Salvadoran President NAYIB BUKELE is emerging as a top White House ally in President DONALD TRUMP’s push to accelerate the pace of deportations of migrants. And that’s by design.
Even before El Salvador accepted hundreds of migrants Sunday accused of being members of the Venezuelan Tren de Aragua gang, Bukele worked night and day to curry favor with Trump’s orbit and make himself a MAGA darling. He invited Trump’s children and key allies, including former Florida Rep. MATT GAETZ, to attend his inauguration for a constitutionally dubious second term in San Salvador and made a primetime address to the 2024 Conservative Political Action Conference.
It wasn’t without setbacks. Trump bashed Bukele in July at the Republican National Convention for solving his country’s security challenges by sending “murderers to the United States of America.”
But that tension appears to be smoothed over now. Trump thanked Bukele this weekend in a social media post, praising his “understanding of this horrible situation, which was allowed to happen to the United States because of incompetent Democrat leadership.” Trump added: “We will not forget!” Secretary of State MARCO RUBIO and tech mogul and senior adviser ELON MUSK both retweeted Bukele’s post mocking a federal judge who ordered the deportation flight to return to the United States.
The benefits of these arrangements for Bukele are plentiful. For starters, El Salvador is getting paid — even if “a very low fee”— to hold these deportees. The U.S. also sent 22 members of the notorious Salvadoran M-13 gang along with the Tren de Aragua members, including two top MS-13 leaders. In his X post, Bukele said receiving those 22 MS-13 members would help El Salvador “finalize intelligence gathering and go after the last remnants” of the infamously blood-thirsty gang.
Meanwhile, Trump has not focused so far on deporting the hundreds of thousands of undocumented Salvadoran migrants believed to be in the United States. Instead the White House is prioritizing undoing programs that addressed the influx of Cuban, Haitian and Venezuelan migrants during the Biden administration. Analysts have projected that even modest waves of deportations of Salvadorans would likely plunge the small Central American country’s fragile economy into a recession at a time when Bukele is working to cultivate U.S. investment, reduce dependency on remittances and shrink the country’s sizable sovereign debt.
The White House pointed NatSec Daily to a statement from Rubio where he praised that Bukele “volunteered” to receive the deported migrants. Rubio went on to say: “Once again, President Bukele has shown he is not only the strongest security leader in our region, he’s also a great friend of the United States.” Bukele’s office did not respond to multiple requests for comment.
Some analysts warn that this agreement could exacerbate human rights violations in El Salvador while doing little to tackle the regional threat posed by Tren de Aragua, which has increased its activities across Latin America to once-stable countries such as Chile and Ecuador. Bukele has been widely condemned by international observers for bulldozing over constitutional and international human rights provisions in his efforts to combat organized crime.
“Dismantling and incarcerating are not one and the same. When you are talking about dismantling a criminal organization, you need persecution. You need investigation. You need to gather evidence,” said ANA MARÍA MÉNDEZ DARDÓN, who leads Central America work at the Washington Office on Latin America think tank. “This could be something positive if you see the attorney general’s offices or the law enforcement agencies in the region conducting criminal investigations against these groups, but we haven’t seen that. They’re just putting people in jail and that doesn’t mean justice.”
Los beneficios del romance de Bukele con Trump
El presidente salvadoreño Nayib Bukele se está convirtiendo en uno de los principales aliados de la Casa Blanca en el esfuerzo del presidente Donald Trump por acelerar el ritmo de las deportaciones de migrantes. Y eso es intencional.
Incluso antes de que El Salvador aceptara el domingo a cientos de migrantes acusados de ser miembros de la pandilla venezolana Tren de Aragua, Bukele trabajó día y noche para ganarse el favor del círculo de Trump y convertirse en una figura muy querida dentro de MAGA. Invitó a los hijos de Trump y a aliados clave, incluido el exrepresentante de Florida Matt Gaetz, a que asistieran a su toma de posesión para un segundo mandato, de dudosa base constitucional, en San Salvador, y ofreció un discurso en horario de máxima audiencia durante la Conservative Political Action Conference (CPAC) (Conferencia de Acción Política Conservadora) de 2024.
