Bukele: A Jailer for Trump’s America — Bukele, un carcelero por sobrevivencia

Feb 9, 2025

More than admiration, Bukele’s government may actually be terrified of Trump and has therefore decided to fully submit. Salvadoran diplomacy is aware of Trump’s transactional and nativist nature, in which the rails of Republican anti-communism have taken a back seat. Trump could negotiate with the dictator Nicolás Maduro behind Rubio’s back. If Trump is willing to negotiate with the Venezuelan dictator—over Rubio’s objections—the president will not hesitate to throw Bukele to the lions if it serves his political interests. — Más que admiración, el gobierno de Bukele puede que esté aterrorizado con Trump y por eso ha decidido someterse completamente. La diplomacia salvadoreña sabe de la naturaleza transaccional y nativista de Trump, en la que los rieles del anticomunismo republicano pasaron a segundo plano. Trump puede negociar con el dictador, Nicolas Maduro a la espaldas de Rubio. Si Trump está dispuesto a negociar con el dictador venezolano, Nicolás Maduro -pasando encima Rubio-, el presidente no dudará en lanzar a los leones a Bukele, si eso le sirve para avanzar sus intereses políticos.

The relationship between former U.S. President Donald Trump and El Salvador’s authoritarian leader, Nayib Bukele, is often mischaracterized as a friendship — or, as some claim, a “bromance.” But this is a dangerous illusion. True partnerships between nations involve mutual benefit, yet under Trump’s “America First” doctrine, El Salvador has become a subservient pawn, not an equal ally, as the freezing of almost all U.S. aid to El Salvador proves.

During Secretary of State Marco Rubio’s visit to San Salvador on Feb. 5, 2025, Bukele did more than just accept, without conditions, the mass deportation of thousands of Salvadorans from the United States. He also agreed to accept deportees from third countries — essentially turning El Salvador into an offloading zone for Washington’s unwanted migrants. Even Guatemala’s President Bernardo Arévalo, also under U.S. pressure, signed onto similar terms. But Bukele went even further: He volunteered his country as a holding pen for foreigners whom the U.S. deems to have ties to organized crime, as well as U.S. American citizens convicted in the country’s own courts — all in exchange for what Trump described as a “small fee.”

This is a stunning move from a leader who has spent years branding El Salvador as Central America’s rising tech hub and a top-tier tourist destination. How does a man who boasts about defeating gangs and modernizing his nation suddenly agree to turn it into a U.S. gulag? The answer is simple: survival.

Bukele is desperate to close a dangerous vulnerability in his relationship with the United States: his secret dealings with Salvadoran gangs. In 2021, U.S. officials accused him of negotiating a truce with El Salvador’s infamous gangs, offering them prison benefits in exchange for a drop in homicides. When Joe Biden was president, Bukele dismissed these allegations as a smear campaign, even invoking George Soros as a villainous puppet master. But with Trump back in the equation, that excuse is gone. During his presidential campaign, Trump accused Bukele of sending gang leaders to the United States, a claim bolstered by investigative reports that revealed Bukele’s government had helped a high-profile gang boss, Élmer Canales Rivera (alias “Crook”), escape — only for him to be later transferred from Mexico to U.S. custody. That attack thrilled Bukele’s conservative critics within Trump’s orbit, who had long viewed the Salvadoran leader with suspicion.

Now, Bukele is scrambling to regain favor with the man who just returned to the White House. In just two years, Bukele’s government has pivoted from demanding that the international community take gang leaders off El Salvador’s hands to now, through his U.S. ambassador Milena Mayorga, lobbying for their return.

Bukele knows the ongoing trial of Canales and other gang leaders in New York could expose new, damning details about his administration’s dealings with the gangs. The case is being handled by a prosecutor with deep ties to Trump’s first-term anti-gang initiatives. With the potential for explosive revelations, Bukele’s fear is palpable. His solution? Total submission.

Rather than admiration, Bukele’s government appears to be terrified of Trump. Salvadoran diplomats understand the transactional and nativist nature of Trump’s foreign policy, where ideological loyalties mean little. If Trump is willing to negotiate with Venezuelan dictator Nicolás Maduro behind Rubio’s back, he won’t hesitate to throw Bukele under the bus if it serves his political interests.

Bukele is willing to destroy the legacy of his own government just to secure Trump’s favor. His survival strategy isn’t about making El Salvador a premier tourist destination, reviving its economy with cryptocurrency, or crafting the image of a modern, forward-thinking leader. Instead, he’s betting that the only power that can truly hurt him resides in Washington, not among his own people. There is no friendship, no “bromance” — only desperation.

