A naive logic might lead one to believe that countries endowed with natural resources—such as oil, gold, or diamonds—are destined for economic success and the well-being of their populations. However, history has shown that natural resource wealth does not necessarily translate into better living conditions for citizens. This widely recognized paradox is termed the “natural resource curse.” It refers to the phenomenon where natural resources ultimately become an obstacle to development and improvements in quality of life.
The relationship between natural resources and human development is not as straightforward as it seems. While possessing resources like precious metals can offer economic advantages, other factors often lead countries to experience severe problems rather than prosperity. When a country objectively confirms it holds a specific natural resource, it tends to focus on its exploitation and export, neglecting to diversify its economy. This makes the economy vulnerable to fluctuations in international prices. If prices fall, the country’s profits plummet, affecting the entire population. Additionally, this dependency stifles growth in other sectors, such as agriculture or industry.
In many countries, revenues from natural resource extraction are not used for public benefit but instead end up concentrated in the hands of a few individuals or political elites. This fosters corruption and inequality. Authoritarian governments often use these profits to cling to power rather than investing in education, healthcare, or other public needs. A prime example is the Democratic Republic of Congo, one of the world’s largest diamond producers, yet it remains trapped in extreme poverty with one of the lowest Human Development Index scores globally.
Natural resource exploitation also sparks conflicts with directly or indirectly affected communities, internal struggles for control of resources, and even wars. The advantage of possessing certain resources often becomes a source of social division.
All natural resource extraction causes environmental harm, including deforestation, water and air pollution, biodiversity loss, population displacement, and contamination lasting centuries. Many of these damages are irreversible. In the long term, the environmental costs end up harming people’s quality of life far more than the revenue gained from extraction. This is especially true for small countries with high population densities, where resource extraction becomes counterproductive to national development.
To mitigate the natural resource curse paradox, countries must diversify their economies by investing in sectors like agriculture, education, and industry—something not being done in our nation but which would create a more stable, less vulnerable economy. Transparency in managing public resources is also critical—another area neglected here. Without accountability for public funds, the same will apply to revenues from resource exploitation. Additionally, safeguards must be built to ensure investments in social programs that benefit the most impoverished—another failure in our country. This is without mentioning the need for sustainable extraction practices and strict regulations to minimize environmental impact—unfortunately, also absent here.
To escape the natural resource curse, responsibility, justice, citizen participation, and transparency are indispensable. And, of course, such resources must exist in sufficient quantities. But in our country’s case, gold is scarce and low-density, minimizing profits while worsening environmental harm—the perfect formula for succumbing to the natural resource curse paradox.
Senior Pastor of Misión Cristiana Elim
EDH: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/mineria-/1197617/2025/
La maldición de los recursos naturales
Una lógica ingenua puede llevar a pensar que los países que poseen recursos naturales, como petróleo, oro o diamantes, están destinados al éxito económico y al bienestar de su población. Pero los hechos han demostrado que la riqueza en recursos naturales no necesariamente se traduce en mejores condiciones de vida para sus habitantes. Esa es una paradoja muy reconocida y a la cual se la llama la «maldición de los recursos naturales». Es un fenómeno que consiste en que los recursos naturales terminan convirtiéndose en un obstáculo para el desarrollo y la mejora de vida de las personas.
La relación entre recursos naturales y el desarrollo humano no es tan sencilla como parece. Aunque contar con recursos, como metales preciosos, puede ser una ventaja económica, hay otros factores que pueden llevar a los países a experimentar problemas graves en lugar de prosperidad. Cuando un país ha confirmado objetivamente que es poseedor de determinado recurso natural, suele enfocarse en su explotación y exportación, dejando de diversificar su economía. Esto hace que su economía sea vulnerable a los cambios en los precios internacionales. Si los precios bajan las ganancias del país se reducen drásticamente afectando a toda la población. Además, la dependencia hace que otros sectores de la economía, como la agricultura o la industria, no se desarrollen adecuadamente.
En muchos países los ingresos generados por la explotación de los recursos naturales no son usados para para el beneficio de la población, sino que suelen quedarse en manos de unas pocas personas o élites políticas. Esto genera corrupción y desigualdad. Los gobiernos autoritarios suelen usar las ganancias para mantenerse en el poder en lugar de invertir en la educación, salud u otras necesidades de las personas. Un ejemplo de esto se tiene en la República Democrática del Congo, uno de los países con mayores reservas de diamantes del planeta, pero que sigue atrapado en la pobreza extrema con uno de los Índices de Desarrollo Humano más bajos del mundo.
La explotación de los recursos naturales también genera disputas con las comunidades directa o indirectamente afectadas, luchas internas por el control de los recursos e incluso guerras. La ventaja de poseer ciertos recursos muchas veces termina siendo una fuente de división social.
Toda extracción de recursos naturales causa daños al medio ambiente. Entre ellos, deforestación, contaminación de agua y aire, pérdida de la diversidad, desplazamiento de poblaciones y contaminación que dura siglos. Muchos de estos daños son irreversibles y, al largo plazo, los costos ambientales terminan afectando la calidad de vida de las personas más que el rédito que se pueda obtener de la explotación. Esto es especialmente cierto en países pequeños territorialmente y con alta densidad poblacional. En estos casos, la extracción de recursos se vuelve contraproducente para el desarrollo del país.
Para mitigar la paradoja de la maldición de los recursos naturales los países necesitan diversificar su economía invirtiendo en sectores como la agricultura, la educación, la industria. Cosa que no se está haciendo en nuestro país, pero que permitiría una economía más estable y menos vulnerable. También se requiere de transparencia en el manejo de los recursos públicos. Otra cosa que tampoco se está haciendo en nuestro país. Si no se da cuenta de los fondos públicos tampoco se hará con los ingresos que puedan generarse por la explotación de los recursos. Además, se deben construir garantías de inversión en programas sociales que beneficien a los más empobrecidos. Cosa que tampoco se están haciendo en nuestro país. Sin dejar de mencionar la necesidad de prácticas sostenibles en la extracción de recursos y la búsqueda de formas para minimizar el impacto ambiental a través de regulaciones estrictas. Que, lastimosamente, tampoco se está haciendo en nuestro país.
Para escapar de la paradoja de la maldición de los recursos naturales la responsabilidad, la justicia, la participación ciudadana y la transparencia son elementos indispensables. Y, por supuesto, también es necesario que tales recursos existan en cantidades suficientes. Pero en el caso de nuestro país el oro es poco y de baja densidad, lo cual, minimiza las ganancias y potencia los daños ambientales. La fórmula perfecta para caer víctimas de la paradoja de la maldición de los recursos naturales.
Pastor General de la Misión Cristiana Elim.
EDH: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/mineria-/1197617/2025/