The Price of Peace in El Salvador — El precio de la paz en El Salvador

May 3, 2025

President Bukele’s crackdown on gangs has brought peace and, for thousands of street sellers, upheaval. — La ofensiva del presidente Bukele contra las pandillas ha traído paz; y agitación para miles de vendedores ambulantes.

Eviction, for downtown street vendors here, was no surprise. It was a sentence they’d been waiting for.

Maritza Trejo first heard the rumors three years ago. As a safeguard, she managed to rent a place that she used as a warehouse for her merchandise. But it was still jarring when, in late February, she and other vendors received notice that they must vacate downtown within 72 hours. The notice came from the mayor’s office, part of a multiphase initiative to revitalize the area. The vendors were told that they’d be relocated, but that hasn’t happened.

Trejo has sold costume and antique jewelry, keychains and magnets in the downtown area for 25 years. But her bestsellers? Anything with President Nayib Bukele’s face on it.

Trejo knows firsthand that extortion and death once reigned over San Salvador. Bukele, who was mayor from 2015 to 2018, promised to end all that. When he ran for president in 2019, Trejo’s decision was easy.

“Who else would I vote for?” she asks.

Since Bukele’s election — and reelection in 2024 — the city center has transformed. Expensive restaurants have opened, and China donated US$54 million for a futuristic reconstruction of the National Library.

Vendors say Bukele has cleaned up the streets. They’re grateful that they no longer fear for their lives. But now, they fear for their livelihoods.

In her new location, Trejo struggles to attract customers.

“We sell every day, but before the eviction on a bad day we would sell US$300,” she says. “Since we moved, on the best day, we sold US$199 and on a bad day, US$11.”

So far, at least 2,500 vendors have been evicted in six of the 200 blocks that make up downtown. The remaining vendors know their notices will come any day.

“In making these decisions, there has been no discussion with the vendors, who have been there for decades,” says political scientist Carlos Monterroza.

Trejo’s eyes well as she recalls how Mario Durán, San Salvador’s mayor, campaigned on a promise that he’d support businesses like hers. His grandparents worked as vendors.

Weeks after she was forced out of the downtown, Trejo says the mayor’s words feel like a betrayal.

The heart of El Salvador

Light meets shadow in downtown San Salvador. Locals and tourists visit historic sites like the Metropolitan Cathedral and the National Palace, and sip beer in storied bars. Alongside souvenir vendors are those who sell produce, clothing, natural medicines and much more. Salvadorans from other neighborhoods used to come downtown to stock their own businesses.

“When I think of the center, I am not referring to the physical space; I am referring to what the center represents: the heart of El Salvador,” says Belén Goca, who promotes downtown businesses on TikTok. Vendors know that if she posts about them, the customers will come.

For decades, downtown was one of the most violent areas in the country. Gangs fought for control, and walking the wrong street could mean death. But in March 2022, after gang members killed 87 people, gunning down bystanders in streets across the country, Bukele declared a state of emergency, which severely curtailed civil liberties in the name of security. It’s still in effect.

Since the state of emergency began, the government reports that it’s detained more than 85,000 people. According to Human Rights Watch, 109,000 people are being held in a prison system meant for 70,000.

Since the mid-1980s to mid-1990s, when many countries in the region transitioned from military dictatorships to democratic governments, Latin Americans have associated democracy with the popular vote, says Monterroza, the political scientist.

Decades in, he says, it’s clear that some leaders who win elections shift toward authoritarianism once they’re in office. Under El Salvador’s regime, it’s easy for a person to be captured by police, processed and taken to a penal center — likely for good.

“This becomes,” Monterroza says, “a scheme to intimidate the population.”

In the early hours of Feb. 22, a vendor called Goca in tears over their eviction order. So she published a video of the vendors, talked about the impending evictions and encouraged shoppers to help.

“For me, it was not a political statement. It was not a protest,” Goca says. “It was in the hope that they wouldn’t take them down. Really, the only thought that went through my mind was, ‘How many people who love this place don’t know what’s going to happen?’”

Her videos made national news. That weekend, thousands came downtown to buy from the vendors, who auctioned their products for whatever they could get.

Vendors don’t feel ready to fight back, Goca says. They’re scared.

Two months ago, Salma Hernández’s daughter, a vendor, was evicted from the downtown area. Now, Hernández, who has a grocery stall, worries that the same will happen to her. She’s 59 and cares for her 70-year-old brother. Her business hasn’t been the same since the government launched the revitalization initiative. Where she once earned US$200 a day, she says, she might bring in just US$20.

At the same time, she says, she lives peacefully now, thanks to Bukele. She no longer lives with the uncertainty and danger that once pervaded downtown.

“Here, there’s democracy,” she says, “because democracy is when you’re happy.”

Global Press Journal: https://globalpressjournal.com/americas/el-salvador/price-peace-el-salvador/

El precio de la paz en El Salvador

El desalojo, para los vendedores ambulantes del centro de la ciudad, no fue sorpresa. Era una sentencia que ya se esperaban.

Maritza Trejo oyó los rumores por primera vez hace tres años. Como medida preventiva, logró alquilar un local que usaba como depósito para su mercadería. Pero aun así, fue impactante cuando, a finales de febrero, ella y otros vendedores recibieron una notificación que indicaba que debían desalojar el centro de la ciudad en 72 horas. La alcaldía envió la notificación como parte de una iniciativa por fases para revitalizar la zona. Les dijeron que serían reubicados, pero eso no ha ocurrido.

