The transfer of undocumented Venezuelans and Salvadorans from the United States directly to the Terrorism Confinement Center (CECOT), a maximum-security prison in El Salvador, would show the international community that the leaders of both countries are flouting the law.
Since the issue was mentioned by Nayib Bukele in his meeting with U.S. Secretary of State Marco Rubio, until last Friday, the legality of deporting foreigners and nationals to CECOT has been a matter of legal debate, primarily involving federal judges in the U.S.
“We are seeing two leaders who are bypassing the laws of their countries, as well as democratic and oversight institutions, to decide who is guilty and who is innocent, without due process, disregarding fundamental rights,” Noah Bullock, executive director of Cristosal, told El Diario de Hoy.
On March 15, 2025, Trump invoked the Alien Enemies Act, dating back to 1798, to label members of the Tren de Aragua criminal gang as terrorists. Despite federal judge James Boasberg prohibiting the departure of flights carrying Venezuelan deportees while he decided the case, that same day, 238 people were sent to El Salvador, 23 of them Salvadorans and alleged MS-13 gang members.
The Washington D.C. Circuit Court of Appeals ruled in favor of maintaining the block on said law. However, other flights carrying more people were similarly sent to be imprisoned in the San Vicente mega-prison.
“It’s an alliance between two leaders seeking to normalize a security model based on fear, which stigmatizes entire groups and demands rights in exchange for security,” Bullock added.
To date, the Bukele government has not made public the agreement supporting the legality of imprisoning individuals who have not been tried for crimes in the country, and for which it would reportedly receive an annual payment of $6 million.
“But from a legal standpoint, these impositions by Trump leave the government of El Salvador highly compromised, because there is no clarity on the scope of measures such as the confinement of citizens from other countries in Salvadoran prisons,” opined lawyer Mauricio Maravilla.
He commented that, from a political perspective, Bukele accepts Trump’s impositions without reservation. “Rather, Trump’s style is to impose, and from January 20th to date, that is what we have seen in other matters of interest to him. I find no reason to think he would treat the Salvadoran president any differently,” he said.
He also believes that, voluntarily or not, Bukele has shown the world his way of operating: “Above the Constitution and the laws and with authoritarian measures that, sooner or later, could bring responsibilities upon him. He is showing the world what we in El Salvador have been experiencing internally for over three years with the state of exception.”
No Clarity on Oversight
Maravilla recalled that although prisons are administered by the Dirección General de Centros Penales (DGCP) (General Directorate of Penal Centers), their operation is monitored by Penitentiary Surveillance and Sentence Execution Judges, according to the Penitentiary Law.
“In this case, it is important to ask which court has jurisdiction over CECOT and what the actions of the judge will be to guarantee what the law establishes,” Maravilla said.
He questions whether the Penitentiary Surveillance Judge is fulfilling the duties granted by Article 37 of the law, such as monitoring “that there is no person illegally detained in penal centers.”
“That is to say, the judicial system should also take a stance on these aspects. Unfortunately, in the less-than-independent institutional dynamic that exists today in El Salvador, it is unlikely that the other branches of government will contradict the Executive,” Maravilla explained.
International Principles
The director of Cristosal also does not rule out that this Trump-Bukele alliance violates the principle of non-refoulement, which prevents transferring people to a country where they risk persecution, torture, or forced disappearance.
“Doing so also validates a prison system globally known for reports of torture, mistreatment, and the deaths of more than 368 people under state custody,” he affirmed.
For Maravilla, these actions, which clash with the Constitution and secondary laws, could compromise the Salvadoran state before international bodies.
First, by allowing citizens from other countries to enter Salvadoran prisons, without clarity on the legal status of these individuals.
“Secondly, because it is not providing guarantees of dignified treatment for these people, nor for the thousands upon thousands captured in recent years under the state of exception. And thirdly, because there is no legal instrument authorizing Salvadoran officials to admit citizens from other countries to serve prison sentences in El Salvador,” he pointed out.
But in the U.S., some judges have taken concrete actions, such as Judge Paula Xinis, who ordered the Trump administration to return a Salvadoran who was deported to CECOT despite having protective measures.
Trump y Bukele pasan por encima de las leyes con encarcelamientos en CECOT
El envío de venezolanos y salvadoreños indocumentados desde los Estados Unidos directamente al Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), una cárcel de máxima seguridad en El Salvador, mostraría ante la comunidad internacional que los mandatarios de ambos países pasan por encima de las leyes.
Desde que el tema fue mencionado por Nayib Bukele en su reunión con el secretario de Estado de los EE.UU., Marco Rubio, hasta el pasado viernes, la legalidad de la deportación de extranjeros y de connacionales al CECOT ha sido motivo de debate jurídico, principalmente por jueces federales del país norteamericano.
