When public power stops being democratic, sultans and tyrants emerge, along with the cult of personality: the veneration for an individual, a family, or a group imposed upon the rest of the community. This is the fetish of hegemony—the mental, ideological, and cultural component of a de facto and illegitimate regime. This fetish is indispensable for the reproduction of fascism, even if the fetish itself consists just of fleeting fantasies designed for ignorant masses who are easy to manipulate.
Absolute power does not exist, for there are counterweights, which in contemporary democracies are known as the Constitution, separation of powers, organized citizenry, legally mandated insurrections; while at the global level, such counterweights include international law, other states with democratic systems and military muscle, blocs of countries, and industrial, commercial, and financial corporations whose financial capacity exceeds the GDP of small and peripheral nations such as El Salvador. For instance, while El Salvador’s GDP for 2023 (at constant prices) might be around US$32 billion, the conglomerate Tesla—whose largest shareholder is the South African Elon Musk—has lost US$82 billion in recent weeks alone. Acting and believing himself to be an unelected commander-in-chief has come at a cost for Musk, as Tesla’s sales have plummeted across all five continents.
Interestingly, in Musk’s current predicament, Trump must now rapidly address a Supreme Court of Justice blocking his attempt to freeze foreign aid via USAID; deal with the automobile industry consortiums—leaders of diverse business interests—which twisted his arm for attempting to impose tariffs on Canada and Mexico; contend with Denmark telling him Greenland is not for sale; and face Panama, from where President Mulino has clarified to the world that Trump is lying, since no negotiation exists concerning the canal, given the route connecting the oceans is and will remain Panamanian. It is understandable that, after repeated threats, aggrieved parties raise their concerns before the Security Council, since the mere threat constitutes a violation of the principle of territorial integrity enshrined in the UN Charter—the same principle trampled on by Putin through his invasion and aggression against Ukraine.
Precisely, Trump has reached out to Putin, against whom an arrest warrant from The Hague for war crimes remains in effect. The ambush at the White House against Ukraine’s leader is now proverbial in international politics. This episode has finally opened the eyes of European leaders—from London to Warsaw—now convinced that their political and military defense belongs to themselves, and that it begins by strengthening Ukraine’s resistance against Russian aggression. Trump is breaking transatlantic consensus, and although a new president —likely from the Democratic Party— may rectify policies four years later, the damage to trust is irreparable. Future alliances will be of a new kind.
In his March 4 speech at the Capitol, vandalized on January 6, 2021, by Trump loyalists, Trump presented the beginning of mass deportation as a historic achievement. He reiterated his view that migrants are “dangerous foreigners,” even though the majority of our compatriots in the U.S. are honest and hardworking. Testimonies from families and individuals, as well as journalistic dispatches, report declines in small local businesses and household incomes, evident already in February, in regions of Central America that depend heavily on remittances.
Trump then highlighted tariffs on imports as his second major achievement: “Whatever they charge us, we will charge them,” claiming now is the moment “to use them against other countries.” In this sense, Trump’s imposition of generalized agricultural tariffs (including marine products such as tuna and shrimp) will directly harm Central American economies, amounting to around 20% of their exports to the U.S. The tariff hikes will hurt mismanaged economies like El Salvador and Nicaragua even further, both countries distracted by the fetish of hegemony, and where corruption totaling billions of dollars surpasses any stabilization programs the IMF could offer—as well as whatever rubles and yuan Moscow and Beijing might be publicly and secretly supplying them.
Where is Trump heading, and where is the world heading with Trump? Are his proclamations truthful, that his nation is “on the verge of experiencing a resurgence the world has never seen and possibly will never see again”; that “there has never been anything like it,” and that he ranks number one in history, with George Washington number two? If one polling firm close to the Republican Party is held in some regard, it is Rasmussen, who had to acknowledge after just five weeks in office that Trump’s approval rating dropped from 56% to 50%, while disapproval increased from 40% to 48%.
Hegemony does not exist anywhere. The glow of power—its fetish—slowly fades away when confronted by reality.
Napoleon Campos. Salvadoran specialist in International Relations, regional integration, and migrations.
El fetiche de la hegemonía
Cuando el poder público deja de ser democrático se instalan sultanes, tiranos, y surge el culto al individuo; la veneración a la imposición de un sujeto, una familia, un grupo, sobre el resto de la colectividad: es el fetiche de la hegemonía, el componente mental, ideológico, cultural, de un régimen de facto e ilegítimo. Este fetiche es imprescindible para la reproducción del fascismo, aunque el fetiche sean fantasías pasajeras diseñadas para masas ignorantes de fácil manipulación.