Durante los últimos 25 años, Trejo ha vendido bisutería, joyería antigua, llaveros e imanes en el centro de la ciudad. ¿Cuáles productos tienen más éxito? Aquellos con el rostro del presidente Nayib Bukele.

Trejo sabe de primera mano que la extorsión y la muerte antes gobernaban San Salvador. Bukele, quien fue alcalde de 2015 a 2018, prometió acabar con todo eso. Cuando este se postuló para la presidencia en 2019, la decisión de Trejo fue fácil.

“¿Por quién más votaría?”, pregunta.

Desde la elección de Bukele (y su reelección en 2024) el centro de la ciudad ha cambiado. Se han abierto restaurantes costosos, y China donó 54 millones de dólares estadounidenses para una reconstrucción futurista de la Biblioteca Nacional.

Los vendedores dicen que Bukele ha limpiado las calles. Están agradecidos de ya no tener que temer por sus vidas. Pero ahora, temen por su sustento.


En su nuevo local, Trejo batalla para atraer clientes.

“Vendemos todos los días, pero antes del desalojo en un día malo vendíamos 300 dólares”, dice. “Desde que nos mudamos, en el mejor día hemos vendido 199 dólares y, en un día malo, 11 dólares”.

Hasta la fecha, al menos 2,500 vendedores han sido desalojados de seis de las 200 cuadras que forman el centro. Quienes todavía están allí saben que su notificación puede llegar en cualquier momento.

“Para tomar esas decisiones no ha habido discusión con los vendedores, quienes han estado ahí por décadas”, dice el politólogo Carlos Monterroza.

Los ojos de Trejo se humedecen al recordar cómo Mario Durán, el alcalde de San Salvador, hizo campaña prometiendo que apoyaría a negocios como el suyo. Sus abuelos también fueron vendedores.

Semanas después de ser forzada a salir del centro de la ciudad, Trejo dice que las palabras del alcalde se sienten como una traición.

El corazón de El Salvador

La luz se mezcla con la sombra en el centro de San Salvador. Habitantes y turistas visitan sitios históricos como la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional, y toman cerveza en bares con historia. Junto a quienes venden souvenirs, están quienes ofrecen productos agrícolas, ropa, medicinas naturales y mucho más. Los salvadoreños de otros barrios solían acercarse al centro para abastecer sus propios negocios.

“Cuando pienso en el centro no me refiero al lugar físico, me refiero a lo que representa el centro: el corazón de El Salvador”, dice Belén Goca, quien promociona negocios del centro en TikTok. Los vendedores saben que si ella publica algo sobre ellos, los clientes llegan.

Durante décadas, el centro de la ciudad fue una de las zonas más violentas del país. Las pandillas peleaban por controlarlo, y caminar por la calle equivocada podía significar la muerte. Pero en marzo de 2022, después de que miembros de pandillas mataran a 87 personas, disparando contra transeúntes en calles de todo el país, Bukele declaró estado de emergencia, lo cual restringió rigurosamente las libertades civiles en nombre de la seguridad. Este estado sigue en vigencia.

Desde ese momento, el gobierno informa haber detenido a más de 85,000 personas. Según Human Rights Watch, 109,000 personas están presas en un sistema penitenciario diseñado para 70,000.

Desde mediados de los ochenta hasta mediados de los noventa, cuando muchos países de la región pasaron de dictaduras militares a gobiernos democráticos, los latinoamericanos empezaron a asociar democracia con el voto popular, dice Monterroza, el politólogo.

Décadas después, dice, está claro que algunos líderes que ganan elecciones se inclinan hacia el autoritarismo una vez en el poder. Bajo el régimen salvadoreño, es fácil que una persona sea capturada por la policía, procesada y llevada a un centro penal, probablemente por mucho tiempo.

“Esto se vuelve un esquema de amedrentamiento para la población”, dice Monterroza.

En la madrugada del 22 de febrero, un vendedor llamó llorando a Goca por su orden de desalojo. Por este motivo, Goca publicó un video de las personas afectadas, habló de los desalojos inminentes y animó a la gente a apoyarlas con sus compras.

“Para mí no fue un ‘statement’ político, no fue en carácter de protesta”, dice Goca. “Fue con la esperanza de que no los quitaran. En verdad, el único pensamiento que pasó por mi mente fue: ‘¿Cuánta gente que ama este lugar no sabe lo que va a pasar?’”.

Sus videos salieron en los noticieros nacionales. Ese fin de semana, miles de personas se acercaron al centro para comprarles a los vendedores, quienes subastaban sus productos al precio que fuera.

Los vendedores no se sienten listos para resistir, dice Goca. Tienen miedo.

Hace dos meses, la hija de Salma Hernández, quien vendía en el centro, fue desalojada. Ahora, Hernández, quien tiene un puesto de almacén, teme que le ocurra lo mismo a ella. Tiene 59 años y cuida a su hermano de 70. Su negocio ya no es el mismo desde que el gobierno lanzó la iniciativa de revitalización. Cuando antes ganaba 200 dólares al día, ahora dice que con suerte llega a 20 dólares.

A la vez, dice que ahora vive en paz gracias a Bukele. Ya no vive con la incertidumbre y el peligro que antes rondaban el centro.

“Acá hay democracia,” dice, “porque la democracia es cuando usted es feliz”.

Global Press Journal: https://globalpressjournal.com/americas/el-salvador/price-peace-el-salvador/es/