“Estamos viendo dos mandatarios que están pasando por alto las leyes de sus países, así como de las instituciones democráticas y de control para decidir quiénes son culpables y quiénes inocentes, sin debido proceso, en irrespeto a los derechos fundamentales”, dijo a El Diario de Hoy Noah Bullock, director ejecutivo de Cristosal.
El 15 de marzo de 2025, Trump invocó la Ley de Enemigos Extranjeros, que data de 1798, para catalogar como terroristas a los miembros de la banda criminal Tren de Aragua y, pese a que el juez federal James Boasberg prohibió la salida de vuelos con deportados venezolanos mientras dirimía el caso, ese mismo día fueron enviados a El Salvador 238 personas, 23 de ellas salvadoreñas y supuestos pandilleros de la MS-13.
El Tribunal de Apelaciones del Circuito de Washington falló a favor de mantener el bloqueo a dicha ley. Pero de igual forma fueron enviados otros vuelos con más personas para ser encarceladas en el megapenal de San Vicente.
“Es una alianza entre dos mandatarios que buscan normalizar un modelo de seguridad basado en miedo, que estigmatiza a grupos enteros y exige derechos a cambio de seguridad”, agregó Bullock.
Hasta la fecha, el gobierno de Bukele no ha hecho público el acuerdo que respalde la legalidad de la privación de libertad de personas que no han sido juzgadas por delitos en el país y por las que recibiría un pago annual de $6 millones.
“Pero desde el punto de vista jurídico, estas imposiciones de Trump dejan muy comprometido al gobierno de El Salvador, porque no se tiene claridad sobre el alcance de medidas como la reclusión de ciudadanos de otros países en cárceles salvadoreñas”, consideró el abogado Mauricio Maravilla.
Comentó que, desde un punto de vista político, Bukele acepta sin reparo las imposiciones de Trump. “Más bien el estilo de Trump es el de imponer y desde el 20 de enero a la fecha eso es lo que hemos visto en otros asuntos de su interés. No encuentro razones para pensar que al presidente salvadoreño lo trataría diferente”, dijo.
También opina que, voluntariamente o no, Bukele ha mostrado ante el mundo su modo de proceder: “Por encima de la Constitución y las leyes y con medidas de corte autoritario que, tarde o temprano, le pueden acarrear responsabilidades. Está mostrando ante el mundo lo que en la interna salvadoreña vivimos desde hace más de tres años con el régimen de excepción”.
Sin claridad en vigilancia
Maravilla recordó que aunque las cárceles son administradas por la Dirección General de Centros Penales (DGCP) son vigiladas en su funcionamiento por Jueces de Vigilancia Penitenciaria y de Ejecución de la Pena, según la Ley Penitenciaria.
“En este caso, es importante preguntarse qué juzgado tiene competencias sobre el CECOT y cuál será la actuación de la jueza o juez para garantizar lo que la ley establece”, dijo Maravilla.
Cuestiona si el Juez de Vigilancia Penitenciaria está cumpliendo las atribuciones que le otorga el artículo 37 de la ley, como vigilar “que no haya en los centros penales persona alguna detenida en forma ilegal”.
“Es decir, que el sistema judicial también debería sentar postura sobre estos aspectos. Lamentablemente, en la dinámica institucional poco independiente que existe hoy en El Salvador, es poco probable que los otros órganos de gobierno contradigan al Ejecutivo”, expuso Maravilla.
Principios internacionales
El director de Cristosal tampoco descarta que con esta alianza Trump-Bukele se viola el principio de no devolución, que impide trasladar a personas a un país donde corre el riesgo de persecución, torturas o desapariciones forzadas.
“Al hacerlo también valida un sistema penitenciario mundialmente conocido por denuncias de torturas, malos tratos y la muerte de más de 368 personas bajo custodia del Estado”, afirmó.
Para Maravilla, estas actuaciones que riñen con la Constitución y leyes secundarias, pueden comprometer al Estado salvadoreño ante instancia internacionales.
Primero, por permitir el ingreso de ciudadanos de otros países en cárceles salvadoreñas, sin tener claridad de la situación jurídica de las personas.
“En segundo lugar, porque no está brindando garantías de un trato digno para estas personas ni para los miles y miles de capturados en los últimos años en el marco del Régimen de Excepción. Y en tercer lugar, porque no hay ningún instrumento jurídico que avale a los funcionarios salvadoreños admitir el ingreso de ciudadanos de otros países para guardar prisión en El Salvador”, puntualizó.
Pero en EE.UU. algunos jueces han tomado acciones concretas, como la jueza Paula Xinis, quien ordenó al gobierno de Trump a llevar de regreso a un salvadoreño que fue deportado al CECOT pese a que tenía medidas de protección.