No estuvo exento de contratiempos. Trump arremetió contra Bukele en julio durante la Republican National Convention (RNC) (Convención Nacional Republicana) por resolver los problemas de seguridad de su país enviando “asesinos a los Estados Unidos de América.”
Pero esa tensión parece haberse disipado ahora. Trump le dio las gracias a Bukele este fin de semana en una publicación en redes sociales, elogiando su “comprensión de esta situación horrible, que se permitió que sucediera en Estados Unidos por culpa de un liderazgo demócrata incompetente.” Trump agregó: “¡No lo olvidaremos!” El secretario de Estado Marco Rubio y el magnate de la tecnología y asesor principal Elon Musk retuitearon la publicación de Bukele que se burlaba de un juez federal que ordenó que el vuelo de deportación regresara a Estados Unidos.
Los beneficios de estos acuerdos para Bukele son numerosos. Para empezar, El Salvador está recibiendo un pago —aunque “una cuota muy baja”— por retener a estos deportados. Estados Unidos también envió a 22 miembros de la notoria pandilla salvadoreña M-13 junto con los integrantes del Tren de Aragua, incluidos dos de los principales cabecillas de la MS-13. En su publicación en X, Bukele dijo que recibir a esos 22 miembros de la MS-13 ayudaría a El Salvador a “finalizar la recopilación de inteligencia y perseguir los últimos remanentes” de esta pandilla notoriamente sanguinaria.
Mientras tanto, Trump no se ha centrado hasta ahora en deportar a los cientos de miles de migrantes salvadoreños indocumentados que, según se cree, se encuentran en Estados Unidos. En cambio, la Casa Blanca está priorizando desmantelar los programas que abordaron el influjo de migrantes cubanos, haitianos y venezolanos durante la administración de Biden. Los analistas han pronosticado que incluso oleadas modestas de deportaciones de salvadoreños probablemente sumirían la frágil economía de este pequeño país centroamericano en una recesión, justo en el momento en que Bukele busca fomentar la inversión estadounidense, reducir la dependencia de las remesas y disminuir la considerable deuda soberana del país.
La Casa Blanca remitió a NatSec Daily a una declaración de Rubio en la que elogiaba que Bukele se “ofreciera voluntario” para recibir a los migrantes deportados. Rubio añadió: “Una vez más, el presidente Bukele ha demostrado que no solo es el líder más sólido en materia de seguridad en nuestra región, sino que también es un gran amigo de los Estados Unidos.” La oficina de Bukele no respondió a múltiples solicitudes de comentarios.
Algunos analistas advierten que este acuerdo podría exacerbar las violaciones de derechos humanos en El Salvador y, al mismo tiempo, hacer poco por abordar la amenaza regional que representa el Tren de Aragua, que ha intensificado sus actividades en toda América Latina, llegando a países antes estables como Chile y Ecuador. Bukele ha sido ampliamente condenado por observadores internacionales por arrasar con las disposiciones constitucionales e internacionales de derechos humanos en sus esfuerzos por combatir el crimen organizado.
“Desmantelar e encarcelar no son lo mismo. Cuando se habla de desmantelar una organización criminal, se necesita persecución. Se necesita investigación. Se necesita recopilar pruebas”, dijo Ana María Méndez Dardón, quien dirige el trabajo sobre Centroamérica en Washington Office on Latin America (WOLA) (Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos), un “think tank.” “Esto podría ser algo positivo si vemos que las fiscalías o las agencias de seguridad de la región están llevando a cabo investigaciones penales contra estos grupos, pero no hemos visto eso. Solo están metiendo gente en la cárcel y eso no significa justicia.”