El poder absoluto no existe pues hay contrapesos que en la democracia contemporánea se llaman Constitución, separación de poderes, pueblos organizados, insurrecciones por mandato de ley, mientras en el ámbito global dichos contrapesos son el Derecho Internacional, otros Estados con sistemas democráticos y músculo militar, bloques de países, y corporaciones industriales, comerciales y financieras cuyo patrimonio es superior al PIB de países pequeños y periféricos como El Salvador. Por ejemplo, mientras el PIB 2023 (a precios constantes) de El Salvador pudo ser de US$ 32 mil millones, el conglomerado Tesla -cuyo accionista mayoritario es el sudafricano Elon Musk- ha perdido las últimas semanas US$ 82 mil millones: el creerse y actuar como el mandamás no electo le ha pasado factura a Musk pues las ventas de Tesla se han desplomado en los cinco continentes.
Curiosamente, en esa encrucijada adelantada para Musk, es donde Trump ha apurado encontrarse con la Corte Suprema de Justicia que le frena el congelamiento de la ayuda exterior vía USAID; con que los consorcios automotrices como líderes de plurales intereses empresariales le doblan el brazo por intentar gravar con aranceles a Canadá y México; con que Dinamarca le dice que Groenlandia no está en venta y desde Panamá el presidente Mulino le aclara al planeta que Trump miente ya que no existe negociación sobre el Canal porque la ruta interoceánica es y será panameña. Es razonable que tras reiteradas amenazas los agraviados se presenten ante el Consejo de Seguridad por constituir -la sola amenaza- una violación al principio de integridad territorial consagrado en la Carta de la ONU que ha pisoteado Putin al invadir y agredir a Ucrania.
Precisamente, Trump ha ido al encuentro de Putin sobre quien pesa una orden de captura desde La Haya por crímenes de guerra. La emboscada en la Casa Blanca al líder de Ucrania es ya proverbial en la política internacional. El episodio ha terminado de abrir los ojos a los líderes europeos -desde Londres hasta Varsovia- convencidos hoy de que su defensa político-militar es propia y la misma comienza con reforzar la resistencia de Ucrania ante la agresión rusa. Trump rompe con los consensos transatlánticos y aunque en cuatro años rectifique un nuevo presidente -seguramente del Partido Demócrata- el daño, la confianza, son irreparables. Las alianzas futuras serán de nuevo cuño.
En su discurso de este 4 de marzo en el Capitolio, vandalizado por leales a Trump el 06/01/2021, Trump presentó el inicio de la deportación masiva como logro histórico. Reafirmó su visión de que los migrantes son “extranjeros peligrosos”, aunque la mayoría de nuestros compatriotas en EE. UU. son honrados y trabajadores. Testimonios de personas y familias, así como despachos periodísticos, señalan que los pequeños negocios locales y los ingresos en los hogares disminuyeron ya en febrero en las áreas de Centroamérica más dependientes de remesas.
Trump, a renglón seguido, destacó los aranceles contra las importaciones como segundo gran logro: “Lo que nos cobren, les cobraremos”; es el momento “de usarlos contra otros países”, sentenció. En ese sentido, la imposición por Trump de aranceles agrícolas generalizados (que incluyen productos marinos como atún y camarón), afectarán directamente a las economías centroamericanas, en torno al 20% del total de sus exportaciones a EE. UU. Dañarán más a las mal administradas como las de El Salvador y Nicaragua distraídas por el fetiche de la hegemonía y donde la corrupción en miles de millones de dólares supera a los programas de estabilización que el FMI está en capacidad de brindar, y a los rublos y yuanes que pública y secretamente les estén proveyendo Moscú y Pekín.
¿Hacia dónde va Trump y el mundo con Trump? ¿Serán veraces las proclamas de que su nación “está a punto de experimentar un resurgimiento como el mundo nunca ha visto, y quizás nunca más verá”; de que, “nunca ha habido nada igual”, y que él es el # 1 en la historia, George Washington el # 2? Si una encuestadora próxima al Partido Republicano goza de cierto prestigio es Rasmussen quien tuvo que admitir en cinco semanas de gobierno la caída en la aprobación a Trump del 56% al 50% y el alza en la desaprobación del 40% al 48%.
En ninguna latitud existe hegemonía. El resplandor del poder, su fetiche, se desvanece poco a poco ante la realidad.
Napoleon Campos. Especialista salvadoreño en Relaciones Internacionales, integración regional y migraciones.