Democracy Is Dead in El Salvador — En El Salvador murió la democracia

Aug 3, 2025

The move, long rumored, plunges El Salvador into a labyrinth from which escape will prove no easy feat. — La medida, sobre la cual se había especulado, hunde a El Salvador en un laberinto del cual no le será fácil salir.

Nayib Bukele, amid his authoritarian slide, dealt the final blow to El Salvador’s battered democracy last Thursday when the Legislative Assembly (AL)—which he controls at will—approved a constitutional reform enabling his indefinite reelection. In doing so, he treads the path of populist autocrats like Nicolás Maduro and Daniel Ortega, who secure power through the ballot box only to pave the way for dictatorship, buoyed by sky-high approval ratings. The new provision hurls El Salvador into a maze from which escape will be arduous.

The indefinite reelection of the self-proclaimed “cool dictator” garnered the votes of 57 lawmakers from the ruling party caucus, with just three dissenting voices from the sole opposition members. For the June 2027 elections, the presidential term will extend from five to six years, and victory will hinge on a simple majority, scrapping the runoff round. His current mandate, which began on June 1, had already been decried as illegal. Small wonder that opposition lawmaker Marcela Villatoro declared after the vote that the ruling lawmakers had “made a public confession of slaying democracy under the guise of legality. This is the chronicle of a death foretold, one that has been in the making for years in this Legislative Assembly.” She is absolutely right.

The first sign of Bukele’s authoritarian bent emerged on February 9, 2020, when he stormed the Legislative Assembly, flanked by heavily armed soldiers, to demand approval of loans for his security plan. From that moment, every move has been geared toward seizing control of the Legislative Assembly and the Supreme Court of Justice (CSJ).

In 2021, his candidates secured a majority in the legislature. That Assembly summarily removed the CSJ justices who had legally resisted Bukele’s authoritarian aspirations. In May of that year, a new, handpicked CSJ was installed, which twisted the Constitution to suit his whims and cleared the path for his reelection. The number of lawmakers was cut to 60, and the requirement that constitutional amendments be ratified by a second legislature was abolished.

All this has unfolded in an atmosphere in which voters overwhelmingly applaud the dramatic decline in violence and organized crime, brought about by the mass incarceration of Mara gang members. Yet human rights organizations contend that, of the 75,000 people detained under the state of exception—which has been repeatedly extended—thousands have been arbitrarily seized, denied due process, and crammed into a mega-prison, the Terrorism Confinement Center (CECOT). Amnesty International has condemned the “gradual replacement of gang violence with state violence.”

The regime has likewise unleashed overt political persecution against freedom of expression, forcing the country’s few critical media outlets—among them El Faro—to flee and operate from Costa Rica. The same fate has befallen NGOs, including Cristosal, as well as prominent human rights defenders, who have been compelled to abandon the country under government pressure.

Nayib Bukele commands the Legislative Assembly, the judiciary, the armed forces, and oversight bodies, while driving independent journalists, human rights advocates, and political opponents into exile. Juanita Goebertus, director for the Americas at Human Rights Watch (HRW), had warned that indefinite presidential reelection in El Salvador was “treading the same path as Venezuela.” Carolina Jiménez, president of WOLA, added that “indefinite re-election and longer presidential terms … were first proposed and implemented by authoritarian governments in countries such as Venezuela and Nicaragua.” Salvadoran democracy is dead.

El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/editorial/en-el-salvador-murio-la-democracia/

En El Salvador murió la democracia

Nayib Bukele, dentro de su deriva autoritaria, asestó el jueves anterior el último golpe a la maltrecha democracia salvadoreña luego de que la Asamblea Legislativa (AL), que controla a su antojo, aprobara una reforma constitucional que le permite reelegirse de forma indefinida. Sigue así la senda de autócratas populistas como Nicolás Maduro y Daniel Ortega, de hacerse elegir de manera democrática e ir pavimentando una dictadura, apoyado en altos niveles de popularidad. La medida, sobre la cual se había especulado, hunde a El Salvador en un laberinto del cual no le será fácil salir.

La reelección indefinida, de quien se define como un “dictador cool”, contó con el voto de 57 diputados de la bancada oficialista, con tres votos en contra de los únicos opositores. Para las elecciones de junio de 2027 el período presidencial pasa de cinco a seis años y la Presidencia se ganará por mayoría, derogando la segunda vuelta. Su actual mandato, que comenzó el pasado 1 de junio, ya había sido denunciado como ilegal. No en vano la diputada opositora Marcela Villatoro mencionó tras la votación que los diputados oficialistas habían “hecho una confesión pública de matar la democracia disfrazada de legalidad. Esta es la crónica de una muerte anunciada que lleva varios años fabricándose en esta Asamblea Legislativa”. Tiene toda la razón.

El primer síntoma del carácter autoritario de Bukele se presentó el 9 de febrero de 2020 cuando irrumpió en la Asamblea, acompañado de miembros del ejército fuertemente armados, para exigir que le aprobaran préstamos para su plan de seguridad. Desde entonces todas sus acciones estuvieron encaminadas a controlar la AL y la Corte Suprema de Justicia. ⁠

En 2021 sus diputados adquirieron la mayoría en el Parlamento. Esa Asamblea destituyó a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) que se habían opuesto legalmente a las aspiraciones autoritarias de Bukele. En mayo del mismo año, se instaló una nueva CSJ a su medida que interpretó la Constitución a su antojo abriéndole el camino a la reelección. Los diputados pasaron a ser 60, y se eliminó la ratificación por una segunda legislatura de las reformas constitucionales.

Todo lo anterior en un ambiente en el cual los electores aprueban mayoritariamente la significativa reducción de la violencia y el crimen organizado, con el encarcelamiento de los integrantes de las llamadas Maras. Lo anterior, con denuncias de organismos y grupos de derechos humanos al afirmar que, de las 75.000 personas detenidas en virtud de las medidas de excepción, que se han prorrogado en el tiempo, miles lo han sido arbitrariamente, no se les garantiza el debido proceso y se encuentran internadas en una mega cárcel, el Centro de Confinamiento del Terrorismo, CECOT. Amnistía Internacional criticó el “reemplazo gradual de la violencia de las pandillas por la violencia estatal”.

De igual manera ha habido una abierta persecución política por parte del régimen a la libertad de expresión, que ha llevado a que los únicos medios críticos del país, entre ellos El Faro, hayan tenido que huir del país y operar desde Costa Rica. Lo mismo ha sucedido con las ONG, entre ellas Cristosal, así como importantes defensores de derechos humanos, que también han tenido que abandonar el país ante la presión gubernamental.

Nayib Bukele maneja la AL, el poder judicial, las Fuerzas Armadas, los organismos de control, y ha forzado a los periodistas independientes, defensores de derechos humanos y a sus opositores al exilio. Juanita Goebertus, directora de Human Rights Watch (HRW), había dicho que la reelección presidencial indefinida en El Salvador recorría “el mismo camino que Venezuela”. Carolina Jiménez, directora de Wola, mencionó que “la reelección indefinida y la ampliación de períodos presidenciales (…) ya lo propusieron e implementaron países con gobiernos autoritarios como Venezuela y Nicaragua”. La democracia salvadoreña ha muerto.

El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/editorial/en-el-salvador-murio-la-democracia/