Persecute to Avoid Being Persecuted — Perseguir para no ser perseguido

Jun 21, 2025

Bukele has no other platform than to remain in power by any means necessary. He lost that novelty long ago, if it ever existed at all. — Bukele no tiene más propuesta que permanecer a como dé lugar. La novedad la extravió hace tiempo, si es que alguna hubo alguna vez.

Cloaked in honorability, Bukele lashed out again at his critics—this time, against those who identified his prosecutors, his judges, and his trolls. He threatened to imprison them as criminals under the state of exception. No one doubts the threat is credible. Shortly thereafter, ProPublica shattered that honorability by disclosing the results of an investigation carried out by U.S. federal agents, who found real crimes, not imaginary ones. Ironically, the investigation was requested by first-term Trump. Life is full of surprises.

Several U.S. government agencies formed a federal task force to investigate MS-13. The agents soon broadened the scope of the inquiries to include Bukele, his relatives, and fourteen of his high-ranking officials. They found solid evidence to accuse them of money laundering, diverting USAID funds to the gangs, negotiating with them, obstructing prosecutorial and judicial action, and hindering the federal task force’s own investigations. These accusations are not capricious, like Bukele’s. They are backed by documents and testimony from former and current U.S. officials.

The task force also found evidence of a conspiracy to cover up the pact with MS-13. Bukele’s officials disappeared the leaders. Four of them, wanted by federal agents for homicide, were removed from prison. They helped others escape. The extradition of those who remained in custody was blocked by Bukele’s justices and prosecutor. Some of the detained gang members are accused of murdering U.S. citizens and conspiring to murder an FBI agent. In the federal investigation, Bukele appears as a protector of the gang leaders.

Securing the leadership familiar with the pact that brought him to power and made it easier for him to govern in his first years is essential for his survival. He only consents to the extradition of those leaders who are uninvolved in his dealings with the gang leadership. Bukele knows that the federal task force gathered evidence that could be used to support criminal charges and cause him irreparable political damage. He averted the danger by getting Trump to return the leaders who were being prosecuted in U.S. courts. Consequently, prosecutors dropped the charges, citing national security and foreign policy reasons. The ambassador in Washington hailed the decision as a great diplomatic achievement. Bukele can rest easy. The federal task force’s findings will likely not put him in the dock, but they further darken a leadership that until recently seemed irresistible.

Democratic senators from Maryland, Virginia, and California, who oppose funding Bukele’s prisons with U.S. taxes, have further damaged his reputation. They requested to block the U.S.-based properties of twelve of Bukele’s officials, to cancel or deny their visas, and to bar them from financial transactions. The list is headed by his vice president, includes several ministers, and concludes with the attorney general and the president of the central bank. They also call for using U.S. power in international institutions to suspend financial assistance to the country. The request is unlikely to succeed, but it further darkens the clouds gathering over Bukele’s image abroad.

And, for the second consecutive week, The Economist went on the attack again. This time, comparing him to the president of Ecuador, it dismisses him as “emboldened” or a “bully.” Although they are often linked due to their youth, penchant for social media, and confrontation with organized crime, the Ecuadorian rejects the similarity as absurd, because he is interested in strengthening public education and health and creating jobs for vulnerable youth.

The purge of justices and prosecutors and the harassment and intimidation of the Salvadoran officials who investigated Bukele, his relatives, and his officials—and who also collaborated with the federal agents—have failed to cover up the rot. The evidence gathered by federal agents calls into question his reputation as the scourge of the gangs. The new revelations corroborate the pact with them and the regime’s corruption.

The agreement with Trump halted the multimillion-dollar federal investigation and its potential judicial consequences, but not the political ones. Bukele is consumed by a dictatorship with no vision. Even the security to which he owes his fame is dependent on concealing the unspeakable origin of his power. And his honesty, another value once highlighted, has been shattered by journalistic investigations.

Worn down and trapped, he has adopted the principle that the best defense is a good offense. He persecutes to avoid being persecuted. The incredible new developments he has so often promised have very little chance of materializing. Bukele has no other platform than to remain in power by any means necessary. He lost that novelty long ago, if it ever existed at all.

Director, Monseñor Romero Center (UCA)

EDH: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/nayib-bukele-perseguir-para-no-ser-perseguido/1226430/2025/

Perseguir para no ser perseguido

Revestido de honorabilidad, Bukele arremetió de nuevo contra sus críticos. Esta vez, contra quienes identificaron a sus fiscales, sus jueces y sus troles. Los amenazó con encarcelarlos bajo el régimen de excepción por delincuentes. Nadie duda de la verosimilitud de la amenaza. Poco después, ProPublica dejó maltrecha esa honorabilidad, al divulgar los resultados de una investigación llevada a cabo por agentes federales de Estados Unidos, que encontraron delitos reales, no imaginarios. Irónicamente, la investigación fue solicitada por el Trump del primer mandato. La vida siempre sorprende.

