The recent repressive escalation in El Salvador has completely stripped its president of the ‘cool’ image he sought to project. His true nature is that of an arbitrary autocrat who tries to impose himself by any means necessary.
A series of actions undertaken in recent weeks have finished stripping Nayib Bukele of the ‘cool’ mask with which he intended to partly conceal the dictatorship he is imposing step by step in El Salvador. As it has disappeared, it has revealed his true face: that of an arbitrary and predatory autocrat who, in addition to tightly controlling all branches of government, is incapable of tolerating the slightest questioning or the most modest show of popular frustration.
As the popularity he enjoyed due to the effective brutality of his security policy deteriorates, and, conversely, discontent grows among broad sectors over worsening living conditions, he has responded by intensifying persecution and repression. His targets have been multiple, and we do not doubt that he will take action against any others who question his power in the future.
On the 7th of this month, several bus operators were detained for not obeying the order to provide free transportation promised by Bukele as a populist measure to “compensate” the population for a highway closure due to landslides. One of them, José Roberto Jaco Carranza, 64, died five days later under murky circumstances while in custody. The others were released, with precautionary measures, last Thursday.
On the 12th, the Police violently dispersed a demonstration of plot holders affiliated with the El Bosque cooperative, who protested near Bukele’s opulent residence to ask him to intervene on their behalf and prevent their eviction from the lands they occupied. Their plea was ignored. Several were detained, including their president, evangelical pastor José Ángel Pérez, who has not yet been released.
Last Sunday, the renowned lawyer Ruth Eleonora López, head of the Anti-Corruption and Justice Unit of Cristosal (a civil human rights defense organization), was arrested by the Police late at night. She is accused of false charges of embezzlement, but what is truly being held against the woman whom the BBC of London highlighted last year as one of the “100 most inspiring and influential women of 2024” are her civic activities in defense of public honesty and individual dignity. She remained incommunicado until Thursday, when she received a brief visit from her defender, but she is still in prison.
On Tuesday the 20th, the Legislative Assembly, under the absolute control of the presidential party, expeditiously and without discussion approved a so-called Foreign Agents Law, almost identical to the one imposed five years ago by Daniel Ortega’s dictatorship. On one hand, it levies a 30% tax on donations received from abroad by non-governmental organizations (NGOs) or media outlets; on the other, it grants the government the power to decide, with no possible appeal, which ones can operate in the country.
The intention could not be clearer: plain and simple, to dismantle the already weak institutional structure that channels independent information and civil society grievances. Without adequate support from foundations or external democratic governments, it will be almost impossible for them to carry out their work.
The measure was announced by Bukele after the peasant protest in front of his home. Among its main targets is the media outlet El Faro, which conducts independent and investigative journalism. A few days ago, its director, Carlos Dada, reported receiving an alert about possible arrest warrants for seven of its journalists, after they broadcast statements from two leaders of the Barra 18 gang regarding past negotiations with Bukele’s delegates to support him politically. Several of the journalists had to leave the country as a precautionary measure.
All these events, in addition to constant covert pressures against businesspeople, political leaders, and activists of all kinds, are occurring amid the state of exception declared since 2022, which has suspended a series of civil and political rights. Its justification was the fight against gangs, but it has been maintained despite the “victory” long declared by the autocrat. This means the real purpose is to facilitate repressive arbitrariness.
To the nation’s shame, this is the character whom President Rodrigo Chaves received with full honors last November, awarded him the Juan Mora Fernández decoration, accompanied him in the proposal to establish an undefined “league” of nations, and offered him a state dinner that cost 15 million colones, paid for by the Banco Centroamericano de Integración Económica (Central American Bank for Economic Integration, BCIE). He is also the one who fueled the murky mirage of a “mega-prison” in our territory.
We hope he does not inspire other, less confessable, intentions.
Nayib Bukele sin mascara
La reciente escalada represiva en El Salvador ha despojado por completo a su presidente de la imagen ‘cool’ que quiso proyectar. Su verdadera naturaleza es la de un autócrata arbitrario que trata de imponerse a como haya lugar
Una serie de acciones emprendidas durante las últimas semanas han terminado de despojar a Nayib Bukele de la máscara cool con la que pretendía ocultar en parte la dictadura que impone paso a paso en El Salvador. Al desaparecer, ha revelado su verdadero rostro: el de un autócrata arbitrario y depredador que, además de controlar férreamente todos los poderes del Estado, es incapaz de tolerar el más mínimo cuestionamiento o la más modesta muestra de frustración popular.
