Weep with Those Who Weep — Llorar con los que lloran

Jun 29, 2025

For these Christians, civil disobedience is a form of spirituality committed to the Kingdom of God and its justice. — Para estos cristianos la desobediencia civil es una forma de espiritualidad comprometida con el reino de Dios y su justicia.

Evangelical churches are often pigeonholed as conservative or “apolitical,” yet history offers another portrait: believers who, compelled by the gospel, have dared to defy human laws they judge unjust or inhumane and therefore contrary to God’s will. For these Christians, civil disobedience is a form of spirituality committed to the Kingdom of God and its justice. Just as there is a sizeable evangelical majority wedded to political quietism, there is also an active, prophetic minority that relies on Acts 5:29: “We must obey God rather than men.”

During the Guatemalan civil war, thousands of Indigenous people embraced the gospel. Far from the simplistic narrative that tars every evangelical church as an ally of the military regimes, numerous rural congregations actively resisted forced recruitment and the army’s creation of civil defense patrols. Because they refused to collaborate with any armed faction, these communities endured threats, displacement, and massacres. Their rejection of armed participation sprang from a faith that reveres human life and from a hope rooted in the justice of the Kingdom proclaimed by Jesus.

Amid the Colombian civil war, the San José de Apartadó Peace Community declared itself in non-violent civil resistance. Rejecting any relationship with guerrillas, paramilitaries, or state forces, its Anabaptist-inspired stance was radical: no weapons, no benefits from armed actors, and no military presence on its land. The cost was crushing—assassinations, displacement, and stigmatization—yet the community has been hailed worldwide as a living model of Christian ethics. Even in the face of death, its members held fast to their conviction that every human life, however humble, is worthy of honor.

In 2016 a diverse group of pastors, theologians, and Brazilian evangelical leaders formed the Frente de Evangélicos por el Estado de Derecho (Evangelical Front for the Rule of Law). They arose in response to the electoral instrumentalization of the gospel by powerful interests. Under the banner “faith and justice,” they have issued statements and led campaigns against racism, police violence, militarization, and corruption. They explicitly invoke obedience to God as the yardstick for peaceful resistance to policies that harm the poor, Indigenous peoples, and human rights. In Brazil, where the evangelical vote is often linked to the far right, their voice constitutes a dissent grounded in applying the Sermon on the Mount to contemporary reality.

During the military dictatorships in Argentina, the Movimiento por los Derechos Humanos (Human Rights Movement)—which included both Protestant and evangelical participants—became a Christian voice denouncing disappearances, torture, and murder. Some pastors went further, hiding and protecting persecuted human-rights defenders. Their resistance was not massive, but it was profoundly significant: they refused to bow to the silence imposed by terror, invoking their Christian duty to “weep with those who weep” and to defend the sanctity of life.

Under Pinochet in Chile, the Comité de Iglesias Cristianas (Committee of Christian Churches) brought together evangelical, Methodist, and Lutheran denominations to champion human rights and due process. Beyond providing legal aid and shelter to the persecuted, many pastors and laypeople refused to recite the official narrative, defied curfews to visit detainees, and organized prayer vigils for the disappeared. Despite threats and the very real prospect of violent repression, they upheld faith in the God who frees the oppressed and placed the gospel above authoritarian nationalism.

These examples show that resistance to injustice is not an anomaly but rather a radical obedience to the gospel and all its implications—grounded not in ideology, but in fidelity to Christian values.

Senior Pastor, Misión Cristiana Elim

EDH: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/iglesias-llorar-con-los-que-lloran-cristianos/1227928/2025/

Llorar con los que lloran

A menudo se asocia a las iglesias evangélicas con posturas conservadoras o «apolíticas», pero la historia ofrece otra cara: la de los creyentes que, motivados por el evangelio, se han atrevido a desobedecer leyes humanas por considerarlas injustas o inhumanas y, por tanto, contrarias a la voluntad de Dios. Para estos cristianos la desobediencia civil es una forma de espiritualidad comprometida con el reino de Dios y su justicia. De la misma manera que existe una mayoría de evangélicos ligados al quietismo político, también hay una minoría activa y profética que se basa en Hechos 5:29: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres».