Varias agencias gubernamentales de Estados Unidos integraron una comisión federal para investigar a la MS-13. Pronto, los agentes ampliaron el horizonte de las averiguaciones para incluir a Bukele, a sus parientes y a catorce de sus altos funcionarios. Encontraron pruebas sólidas para acusarlos de lavar dinero, de desviar fondos de la AID a las pandillas, de negociar con ellas, de impedir la acción fiscal y judicial y de obstaculizar las averiguaciones de la propia comisión federal. Estos señalamientos no son caprichosos, como los de Bukele. Están respaldados por documentos y testimonios de funcionarios estadounidenses antiguos y actuales.

La comisión también halló evidencia de la conspiración para encubrir el pacto con la MS-13. Los funcionarios de Bukele desaparecieron a los líderes. A cuatro, buscados por los agentes federales por homicidio, los sacaron de la cárcel. A otros los ayudaron a fugarse. La extradición de los que permanecían detenidos fue impedida por los magistrados y el fiscal de Bukele. Algunos de los pandilleros detenidos están acusados del asesinato de ciudadanos estadounidenses y de conspirar para asesinar a un agente del FBI. En la investigación federal, Bukele aparece como valedor de los líderes de las pandillas.

Poner a buen recaudo al liderazgo familiarizado con el pacto que lo llevó al poder y le facilitó gobernar en los primeros años es esencial para su sobrevivencia. Solo consiente en la extradición de aquellos líderes ajenos a sus tejemanejes con la cúpula de las pandillas. Bukele sabe que la comisión federal reunió pruebas que pueden ser usadas para respaldar acusaciones penales y causarle daños políticos irreparables. Conjuró el peligro al conseguir que Trump le devolviera a los líderes procesados en los tribunales estadounidenses. En consecuencia, los fiscales retiraron los cargos alegando razones de seguridad nacional y política exterior. La embajadora en Washington saludó la decisión como un gran logro diplomático. Bukele puede descansar tranquilo. Los hallazgos de la comisión federal probablemente no lo sentarán en el banquillo de los acusados, pero ensombrecen aún más un liderazgo hasta hace poco aparentemente irresistible.

Los senadores demócratas de Maryland, Virginia y California, contrarios a financiar con los impuestos estadounidenses las cárceles de Bukele, profundizaron el desprestigio. Solicitaron bloquear las propiedades en suelo estadounidense de doce funcionarios de Bukele, cancelarles o negarles la visa e impedirles las transacciones económicas. La lista la encabeza su vicepresidente, la engrosan varios ministros y concluye con el fiscal general y el presidente del banco central. Además, piden usar el poder estadounidense en las instituciones internacionales para suspender la asistencia financiera al país. La petición difícilmente prosperará, pero oscurece aún más los nubarrones que se ciernen sobre la imagen de Bukele en el exterior.

Y, por segunda semana consecutiva, The Economist volvió a la carga. En esta ocasión, al comprarlo con el presidente de Ecuador, lo descalifica como “envalentonado” o “perdonavidas”. Aunque es frecuente relacionarlos por la juventud, la afición a las redes digitales y el enfrentamiento con el crimen organizado, el ecuatoriano rechaza como absurda la similitud, porque a él le interesa fortalecer la educación y la salud públicas y crear empleo para la juventud vulnerable.

La purga de los magistrados y los fiscales y el acoso y la intimidación de los funcionarios salvadoreños que investigaron a Bukele, sus parientes y sus funcionarios, y que también colaboraron con los federales no han conseguido encubrir la podredumbre. La evidencia reunida por los agentes federales pone en entredicho su fama de azote de las pandillas. Las nuevas revelaciones corroboran el pacto con ellas y la corrupción del régimen. 

El acuerdo con Trump detuvo la millonaria investigación federal y sus posibles consecuencias judiciales, pero no las políticas. Bukele se consume en una dictadura sin propuesta. Incluso la seguridad a la que debe su fama está en función del ocultamiento del origen inconfesable de su poder. Y la honestidad, otro valor destacado antaño, ha quedado hecha añicos por las investigaciones periodísticas.

Desgastado y atrapado, se apropió del principio que reza que la mejor defensa es el ataque. Persigue para no ser perseguido. Las increíbles novedades tantas veces prometidas tienen muy pocas posibilidades para concretarse. Bukele no tiene más propuesta que permanecer a como dé lugar. La novedad la extravió hace tiempo, si es que alguna hubo alguna vez.

Director Centro Monseñor Romero (UCA)

EDH: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/nayib-bukele-perseguir-para-no-ser-perseguido/1226430/2025/