El Faro English: https://elfaro.net/en/202502/opinion/27737/Bukele-A-Jailer-for-Trump’s-America.htm

Bukele, un carcelero por sobrevivencia

Entender la relación entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el mandatario ilegítimo de El Salvador, Nayib Bukele, como amistad – tal como los dice el secretario de Estados, Marco Rubio- o un “romance” entre hermanos -como algunos sugieren- es una ilusión. Además de ser un término gastado en la diplomacia, una amistad -al menos entre países- requiere que Trump, al menos en el más profundo de su ser, busque el beneficio de la gente que Bukele asegura representar. Pero en el credo de “América Primero” de Trump, la relación con El Salvador no es de común beneficio tal como lo deja claro la congelación de la cooperación estadounidense al país fuera de la seguridad. La relación es de completa sumisión. 

En la visita de Rubio a San Salvador el lunes 5 de febrero de 2025, Bukele no solo aceptó sin condiciones la deportación de miles de salvadoreños de Estados Unidos, también accedió a ser destino para deportados de terceros países. Estas dos cosas fueron aceptadas por el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo también.

Bukele dio un paso más: se ofreció como carcelero de extranjeros que Estados Unidos cree tienen lazos con el crimen organizado y ciudadanos americanos juzgados en Estados Unidos a cambio de una “pequeña tarifa”-tal como Trump lo explicó. ¿Como Bukele, quien se ha dedicado a vender El Salvador como el mejor destino turístico en Centroamérica, como un hub tecnológico de la región y se ha vanagloriado en acabar  las pandillas, acepta convertir a su país en gulag estadounidense donde peligrosos delincuentes pueden ser encarcelados? Un día después, Rubio matizó que la propuesta tendría que ser analizada a la luz de las leyes y la Constitución estadounidense.

¿Por qué lo hizo? Sobrevivencia. Bukele lucha por cerrar uno de los flancos débiles que tiene con Estados Unidos: su relación con las pandillas. En 2021, el gobierno de Estados Unidos acusó a Bukele de pactar una tregua con las pandillas para una reducción de los homicidios a cambio de beneficios en las prisiones. Mientras Joe Biden era el presidente de Estados Unidos, Bukele podía acusar al demócrata de una conspiración que tenía a George Soros detrás. Con Trump esa excusa se ha acabado. Trump, durante su campaña presidencial, lo acusó de enviar asesinos y líderes de pandillas a los Estados Unidos. En esa ocasión, Trump parecía hacer eco a reportes de prensa que revelaban que el gobierno de Bukele había ayudado a escapar a un líder de pandillas, Élmer Canales Rivera, alias el Crook, que terminó siendo extraditado a Estados Unidos. El ataque de Trump a Bukele alegró a un grupo de críticos de Bukele dentro del mundo republicano que rodea a Trump.

En dos años, Bukele y su gobierno han pasado de pedirle a la comunidad internacional que se llevará a los líderes de pandillas a sus países, a que ahora la misma embajadora de El Salvador en Estados Unidos, Milena Mayorga, los quiere de vuelta. Mayorga asegura que Bukele puso este tema como uno de los más importantes en la reunión con Rubio en San Salvador.

Bukele parece estar consciente que el juicio al Crook en Nueva York puede salpicar a su gobierno de revelarse nuevos detalles de la relación entre su gobierno y las pandillas. Sobre todo, ante la noticia que el jefe interino de la fiscalía que lleva ese caso, John Durham, lideró la fuerza tarea Vulcano, lanzada por Trump en su primera presidencia para combatir a las pandillas salvadoreñas. 

Más que admiración, el gobierno de Bukele puede que esté aterrorizado con Trump y por eso ha decidido someterse completamente. La diplomacia salvadoreña sabe de la naturaleza transaccional y nativista de Trump, en la que los rieles del anticomunismo republicano pasaron a segundo plano. Trump puede negociar con el dictador, Nicolas Maduro a la espaldas de Rubio. Si Trump está dispuesto a negociar con el dictador venezolano, Nicolás Maduro -pasando encima Rubio-, el presidente no dudará en lanzar a los leones a Bukele, si eso le sirve para avanzar sus intereses políticos. 

A Bukele le urge que Estados Unidos no ponga atención en sus tratos con las pandillas y para eso le importa muy poco destruir el legado de sus dos gobiernos. La mejor manera para sobrevivir no es convertir a El Salvador en un destino turístico, ni inflar las ilusiones de unos pocos cripto entusiastas y mucho menos parecer un líder moderno y cool. Bukele parece ver su sobrevivencia en las manos de Trump. Bukele cree que el único poder que puede dañarlo reside en Washington y no en los salvadoreños. Nada de amistad y “romance” entre hermanos. Es desesperación.

El Faro: https://elfaro.net/es/202502/columnas/27736/bukele-un-carcelero-por-sobrevivencia