Durante el conflicto armado guatemalteco miles de indígenas se convirtieron al evangelio. Muy lejos del relato simplista que vincula a todas las iglesias evangélicas con los regímenes militares, muchas comunidades evangélicas rurales resistieron activamente al reclutamiento forzado y al enrolamiento e imposición de los comités de autodefensa civil por parte del ejército. Como consecuencia de su negativa a colaborar con ninguno de los bandos armados, estas comunidades enfrentaron amenazas, desplazamientos y masacres. Su desobediencia a la participación armada se sustentaba en una fe que respeta y dignifica la vida humana y una esperanza en la justicia del reino de Dios proclamado por Jesús.

En el contexto del conflicto armado colombiano, la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, se declaró en resistencia civil y no violenta. Rechazaron cualquier relación con grupos armados, ya fueran guerrillas, paramilitares o fuerzas estatales. Su desobediencia, de fuerte inspiración anabautista, fue radical: no portar armas, no aceptar beneficios de ningún actor armado y no permitir presencia militar en sus territorios. El precio que tuvieron que pagar fue altísimo en la forma de asesinatos, desplazamientos y estigmatización, pero también han sido reconocidos internacionalmente como un ejemplo de ética cristiana encarnada. Aun enfrentando la muerte, mantuvieron íntegras sus convicciones de respeto y honra a toda vida humana por humilde que fuera su condición.

En 2016 un grupo diverso de pastores, teólogos y líderes evangélicos brasileños se organizaron alrededor de lo que se llama el Frente de Evangélicos por el Estado de Derecho. Surgieron como una reacción a la instrumentalización electoral del evangelio que suele hacerse en nuestros países por parte de sectores de poder. Bajo el lema «fe y justicia» se han pronunciado, desarrollado campañas y declaraciones públicas en contra del racismo, la violencia policial, la militarización y la corrupción. Ellos invocan explícitamente la obediencia a Dios como criterio para resistir pacíficamente a políticas que atentan contra los pobres, los indígenas y los derechos humanos. En Brasil, donde el voto evangélico suele asociarse con la extrema derecha, su voz representa una forma de disidencia evangélica que se basa en una aplicación del Sermón del Monte a la realidad presente.

 Durante las dictaduras militares en Argentina, el Movimiento por los Derechos Humanos, en el que participaron tanto protestantes como evangélicos, se convirtió en una voz que desde el cristianismo denunció activamente las desapariciones, las torturas y los asesinatos. Algunos pastores dieron un paso más ocultando y protegiendo a defensores de derechos humanos perseguidos. Su resistencia no fue masiva, pero sí profundamente significativa: se negaron a acatar el silencio impuesto por el terror invocando su deber cristiano de «llorar con los que lloran» y defendiendo la dignidad de la vida.

En Chile, durante la dictadura de Pinochet, el Comité de Iglesias Cristianas, se constituyó como una plataforma en la que participaron denominaciones evangélicas, metodistas y luteranas. Su trabajo se enfocó activamente en la defensa de los derechos humanos y el debido proceso. Además de brindar ayuda legal y refugio a los perseguidos, muchos pastores y laicos se negaron a repetir la narrativa oficial, desafiaron los toques de queda para asistir a los detenidos y organizaron vigilias de oración por los desaparecidos. A pesar de las amenazas y la posibilidad de una real represión violenta, conservaron su fe en el Dios que liberta a los oprimidos y colocaron el evangelio por encima del nacionalismo autoritario.

Los ejemplos mencionados muestran que la resistencia a lo injusto no es una excepción, sino más bien una obediencia radical al evangelio y a todas sus implicaciones. No por ideología, sino por fidelidad a los valores cristianos.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim

EDH: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/iglesias-llorar-con-los-que-lloran-cristianos/1227928/2025/