Bukele’s Security Miracle Hasn’t Made El Salvador Prosper — El milagro de seguridad de Bukele no ha hecho prosperar a El Salvador

May 7, 2025

Commerce doesn’t follow authoritarianism long. — El comercio no sigue al autoritarismo por mucho tiempo.

After winning a second term as president of El Salvador in 2024, Nayib Bukele pledged to translate security gains into prosperity for the country. Achieving this seemed reasonable. After all, for years, the prevalence of extortion and violence in El Salvador had been a major impediment to growth, reflecting a larger trend in Latin America, where insecurity is estimated to set the region’s economies back by nearly 3.5% of GDP.

But in spite of the impressive turnaround in security, underscored by the sharp drop in homicides since 2015, when El Salvador had one of the world’s highest homicide rates, El Salvador has not been able to get on a positive economic trajectory. Poverty has actually increased during the past few years, in which the country has experienced the most dramatic security improvements. The World Bank now projects El Salvador’s 2025 growth to be the lowest in Central America.

Facing high unemployment, Salvadorans have continued to migrate to the United States in large numbers — slowed only in recent months as a result of stricter U.S. border policies — revealing a lack of confidence in the country’s direction. Bukele’s ambitious vision of transforming El Salvador into a Central American version of Singapore, a one-party state with a flourishing market economy, seems far off.

Bukele’s success in restoring safety to El Salvador’s streets has earned him immense popularity in El Salvador and international recognition. However, the extreme measures he took to subdue street gangs have not given way to any easing of mano dura policies. Instead, El Salvador is entering its fourth year of a “state of exception” in which police can arrest suspects without due process. The country now has the highest incarceration rate in the world, and more than 85,000 alleged criminals are detained indefinitely without warrants or trial dates.

It is largely Bukele’s actions that have stacked the deck against an economic recovery. Bukele has continued to concentrate power, eliminating any restraints on his capricious style of governing, including by replacing Supreme Court judges with loyalists in 2021. Moreover, he has squandered political capital by pursuing flashy initiatives instead of working on the fundamental reforms the country needs. This has raised concerns about the country’s long-term stability and rule of law and doubts about Bukele’s priorities.

Although he campaigned as an anti-corruption outsider, Bukele’s government has acted with increasing lack of transparency, and he has failed to meaningfully address El Salvador’s entrenched corruption networks. The government has awarded lucrative government contracts to political allies through noncompetitive processes. Bukele has eliminated or expelled key anti-corruption bodies, such as the Secretary of Transparency and Anti-Corruption, the anti-corruption unit of the Ministry of Finance, and the U.S.-backed International Commission Against Impunity in El Salvador.

Rather than implementing fundamental reforms to make El Salvador an easier place to do business, Bukele has repeatedly pursued questionable policies with limited economic benefit. His adoption of bitcoin as legal tender in 2021 alienated institutional investors and triggered credit downgrades, with the International Monetary Fund conditioning a new $1.4 billion financial assistance program on the dissolution of El Salvador’s $500 million Strategic Bitcoin Reserve Fund.

Similarly, Bukele’s courting of China yielded a state visit with President Xi Jinping in 2019 and some high-profile infrastructure projects — including a new national library and a soccer stadium scheduled for completion in 2027 — but failed to shift the dynamics of a lopsided trading relationship in which China’s exports to El Salvador have grown consistently while El Salvador’s exports to China have mostly declined. Despite early discussions about a free trade agreement in 2024, there is no plan for resumption of negotiations.

Most recently, Bukele has turned his entrepreneurial instincts to renting El Salvador’s prison capacity to the United States to house deported migrants for a reported $6 million, a paltry sum considering the legal and reputational risk involved. The detention agreement, a high-profile partnership that provides little benefit for his country but brings him close to a powerful leader, is emblematic of Bukele’s governing style, which prioritizes image over delivering benefits to Salvadorans.

El Salvador’s persistent economic woes underscore the central weakness of authoritarian approaches to crime. Once governments choose security policies that undermine rule of law and erode institutions, the imperative to maintain security gains invites the increasingly unrestrained exercise of power, which naturally deters investment and economic development.

Don’t expect El Salvador to become an economic success story; the power and stardom that Bukele enjoys ensure that his country will remain poor, with Bukele in the limelight.

Hudson Institute: https://www.hudson.org/human-rights/bukeles-security-miracle-hasnt-made-el-salvador-prosper-daniel-batlle

El milagro de seguridad de Bukele no ha hecho prosperar a El Salvador

Tras ganar un segundo mandato como presidente de El Salvador en 2024, Nayib Bukele se comprometió a traducir los avances en seguridad en prosperidad para el país. Lograrlo parecía razonable. Después de todo, durante años, la prevalencia de la extorsión y la violencia en El Salvador había sido un importante impedimento para el crecimiento, reflejando una tendencia más amplia en América Latina, donde se estima que la inseguridad frena las economías de la región en casi un 3,5 % del PIB.

