The president of El Salvador, Nayib Bukele, enjoys showing his mega-prison to leaders from other countries, who visit in search of inspiration. Christened the Terrorism Confinement Center (CECOT) and inaugurated in January 2023, the facility has space for 40,000 gang members. Sidestepping the questionable nature of Bukele’s iron-fist policy, visitors are apparently dazzled by the prison’s dystopian scenes. Some countries announced some time ago their desire to copy the facilities by also creating maximum-security centers for especially dangerous inmates, and others have recently expressed interest in sending some of their prisoners to El Salvador’s CECOT, following Trump’s example.
Ecuador, under the re-elected president Daniel Noboa, wants both. In his declared war on organized crime, which has quickly turned the country into one of the most dangerous in the region by becoming a major exit point for Colombian drugs, Noboa already initiated the construction of two maximum-security prisons in 2024. One is on the Pacific coast and the other in the country’s Amazonian interior, each with a capacity for about 800 inmates—far from CECOT’s capacity but similarly equipped with new technologies for guarding prisoners. Neither has been inaugurated yet.
Pressed by overcrowding in Ecuadorian prisons and the violence within them—between 2021 and 2024, 500 inmates died in brawls and riots—Noboa’s government is considering the possibility of sending prisoners to El Salvador, according to a U.S. diplomatic cable accessed by “The Washington Post.” Ecuador’s Interior Minister, John Reimberg, admits that Ecuadorian officials have visited CECOT but denies any plan is in place. In any case, he is “theoretically interested” in the possibility of sending foreign inmates to El Salvador who are not established in Ecuador and are linked to transnational criminal groups. The Constitution prohibits the transfer of Ecuadorian citizens to other countries without an extradition order (an option approved in a 2024 referendum), but it does not address foreign nationals.
Peru is considering something similar, as acknowledged by the country’s Minister of Justice, Juan Alcántara, with the aim of alleviating overcrowding in the Peruvian prison system.
It is not clear, however, that El Salvador is interested in becoming an American prison hub. It is one thing to accept prisoners sent from the United States, for whom the White House has committed to paying a significant sum ($6 million a year to house 260 inmates sent by Washington), and another to do the dirty work for neighbors with limited funds. In any case, Bukele may still find it beneficial to cultivate his image as a tough-on-crime leader and attract international attention on this issue.
The trend of exporting inmates that is beginning to emerge in some wealthy countries (it is not just the United States: Sweden announced at the beginning of the year that it wants foreign prisoners to serve their sentences abroad, although it initially plans for them to do so in their home nations, not in third countries) indicates a potential business opportunity, and all sources of income—and foreign currency—can be important for a small nation like El Salvador.
Sending prisoners to the neighboring country could be a solution for places like Honduras, which is also affected by maras and whose prisons have a 149% overcrowding rate. There, the government of Xiomara Castro has not decided to move forward with the construction of two new maximum-security prisons that were designed in imitation of El Salvador. Castro copied some of Bukele’s measures, such as the partial implementation of a state of exception, and in 2023 announced the construction of a prison on Swan Island in the Caribbean Sea with a capacity for 2,000 inmates. She even secured the environmental permit for the works, but they have been put on hold. The work for a second prison of this type, in a jungle area of the country, was never even started.
ABC Internacional: https://www.abc.es/internacional/carcel-bukele-gusta-presidentes-20250624111845-nt.html
La cárcel de Bukele gusta a otros presidents
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, gusta de enseñar su megacárcel a los dirigentes de otros países, que acuden allí en búsqueda de inspiración. Bautizado como Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) e inaugurado en enero de 2023, el lugar tiene espacio para 40.000 pandilleros. Orillando lo cuestionable de la política de mano dura de Bukele, los visitantes quedan al parecer deslumbrados por las escenas distópicas de la prisión. Algunos países ya anunciaron hace algún tiempo que desean copiar las instalaciones, creando también centros de máxima seguridad para reclusos especialmente peligrosos, y otros recientemente han expresado su interés en poder enviar algunos de sus reos al Cecot salvadoreño, siguiendo el ejemplo de Trump.
El Ecuador del reelegido presidente Daniel Noboa quiere ambas cosas. En su declarada guerra contra el crimen organizado, el cual ha convertido el país en poco tiempo en uno de los más peligrosos de la región al devenir en importante punto de salida de la droga colombiana, Noboa ya puso en marcha en 2024 la construcción de dos cárceles de máxima seguridad. Una en la costa del Pacífico y otra en el interior amazónico del país, cada una de ellas con capacidad para unos 800 reos, lejos de la que tiene el Cecot de Bukele pero igualmente dotada de nuevas tecnologías para la custodia de presos. Ninguna de las dos ha sido inaugurada todavía.
Apremiado por el hacinamiento de las cárceles ecuatorianas y la violencia que en ellas se registra –entre 2021 y 2024 murieron 500 reclusos en reyertas y motines– el Gobierno de Noboa baraja la posibilidad de enviar reos a El Salvador, según un cable diplomático estadounidense al que ha tenido acceso «The Washington Post». El ministro del Interior de Ecuador, John Reimberg, admite que funcionarios ecuatorianos han visitado el Cecot, pero niega que haya ningún plan al respecto. En cualquier caso, se muestra «teóricamente interesado» en la posibilidad de enviar a El Salvador reos extranjeros no arraigados en Ecuador y vinculados a grupos delictivos trasnacionales. La Constitución prohíbe la entrega a otros países de ciudadanos ecuatorianos si no existe una orden de extradición (esta opción fue admitida en un referéndum celebrado en 2024), pero no se pronuncia sobre los extranjeros.
Algo semejante está considerando Perú, según ha reconocido el ministro de Justicia del país, Juan Alcántara, con el objetivo de aliviar el hacinamiento del sistema penitenciario peruano.
No está claro, sin embargo, que a El Salvador le interese convertirse en ‘hub’ carcelario americano. Una cosa es acoger a presos enviados desde Estados Unidos, por los que la Casa Blanca se ha comprometido a pagar una suma importante (6 millones de dólares al año por acoger a 260 reos remitidos por Washington), y otra hacerle el trabajo sucio a vecinos con pocos fondos. De todos modos, a Bukele tal vez pueda seguir conviniéndole cuidar su imagen de dirigente duro contra el crimen y atraer la atención internacional en esta cuestión.
La tendencia a exportar reos que comienza a darse en algunos países ricos (no solo es Estados Unidos: Suecia anunció a comienzos de año que quiere que encarcelados extranjeros cumplan las penas en el exterior, aunque en principio proyecta que lo hagan en sus naciones de origen, no en terceros países) indica que aquí existe un posible negocio, y todas las fuentes de ingresos –y de divisas– pueden ser importantes para una pequeña nación con El Salvador.
El llevar presos al país vecino puede ser una solución para lugares como Honduras, igualmente afectado por las maras y cuyas prisiones tienen una tasa de hacinamiento del 149%. Allí el Gobierno de Xiomara Castro no se ha decidido a llevar adelante la construcción de dos nuevas prisiones de máxima seguridad que se habían ideado a imitación de El Salvador. Castro copió algunas de las medidas de Bukele, como la aplicación parcial de estado de excepción, y en 2023 anunció la construcción de una cárcel en la isla del Cisne, en el mar Caribe, con capacidad para 2.000 reclusos e incluso procuró la licencia ambiental para las obras, pero estas han quedado en suspenso. Los trabajos para una segunda prisión de estas características, en una zona selvática del país, ni siquiera se iniciaron.
ABC Internacional: https://www.abc.es/internacional/carcel-bukele-gusta-presidentes-20250624111845-nt.html