Nayib Bukele’s power grab to perpetuate himself in office by forcing a constitutional reform that allows indefinite presidential reelection is another disturbing sign of the authoritarian drift and the difficulties in consolidating democracy in Latin America. Since the beginning of his term, the Salvadoran president has followed the populist autocrat’s manual to the letter, leveraging his high approval ratings to concentrate all power in the name of popular sovereignty. The latest maneuver—a constitutional change that, in addition to eliminating the limit on presidential terms, extends their duration from five to six years and eliminates the second round of elections—escalates his all-out offensive to subjugate the state apparatus.
Bukele, who controls the Legislative Assembly after pushing through a reform of the electoral rules, has also launched an assault on the Judiciary, dismissing the judges of the Supreme Court and the Attorney General who was investigating him for corruption. All of this, coupled with the personality cult he cultivates—under the banner of a “cool dictator” who applies a heavy hand against the maras without regard for human rights and who fights corruption—aligns him with regimes such as those of Nicaragua and Venezuela, which also undertook constitutional reforms to eliminate term limits and are today considered autocracies.
Indefinite reelection in Latin America is a worrisome marker of autocratization and abuse of power that puts the democratic model with alternation of power at risk. This path of maneuvering to perpetuate oneself has been undertaken by many rulers in a key region, courted by dictatorships such as China and Russia, whose influence there has grown in recent years. *Caudillos* elected by the polls—the majority with a radical left-wing ideology—who, when the time came to leave, clung to office. In the Venezuelan case, Chávez promoted indefinite reelection in 2008, and his protégé, Nicolás Maduro, has perpetuated Chavismo through electoral fraud. In Nicaragua, Daniel Ortega has followed the Castro model and eliminated the opposition. Other supporters of indefinite reelection have been Evo Morales in Bolivia and Rafael Correa in Ecuador. Both countries reversed the measure, but pressure to pave the way for their return to power remains.
The reluctance to hand over command has led other former leaders, such as Jair Bolsonaro, to house arrest for his coup attempt to abort the transfer of power to Lula. Even Donald Trump is flirting with a third term, expressly forbidden by his country’s Constitution. Their popularity, like Bukele’s own, cannot justify undermining the checks and balances that the Constitution enshrines precisely to safeguard democracy and the rule of law.
El Mundo: https://www.elmundo.es/opinion/editorial/2025/08/06/68923351fdddff91488b45a6.html
Bukele profundiza la deriva autoritaria en América Latina
El golpe de mano de Nayib Bukele para perpetuarse en el poder, forzando una reforma constitucional que permite la reelección presidencial indefinida, es otra inquietante señal de la deriva autoritaria y las dificultades para la consolidación de la democracia en América Latina. Desde el inicio de su mandato, el presidente salvadoreño ha seguido al pie de la letra el manual del autócrata populista y aprovechado sus buenos índices de aprobación para concentrar todo el poder en nombre de la soberanía popular. La última maniobra, un cambio constitucional que, además de eliminar el límite de mandatos presidenciales extiende su duración de cinco a seis años y elimina la segunda vuelta electoral, sube varios peldaños en la ofensiva total para someter el aparato del Estado.
Bukele, que controla el Legislativo tras impulsar una reforma de las reglas electorales, también se ha lanzado al asalto del Poder Judicial, destituyendo a los jueces del Tribunal Supremo y al fiscal general que le investigaba por corrupción. Todo ello unido al culto de su personalidad que promueve -bajo la bandera de «dictador cool» que aplica mano dura contra las maras sin pararse a respetar los derechos humanos y que lucha contra la corrupción- le alinea con regímenes como los de Nicaragua y Venezuela, que también emprendieron reformas constitucionales para eliminar el límite de mandatos y hoy se consideran autocracias.
La reelección indefinida en América Latina es un preocupante indicador de autocratización y abuso de poder que pone en riesgo el modelo democrático con alternancia de poder. Esa senda de maniobrar para perpetuarseha sido emprendida por muchos gobernantes en una región clave y cortejada por dictaduras como China y Rusia, que en los últimos años han expandido su influencia en ella. Caudillos elegidos por las urnas -la mayoría con un ideario de izquierda radical- que llegado el momento de marcharse se atornillaron al cargo. En el caso venezolano, Chávez impulsó la reelección indefinida en 2008 y su delfín, Nicolás Maduro, se ha encargado de eternizar el chavismo con fraudes electorales. En el nicaragüense, Daniel Ortega ha seguido el modelo castrista y fulminado a la oposición. Otros partidarios de la reelección indefinida han sido Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador. Ambos países revirtieron la medida, pero la presión para allanarles el regreso al poder permanece.
La reticencia a entregar el mando ha llevado a otros ex gobernantes, como Jair Bolsonaro, al arresto domiciliario por su intentona golpista para abortar el traspaso de poder a Lula. Y hasta Donald Trump coquetea con un tercer mandato prohibido por la Constitución de su país. Su popularidad, como la del propio Bukele, no puede ser la justificación para dinamitar los contrapesos previstos en la Constitución precisamente para proteger la democracia y el Estado de derecho.
El Mundo: https://www.elmundo.es/opinion/editorial/2025/08/06/68923351fdddff91488b45a6.html