The news reached Doña Gladis Villatoro, his mother, on Sunday, July 20. Her son, Williams Díaz, had been transferred from the Izalco Prison to Terrorism Confinement Center (CECOT), the megaprison touted by Salvadoran President Nayib Bukele as a model facility worldwide and denounced by human rights defenders as a site of torture. At least that is what prison officials told the woman—that her son had been moved.
Williams was seized by Bukele’s police on December 3, 2022, eight months after the government decreed a state of exception that stripped away constitutional guarantees such as the right to a defense and to due process.
Doña Gladis has not seen her son since; neither she nor any lawyer has been allowed to. The United Nations and international law classify this incommunicado detention as enforced disappearance. In March of this year, when Williams’s case first became public, Human Rights Watch, Socorro Jurídico Humanitario (Legal Humanitarian Aid), and Amnesty International validated the figure of 327 disappeared persons inside Salvadoran prisons.
A patrol deployed in Soyapango detained Williams. The reason: the young man was carrying about US$200 he had just withdrawn from an ATM. According to his mother, the money was payment for repairing an air conditioner, the trade that supported him and his family. For having that cash, the police deemed Williams a gang member. In those days, police officers and the Salvadoran army were under orders to meet daily arrest quotas.
Like hundreds of young Salvadorans swept up during the state of exception, Williams has languished in prison for months without a conviction, embroiled in judicial proceedings kept under seal that no one outside the Salvadoran Attorney General’s Office knows anything about.
Ever since his arrest, and whenever her earnings as a pupusa vendor allowed, Doña Gladis has delivered monthly parcels of food and basic hygiene items to the Izalco Penitentiary Center, where the government told her her son was held. Each package costs about US$60. She has never missed a delivery, despite having no certainty that her son is in the prison they named or even if he remains alive.
On Sunday, July 20, the guards who received her at Izalco delivered the most devastating news: her son had been taken to CECOT. Doña Gladis plans to travel to Zacatecoluca, the Salvadoran city closest to Bukele’s megaprison, to leave another package for her son Williams. Making that delivery, Gladis says, is the only thread of hope she can cling to—the hope that her vanished son is still there, in the prison.
Héctor Silva Ávalos: https://medium.com/@herisav/dónde-está-williams-díaz-desaparecido-en-las-cárceles-de-nayib-bukele-fdcc86d86d70
¿Dónde está Williams Díaz, desaparecido en las cárceles de Nayib Bukele?
La noticia le llegó a doña Gladis Villatoro, la madre, el domingo 20 de julio. A su hijo, Williams Díaz, lo habían trasladado del Penal de Izalco al CECOT, la megacárcel promocionada por el presidente salvadoreño Nayib Bukele como una prisión modelo en el mundo y señalada por defensores de derechos humanos como un recinto en el que ocurren torturas. Al menos eso fue lo que le dijeron funcionarios penitenciarios a la señora, que a su hijo lo habían trasladado.
A Williams lo capturó la policía de Bukele el 3 de diciembre de 2022, ocho meses después de que el gobierno decretó un régimen de excepción que canceló garantías constitucionales como el derecho a defensa y al debido proceso.
Doña Gladis no ha visto a su hijo desde entonces; ni ella ni abogado alguno. A esta situación de incomunicación, la Organización de Naciones Unidas y la ley internacional la califican como desaparición forzada. En marzo de este año, cuando el caso de Williams se hizo público por primera vez, Human Right Watch, el Socorro Jurídico Humanitario y Aministía Internacional daban por buena la cifra de 327 desaparecidos en las cárceles salvadoreñas.
A Williams lo detuvo una patrulla desplegada en Soyapango. La razón: el joven cargaba unos U$ 200 que acaba de retirar de un cajero automático. El dinero, según su madre, era el pago por la reparación de un aire acondicionado, oficio del que él y su familia vivían. Por tener ese efectivo, la policía decidió que Williams era pandillero. En aquellos días los agentes policiales y el ejército salvadoreño tenían órdenes de cumplir con cuotas diarias de capturas.
Williams, como centenares de jóvenes salvadoreños capturados durante el régimen de excepción, ha estado preso sin condena durante meses, bajo un proceso judicial en reserva del que nadie, más allá de la fiscalía salvadoreña, sabe algo.
Desde que lo detuvieron, y siempre que se lo permitieron sus ingresos como vendedora de pupusas -la comida popular de los salvadoreños, hecha con masa de maíz, queso, frijoles y carne- doña Gladis ha llevado cada mes paquetes de alimentos y utensilios básicos de higiene al Centro Penal de Izalco, donde el gobierno le ha dicho que su hijo estaba. Cada paquete cuesta unos U$ 60. La mujer no ha dejado de ir y de entregar su dinero a pesar de que no tiene certeza de que su hijo esté en la cárcel que le han dicho o, incluso, si sigue vivo.
El domingo 20 de julio, los custodios que la recibieron en Izalco le dieron la peor noticia: a su hijo se los habían llevado al CECOT. Doña Gladis tiene planeado ir hasta Zacatecoluca, la ciudad salvadoreña más cercana a la megacárcel de Bukele, a dejarle otro paquete a su hijo Williams. Ir a dejar el paquete, dice Gladis, es la única esperanza a la que puede aferrarse, la de que su hijo desaparecido sigue ahí, en la cárcel.
Héctor Silva Ávalos: https://medium.com/@herisav/dónde-está-williams-díaz-desaparecido-en-las-cárceles-de-nayib-bukele-fdcc86d86d70