Tiny El Salvador wasn’t accustomed to having a leader whose name was widely known outside its borders, but President Nayib Bukele’s political ascendancy has been all about launching himself to international stardom.
Eschewing a suit and tie for unbuttoned shirts, backwards baseball caps and aviators, he’s the millennial whose iron fist banished the gangs that had terrorized his country. This gave him folk-hero status in Latin America, and his offer to house deportees from the U.S. in his megaprison granted him global stature. Secretary of State Marco Rubio called the offer an “act of extraordinary friendship.”
Through flashy videos, defiant social media posts and the adulation of the American far-right, Bukele has built a reputation as the ultimate crime fighter.
The gang members who were once his allies tell a different story.
Salvadoran journalists from the investigative outlet El Faro revealed some years ago that high-ranking officials in Bukele’s administration met with gang leaders to negotiate a drop in homicides in exchange for financial benefits and control of more territory. The deal was confirmed by U.S. officials in a 2022 federal indictment against gang leaders.
When the truce fell apart that year, Bukele initiated a crackdown that swept gang members but also jailed an untold number of innocent Salvadorans without due process.
Earlier this year, El Faro dropped another bombshell. One gang leader told the outlet, on video, that his criminal group had struck a deal with Bukele’s party to help him win his election as mayor of San Salvador, in 2015. Another gang member hinted to El Faro that the homicide rate started sliding downward in part because the gang did a better job hiding the bodies.
El Faro’s revelations have been a persistent headache for Bukele, but this time, the president has had enough. After The Economist cited El Faro’s report and called Bukele a “despot” in a recent opinion piece, Bukele exploded. In a speech, he said he didn’t care if the press called him “a dictator,” accusing journalists of spreading lies and playing semantics.
Bukele prefers ad hominem attacks to disputing the information that he claims is a lie. According to news reports, seven El Faro journalists fled the country after learning that the Bukele administration was preparing warrants for their arrests. Last month, the government arrested an anti-corruption lawyer from a prominent civil society group, accusing her of participating in embezzlement earlier in her career — a charge she denies.
To fully kneecap those pesky NGOs trying to hold him accountable, Bukele’s supporters in the Salvadoran Legislature passed a law that labels groups that receive foreign funds as “foreign agents,” subjecting them to a 30% tax.
Bukele’s fist comes down on whoever stands in his way, whether they be the gangs that once were his allies, civil rights defenders or the press.
We don’t understand why Bukele lashed out at journalists for calling him a tyrant. He once called himself “the world’s coolest dictator.” And this is the man Rubio calls our friend?
The Dallas Morning News: https://www.dallasnews.com/opinion/editorials/2025/06/09/will-nayib-bukele-sweep-his-critics-into-prison-along-with-the-gangs/
¿Meterá Nayib Bukele a sus críticos en la cárcel junto con las pandillas?
El pequeño El Salvador no estaba acostumbrado a tener un líder cuyo nombre fuera ampliamente conocido fuera de sus fronteras, pero el ascenso político del presidente Nayib Bukele se ha centrado en lanzarse al estrellato internacional.
Rechazando el traje y la corbata por camisas desabotonadas, gorras de béisbol al revés y gafas de aviador, es el millennial cuyo puño de hierro desterró a las pandillas que habían aterrorizado a su país. Esto le dio estatus de héroe popular en América Latina, y su oferta de alojar a deportados de EE. UU. en su megacárcel le otorgó talla mundial. El secretario de Estado Marco Rubio calificó la oferta como un “acto de extraordinaria amistad”.
A través de videos llamativos, publicaciones desafiantes en redes sociales y la adulación de la ultraderecha estadounidense, Bukele se ha forjado una reputación como el máximo luchador contra el crimen.
Los pandilleros que alguna vez fueron sus aliados cuentan una historia diferente.
Periodistas salvadoreños del medio de investigación El Faro revelaron hace algunos años que altos funcionarios del gobierno de Bukele se reunieron con líderes de pandillas para negociar una reducción de los homicidios a cambio de beneficios económicos y el control de más territorio. El pacto fue confirmado por funcionarios estadounidenses en una acusación federal de 2022 contra líderes de las pandillas.
Cuando la tregua se rompió ese año, Bukele inició una ofensiva que barrió con los pandilleros, pero también encarceló a un número incalculable de salvadoreños inocentes sin el debido proceso.
A principios de este año, El Faro soltó otra bomba. Un líder pandillero dijo al medio, en video, que su grupo criminal había llegado a un acuerdo con el partido de Bukele para ayudarlo a ganar la elección para alcalde de San Salvador en 2015. Otro pandillero insinuó a El Faro que la tasa de homicidios comenzó a descender en parte porque la pandilla hizo un mejor trabajo ocultando los cuerpos.
Las revelaciones de El Faro han sido un persistente dolor de cabeza para Bukele, pero esta vez, el presidente se hartó. Después de que The Economist citara el reportaje de El Faro y calificara a Bukele de “déspota” en un reciente artículo de opinión, Bukele estalló. En un discurso, dijo que lo tenía sin cuidado que la prensa lo llamara “dictador”, y acusó a los periodistas de difundir mentiras y jugar con la semántica.
Bukele prefiere los ataques ad hominem a rebatir la información que, según él, es mentira. Según informes de prensa, siete periodistas de El Faro huyeron del país tras enterarse de que el gobierno de Bukele estaba preparando órdenes de arresto en su contra. El mes pasado, el gobierno arrestó a una abogada anticorrupción de un destacado grupo de la sociedad civil, acusándola de participar en malversación de fondos al principio de su carrera, una acusación que ella niega.
Para neutralizar por completo a esas molestas ONG que intentan exigirle responsabilidades, los partidarios de Bukele en la Asamblea Legislativa de El Salvador aprobaron una ley que etiqueta a los grupos que reciben fondos extranjeros como “agentes extranjeros”, sometiéndolos a un impuesto del 30 %.
El puño de Bukele cae sobre cualquiera que se interponga en su camino, ya sean las pandillas que alguna vez fueron sus aliadas, los defensores de los derechos civiles o la prensa.
No entendemos por qué Bukele arremetió contra los periodistas por llamarlo tirano. Una vez se autodenominó “el dictador más ‘cool’ del mundo”. ¿Y este es el hombre al que Rubio llama nuestro amigo?
The Dallas Morning News: https://www.dallasnews.com/opinion/editorials/2025/06/09/will-nayib-bukele-sweep-his-critics-into-prison-along-with-the-gangs/