Conforme se deteriora la popularidad de que ha gozado por la eficaz brutalidad de su política de seguridad y, al contrario, crece el descontento entre amplios sectores por el deterioro en las condiciones de vida, ha respondido mediante el recrudecimiento de las persecuciones y la represión. Sus blancos han sido múltiples, y no dudamos de que la emprenderá contra cualesquiera otros que cuestionen su poder en el futuro.
El 7 de este mes, varios empresarios de autobuses fueron detenidos por no obedecer la orden de brindar el transporte gratuito prometido por Bukele como una medida populista para “compensar” a la población por el cierre de una carretera, debido a derrumbes. Uno de ellos, José Roberto Jaco Carranza, de 64 años, falleció cinco días después, en turbias circunstancias, mientras permanecía en custodia. Los restantes quedaron en libertad, con medidas cautelares, el pasado jueves.
El día 12, la Policía dispersó con violencia una manifestación de parceleros afiliados a la cooperativa El Bosque, quienes se manifestaron cerca de la opulenta residencia de Bukele para pedirle que interviniera a su favor y evitara el desalojo de las tierras que ocupaban. Su clamor fue desoído. Varios fueron detenidos, entre ellos su presidente, el pastor evangélico José Ángel Pérez, quien aún no ha sido liberado.
El domingo pasado, la reconocida abogada Ruth Eleonora López, jefa de la Unidad de Anticorrupción y Justicia de Cristosal, organización civil defensora de los derechos humanos, fue apresada por la Policía a altas horas de la noche. Se le achacan falsos cargos de peculado, pero lo que en verdad le cobran a quien la BBC de Londres destacó el año pasado como una de las “100 mujeres más inspiradoras e influyentes del 2024”, son sus actividades cívicas en defensa de la honestidad pública y la dignidad individual. Permaneció incomunicada hasta el jueves, cuando recibió una breve visita de su defensor, pero aún sigue en prisión.
El martes 20, la Asamblea Legislativa, bajo absoluto dominio del partido presidencial, aprobó en forma expedita y sin discusión una llamada Ley de Agentes Extranjeros, casi idéntica a la impuesta hace cinco años por la dictadura de Daniel Ortega. Por un lado, grava con un impuesto del 30% a las donaciones que reciban del exterior las organizaciones no gubernamentales (ONG) o medios de comunicación; por otro, otorga al gobierno la potestad de decidir, sin apelación posible, cuáles podrán trabajar en el país.
La intención no puede ser más clara: simple y llanamente, desmantelar la de por sí débil estructura institucional que canaliza información independiente y reclamos de la sociedad civil. Sin adecuado apoyo de fundaciones o gobiernos democráticos externos, les será casi imposible realizar su trabajo.
La medida fue anunciada por Bukele luego de la protesta campesina frente a su casa. Entre sus principales blancos está al medio El Faro, que realiza un periodismo independiente y de denuncia. Hace pocos días, su director, Carlos Dada, denunció haber recibido una alerta sobre posibles órdenes de captura contra siete de sus periodistas, luego de que difundieran declaraciones de dos líderes de la pandilla Barra 18, sobre negociaciones sostenidas en el pasado con delegados de Bukele para apoyarlo políticamente. Varios de los periodistas debieron abandonar el país, como medida precautoria.
Todos estos hechos, además de constantes presiones soterradas contra empresarios, dirigentes políticos y activistas de todo tipo, ocurren en medio del estado de excepción declarado desde 2022, que ha suspendido una serie de derechos civiles y políticos. Su justificación fue la lucha contra las pandillas, pero se ha mantenido a pesar de la “victoria” declarada desde hace tiempo por el autócrata. Esto quiere decir que el propósito real es facilitar la arbitrariedad represiva.
Para vergüenza nacional, este es el personaje a quien el presidente Rodrigo Chaves recibió con todos los honores en noviembre pasado, le otorgó la condecoración Juan Mora Fernández, acompañó en la propuesta de establecer una indefinida “liga” de naciones, y le ofreció una cena de Estado que costó ¢15 millones, sufragados por el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). Es también el que estimuló el turbio espejismo de una “megacárcel” en nuestro territorio.
Esperamos que no inspire otras intenciones, menos confesables.