 130 kilómetros al este de Caracas.
Decían que yo era un pandillero por mis tatuajes —por tener tatuados un reloj y un rosario—. Aunque los agentes de ICE también tenían tatuajes de rosas y relojes.
L.A. Times: https://www.latimes.com/world-nation/story/2025-08-20/venezuela-migrant-deported-immigration-trump