Bukele has been undermining his country’s democratic safeguards since he came into power. In 2021, after his party, Nuevas Ideas, won a supermajority in the Legislative Assembly, he illegally removed supreme court justices and the attorney general — a move widely condemned as a power grab. Bukele’s handpicked replacements later ruled that he could seek a second term despite the constitution’s explicit ban.
Many Latin American populists have promised their people an end to economic injustice, long-standing inequality and the corruption of previous regimes. Bukele’s brand of populism, however, offered a further Faustian bargain: To rid themselves of rampant gang violence, Salvadorans also had to surrender any aspiration to truly democratic elections or a free press, as well as other essential rights.
Bukele went on to implement a mass incarceration policy of breathtaking scale. The Salvadoran government has detained 85,000 people without due process under a state of emergency that has been in place since March 2022. There are alarming reports of torture, arbitrary detentions and deaths in custody. The country’s most remarkable independent journalists have been forced into exile.
For now, at least, the people of El Salvador appear not to mind the cost of surrendering basic freedoms. “He can stay as long as he wants, as long as El Salvador remains safe,” a Salvadoran friend living in Los Angeles recently told me.
The Washington Post: https://www.washingtonpost.com/opinions/2025/08/08/bukele-el-salvador-dictatorship-american-support/
Washington no puede permitirse apostar por la dictadura de Bukele
Bukele ha venido socavando las salvaguardas democráticas de su país desde que asumió el poder. En 2021, después de que su partido, Nuevas Ideas, obtuviera una supermayoría en la Asamblea Legislativa, destituyó ilegalmente a magistrados de la Corte Suprema y al fiscal general, una maniobra ampliamente condenada como una usurpación del poder. Los sustitutos designados a dedo por Bukele resolvieron posteriormente que podía aspirar a un segundo mandato, pese a la prohibición expresa de la Constitución.
Muchos populistas latinoamericanos han prometido a sus pueblos el fin de la injusticia económica, la desigualdad de larga data y la corrupción de regímenes anteriores. La variante de populismo de Bukele, sin embargo, planteó un pacto faustiano adicional: para liberarse de la rampante violencia de las pandillas, los salvadoreños también debían renunciar a toda aspiración a elecciones verdaderamente democráticas o a una prensa libre, así como a otros derechos esenciales.
Bukele procedió a imponer una política de encarcelamiento masivo de una magnitud sobrecogedora. El gobierno salvadoreño ha detenido a 85.000 personas sin el debido proceso al amparo de un régimen de excepción vigente desde marzo de 2022. Existen denuncias alarmantes de torturas, detenciones arbitrarias y muertes bajo custodia. Los periodistas independientes más destacados del país se han visto obligados a exiliarse.
Por ahora, al menos, a la población de El Salvador parece no importarle el costo de renunciar a las libertades fundamentales. “Puede quedarse todo el tiempo que quiera, siempre y cuando El Salvador siga siendo seguro”, me dijo recientemente un amigo salvadoreño que vive en Los Ángeles.
The Washington Post: https://www.washingtonpost.com/opinions/2025/08/08/bukele-el-salvador-dictatorship-american-support/