As the United States struggles to get even basic crypto legislation off the starting line, one small nation went all in on blockchain — and it’s going about as well as you’d expect.
That country is El Salvador, home to the native Pipil people of Cuscatlán, ancient mangrove forests, and for four wild years, the crypto industry.
Following the whims of conservative populist Nayib Bukele — who calls himself “the world’s coolest dictator” — El Salvador’s congress signed legislation to become the first country in the world to recognize Bitcoin as legal tender in June of 2021. The government hoped the edict would jump-start the nation’s ailing economy, a growing haven for organized crime that’s typical of high-poverty nations.
Dreaming of the crypto future, lawmakers set the date for national tokenization for September 2021, but there was a lot of work to do.
Leading up to the big day, the Central American nation contracted US crypto asset trust BitGo to lead its central crypto wallet, promising $30 USD worth of Bitcoin to each citizen, backed by a $20 million government Bitcoin purchase. Plans were hastily cobbled together for BitGo to become the official digital banking infrastructure for El Salvador’s 6.3 million residents. Bukele took to Twitter to hype up the moves as Bitcoin ATMs sprouted up on every street corner.
In all, about $200 million in El Salvadorian tax dollars were earmarked for the gamble — 2.7 percent of the government’s total annual budget, according to Time. The government’s hype wasn’t just typical crypto bro babble; so much was riding on it that it had to work.
Then, reality hit. The immediate results were devastating. Bitcoin’s price almost instantly crashed by about 20 percent. BitGo’s servers struggled to keep up with the flood of new users, even as the government’s official crypto app failed to show up on platforms like Apple and Huawei. Protestors took to the streets, surrounding the Supreme Court, where they were met by heavily armed riot police.
Since then, the country has experienced increased inflation, upsized national debt, and a huge increase in poverty. As of early March, 2025, less than 2 percent of the nation’s citizens have adopted the much-hyped financial tech.
With little market incentive to seek a legitimate living, El Salvador’s crime woes persisted, prompting a brutal crackdown by Bukele which saw the county’s prison population balloon by 205 percent from 2021 to 2024. For many El Salvadorians, the rise of crypto and the escalation of state violence went hand in hand.
And despite requiring all El Salvadorian businesses to accept Bitcoin as tender, Bukele’s crypto gamble has largely failed to court many of the international players he hoped would pump his country full of virtual cash.
One video from 2022 might help explain why. It shows a crypto enthusiast at a self-serve beer kiosk struggling to pay for his pint with Bitcoin. “I don’t have my invoice ready,” he says as he waves his phone around the kiosk to no avail.
It’s no wonder El Salvadorans have largely rejected the crypto regime, if this is supposed to be their salvation from a life of poverty.
But his nation’s lack of enthusiasm hasn’t stopped Bukele from doubling down on his experiment. The president recently expedited plans for an ostentatious “Bitcoin City” which is meant to court industry moguls and crypto enthusiasts from around the world. Located on top of an old mangrove forest, construction has so far destroyed over three square kilometers of wildland and displaced 225 households, many of them indigenous.
He’s likewise reneged on a $3.5 billion IMF loan that would have restricted the government’s Bitcoin transactions and banned government Bitcoin accumulation. That was last week, and yesterday El Salvador’s “Bitcoin Office” announced it had added one more Bitcoin to the reserve, a bizarre move making the deal’s future uncertain.
It’s a surprise twist in the long and winding saga of El Salvador’s Bitcoin experiment, one that’s apparently far from over.
Futurism: https://futurism.com/el-salvador-bitcoin-currency-disaster
Todo un país adoptó el Bitcoin y se convirtió en un desastre
Mientras Estados Unidos lucha siquiera para despegar una legislación básica sobre criptomonedas, una pequeña nación apostó todo al blockchain — y va tan mal como se podía esperar.
Ese país es El Salvador, hogar del pueblo indígena pipil de Cuscatlán, antiguas selvas de manglares y, por cuatro años turbulentos, de la industria cripto.
Siguiendo los caprichos del populista conservador Nayib Bukele —quien se autodenomina “el dictador más cool del mundo”—, el Congreso de El Salvador aprobó una ley en junio de 2021, convirtiéndose en la primera nación del planeta en reconocer el Bitcoin como moneda de curso legal. El gobierno esperaba que este decreto impulsara su débil economía, afectada por una delincuencia organizada creciente, típica en países con altos niveles de pobreza.