Pero a pesar de la impresionante mejora en la seguridad, subrayada por la drástica caída de los homicidios desde 2015, cuando El Salvador tenía una de las tasas de homicidios más altas del mundo, El Salvador no ha podido encarrilarse en una trayectoria económica positiva. De hecho, la pobreza ha aumentado durante los últimos años, en los que el país ha experimentado las mejoras de seguridad más drásticas. El Banco Mundial ahora proyecta que el crecimiento de El Salvador en 2025 será el más bajo de Centroamérica.

Enfrentando un alto desempleo, los salvadoreños han seguido migrando a Estados Unidos en grandes cantidades —frenados solo en los últimos meses como resultado de políticas fronterizas estadounidenses más estrictas—, revelando una falta de confianza en el rumbo del país. La ambiciosa visión de Bukele de transformar El Salvador en una versión centroamericana de Singapur, un Estado de partido único con una economía de mercado floreciente, parece lejana.

El éxito de Bukele en restaurar la seguridad en las calles de El Salvador le ha valido una inmensa popularidad en El Salvador y reconocimiento internacional. Sin embargo, las medidas extremas que tomó para someter a las pandillas callejeras no han dado paso a una flexibilización de las políticas de mano dura. En cambio, El Salvador está entrando en su cuarto año de un “régimen de excepción” en el que la policía puede arrestar a sospechosos sin el debido proceso. El país tiene ahora la tasa de encarcelamiento más alta del mundo, y más de 85 000 presuntos delincuentes están detenidos indefinidamente sin órdenes judiciales ni fechas de juicio.

Son en gran medida las acciones de Bukele las que han puesto las cosas en contra de una recuperación económica. Bukele ha seguido concentrando el poder, eliminando cualquier freno a su estilo caprichoso de gobernar, incluso reemplazando a los magistrados de la Corte Suprema por leales en 2021. Además, ha despilfarrado capital político persiguiendo iniciativas llamativas en lugar de trabajar en las reformas fundamentales que el país necesita. Esto ha generado preocupaciones sobre la estabilidad a largo plazo y el Estado de derecho del país y dudas sobre las prioridades de Bukele.

Aunque hizo campaña como un outsider anticorrupción, el gobierno de Bukele ha actuado con una creciente falta de transparencia y no ha logrado abordar de manera significativa las arraigadas redes de corrupción de El Salvador. El gobierno ha adjudicado lucrativos contratos gubernamentales a aliados políticos a través de procesos no competitivos. Bukele ha eliminado o expulsado organismos clave anticorrupción, como la Secretaría de Transparencia y Anticorrupción, la unidad anticorrupción del Ministerio de Hacienda y la Comisión Internacional contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), respaldada por Estados Unidos.

En lugar de implementar reformas fundamentales para hacer de El Salvador un lugar más fácil para hacer negocios, Bukele ha seguido repetidamente políticas cuestionables con un beneficio económico limitado. Su adopción del bitcóin como moneda de curso legal en 2021 alejó a los inversores institucionales y provocó rebajas en la calificación crediticia, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) condicionó un nuevo programa de asistencia financiera de 1400 millones de dólares a la disolución del Fondo Estratégico de Reserva de Bitcóin de El Salvador, de 500 millones de dólares.

De manera similar, el cortejo de Bukele a China produjo una visita de Estado con el presidente Xi Jinping en 2019 y algunos proyectos de infraestructura de alto perfil —incluyendo una nueva biblioteca nacional y un estadio de fútbol cuya finalización está prevista para 2027—, pero no logró cambiar la dinámica de una relación comercial desigual en la que las exportaciones de China a El Salvador han crecido constantemente mientras que las exportaciones de El Salvador a China han disminuido en su mayor parte. A pesar de las conversaciones iniciales sobre un acuerdo de libre comercio en 2024, no hay ningún plan para reanudar las negociaciones.

Más recientemente, Bukele ha volcado sus instintos empresariales en alquilar la capacidad penitenciaria de El Salvador a Estados Unidos para albergar a migrantes deportados por una suma reportada de 6 millones de dólares, una cantidad insignificante considerando el riesgo legal y reputacional involucrado. El acuerdo de detención, una asociación de alto perfil que proporciona pocos beneficios a su país pero lo acerca a un líder poderoso, es emblemático del estilo de gobernar de Bukele, que prioriza la imagen sobre la entrega de beneficios a los salvadoreños.

Los persistentes problemas económicos de El Salvador subrayan la debilidad central de los enfoques autoritarios frente al crimen. Una vez que los gobiernos eligen políticas de seguridad que socavan el Estado de derecho y erosionan las instituciones, el imperativo de mantener los avances en seguridad invita al ejercicio cada vez más desenfrenado del poder, lo que naturalmente disuade la inversión y el desarrollo económico.

No espere que El Salvador se convierta en una historia de éxito económico; el poder y el estrellato de los que goza Bukele aseguran que su país seguirá siendo pobre, con Bukele en el centro de atención.

Hudson Institute: https://www.hudson.org/human-rights/bukeles-security-miracle-hasnt-made-el-salvador-prosper-daniel-batlle