Soñando con un futuro cripto, los legisladores fijaron septiembre de 2021 como fecha de lanzamiento oficial de la tokenización nacional, pero quedaba mucho por hacer.
De cara al gran día, la nación centroamericana contrató a la empresa estadounidense de activos digitales BitGo para manejar su billetera central de criptomonedas, prometiendo entregar a cada ciudadano el equivalente a 30 dólares estadounidenses en Bitcoin, operación respaldada por una compra estatal inicial de 20 millones de dólares en dicha criptomoneda. Se armaron con apuro los planes para que BitGo se convirtiera en infraestructura oficial de banca digital para los 6.3 millones de residentes salvadoreños. Bukele salió a Twitter para promocionar esta iniciativa, mientras cajeros automáticos de Bitcoin brotaban en cada esquina.
En total, aproximadamente 200 millones de dólares provenientes de impuestos salvadoreños fueron asignados a esta apuesta —el 2.7 por ciento del presupuesto anual del gobierno, según Time—. El entusiasmo oficial no era solo charla vacía: había tanto en juego que el proyecto tenía que funcionar sí o sí.
Entonces llegó la realidad. Los resultados inmediatos fueron desastrosos. El valor del Bitcoin cayó de inmediato aproximadamente un 20 por ciento. Los servidores de BitGo tuvieron serios problemas para atender la avalancha de nuevos usuarios, y la aplicación cripto oficial del gobierno no apareció en plataformas como Apple o Huawei. Manifestantes salieron a las calles rodeando la Corte Suprema, donde fueron recibidos por policías antimotines fuertemente armados.
Desde ese momento, el país ha vivido un aumento en la inflación, mayor endeudamiento público y una enorme expansión de la pobreza. Hasta principios de marzo de 2025, menos del 2 por ciento de sus ciudadanos adoptó la tan promocionada tecnología financiera.
Ante la falta de incentivos económicos para encontrar un medio de vida digno, los problemas delictivos se mantuvieron intactos, llevando a Bukele a imponer una represión brutal que disparó la población carcelaria en un 205 por ciento de 2021 a 2024. Para muchos salvadoreños, el auge del Bitcoin y la escalada de violencia estatal fueron dos caras de una misma moneda.
Y aunque todas las empresas salvadoreñas fueron obligadas a aceptar Bitcoin como moneda de pago, la apuesta cripto de Bukele no logró atraer a muchos de los actores internacionales que, según él, debían llenar el país con dinero virtual.
Un video de 2022 podría explicar por qué. Muestra a un entusiasta cripto batallando por pagar su cerveza en un quiosco automatizado. “No tengo lista mi factura”, dice, mientras mueve infructuosamente su teléfono frente al aparato en vano.
No es extraño que los salvadoreños hayan terminado por rechazar en su mayoría este régimen cripto, si esta es la supuesta salvación de una vida de pobreza.
Sin embargo, la falta de entusiasmo de la población no ha frenado a Bukele en su empeño de redoblar la apuesta. El presidente recientemente ha acelerado planes para una ostentosa “Bitcoin City”, diseñada para atraer magnates industriales y entusiastas globales del cripto. Ubicada sobre antiguos bosques de manglares, hasta el momento esta construcción ya ha destruido más de tres kilómetros cuadrados de tierras silvestres, desplazando a 225 hogares, muchos de ellos indígenas.
También retiró su apoyo a un préstamo del FMI por 3,500 millones de dólares que habría impuesto restricciones a las transacciones gubernamentales en Bitcoin y prohibido la acumulación estatal de esta criptodivisa. Eso ocurrió la semana pasada y, justo ayer, la “Oficina del Bitcoin” de El Salvador anunció haber adquirido un Bitcoin más para su reserva, en una extraña maniobra que hace incierto el futuro de este acuerdo.
Es un giro sorpresivo más en la larga y tortuosa saga del experimento salvadoreño con el Bitcoin, una historia que está lejos de llegar a su final.
Futurism: https://futurism.com/el-salvador-bitcoin-currency-disaster