There are at least two interpretations of what led to Nayib Bukele’s announcement this week. The first, less realistic, is that El Salvador, even before extracting the supposed tons of gold, is experiencing such economic abundance that it can cover the expenses of millions of families.
The second, with a bit more grounding, is that the government has seen beyond the narcissistic polls measuring presidential popularity and has realized—as a novelty—that outside, in the real world, things are not going as well. That millions in propaganda do not replace, not even with artificial intelligence, a plate of food.
The announcement that in January the government will pay the water and electricity bills for 95% of the population should be taken with a grain of salt. First, because no official, as usual, has explained where the resources will come from to meet this massive expense. And second, and just as importantly, because reality has shown that any announcement from Bukele should be taken as a lie or falsehood until proven otherwise.
Let’s break it down.
The first interpretation is an illusion. And there is sufficient evidence to support this. The last weeks of 2024 set the stage to affirm that the government’s wallet is plagued with cobwebs. That the government’s financial situation is in the red.
The thousands of public sector layoffs, which, according to workers’ organizations, could surpass eleven thousand, is overwhelming evidence that the money isn’t enough. Added to this are the budget cuts in health or education that the ‘Nuevas Ideas’ Assembly approved for this year.
Another point: the Salvadoran government has continued dipping into the pension fund. At a rate of 88 million dollars each month, an estimate by El Diario de Hoy suggests that Bukele’s government has taken more than 2 billion dollars by November 2024.
When we add the recent agreement reached with the International Monetary Fund—those 1.4 billion dollars the government desperately sought for years—it’s easy to conclude that the financial holes in this administration are enormous.
How can a bankrupt government afford to use millions of dollars it doesn’t have to pay for water and electricity for the population? It simply doesn’t add up. Because there’s not enough money.
With the first interpretation ruled out, it’s worthwhile to analyze the second. And this one is simpler: Beyond supposed temporary reliefs, like pretending to give away money—which actually belongs to all Salvadorans—has the Bukele government ever shown that their policies have improved the country’s economic situation?
The answer, besides being bleak, is clear. No, it never has.
It’s therefore worth exploring a third avenue as to why the government staged a conference to announce a measure for which, according to debt figures, it doesn’t have money. And here it’s useful to recall the recent context.
December ended and January began with the same issues: uncertainty and anger. To the economic crisis, with soaring prices due to inflation, gentrification, and lack of measures, adds the uncertainty over the approval of the mining law, an unpopular measure among the population according to surveys. A law that will ensure wealth for a few and increased pollution for everyone, because that’s the only possibility.
And with many people’s anger over increased traffic fines. Both uncertainty and anger have generated enormous noise affecting the government. Impacting its highly admired popularity, the only metric they care about.
So the only possible option was populist. The old formula of providing entertainment when convenient, like holiday lights, and bread when urgent. As has been the case. Bread and circuses. The only problem is that the bread the government gives out is already paid for by the people. And so are the clowns.
Revista Factum: https://www.revistafactum.com/una-ilusion/
Una ilusión
Hay por lo menos dos lecturas de lo que originó el anuncio de esta semana de Nayib Bukele. La primera, poco realista, es que El Salvador, previo de la extracción de las supuestas toneladas de oro, ya vive una abundancia económica que le permite ocuparse de los gastos propios de millones de familias.
La segunda, con un poco más de sustento, es que el gobierno ha visto más allá de las narcisistas encuestas que miden la popularidad presidencial y se ha enterado -como novedad- de que afuera, en la vida real, las cosas no van tan bien. Que los millones en propaganda no suplen, ni con inteligencia artificial, a un plato de comida.
Hay que tomar con pinzas el anuncio de que en enero el gobierno pagará los recibos de agua y energía eléctrica del 95 % de la población. Primero, porque ningún funcionario, como es costumbre, ha explicado de dónde saldrán los recursos para hacer frente a ese millonario gasto. Y segundo, y no menos importante, porque la realidad ha demostrado que cualquier anuncio de Bukele hay que tomarlo como mentira o falsedad hasta que se demuestre lo contrario.
Vamos por partes.
La primera lectura es una ilusión. Y hay suficientes evidencias para sustentarlo. Las últimas semanas de 2024 marcaron la pauta para poder afirmar que la billetera gubernamental está plagada de telarañas. Que la situación financiera del gobierno está en números rojos.
Los miles de despidos del sector público, que según organizaciones de trabajadores podrían superar los once mil, es un dato apabullante para determinar que el dinero no está alcanzado. Y a ello se puede sumar los recortes a los presupuestos de salud o educación que la Asamblea de Nuevas Ideas aprobó para este año.
Otra más: el gobierno salvadoreño ha seguido metiendo mano al fondo de pensiones. A un ritmo de 88 millones de dólares cada mes, un cálculo hecho por El Diario de Hoy estima que el gobierno de Bukele ha tomado más de 2,000 millones de dólares hasta noviembre de 2024.
Si sumamos el reciente acuerdo logrado con el Fondo Monetario –esos 1,400 millones de dólares que el gobierno buscó desesperadamente por años– es fácil concluir que los agujeros financieros de esta administración son enormes.
¿Cómo un gobierno quebrado puede permitirse usar millones de dólares que no tiene para pagar el agua y la luz de la población? Simplemente no cuadra. Porque no alcanza.
Descartada la primera lectura, conviene analizar la segunda. Y esta es más sencilla: Más allá de supuestos alivios puntuales, como aparentar que se regala dinero –que en realidad le pertenece a todos los salvadoreños–, ¿Alguna vez el gobierno de Bukele ha demostrado que sus políticas han mejorado la situación económica del país?
La respuesta, además de desoladora, es clara. No, nunca lo ha hecho.
Conviene entonces analizar una tercera avenida de porqué el gobierno montó una conferencia para anunciar una medida para la cual, por lo que nos dicen las cifras de endeudamiento, no tiene dinero. Y aquí conviene recordar el contexto reciente.
Diciembre terminó y enero comenzó con lo mismo: incertidumbre y rabia. A la crisis económica, con precios disparados por la inflación, por la gentrificación, por la falta de medidas, se suma la incertidumbre por la aprobación de la ley de minería, una medida impopular en la población según las encuestas. Una ley que garantizará, porque es la única posibilidad, riqueza para pocos y el aumento de la contaminación para todos.
Y con la rabia de muchas personas por el incremento a las multas de tránsito. Ambas, incertidumbre y rabia, han generado un enorme ruido que afecta al gobierno. Que golpea su tan venerada popularidad, la única medición que les importa.
Entonces la única opción posible fue la populista. La vetusta fórmula de entregar entretenimiento cuando conviene, como las luces navideñas, y pan cuando urge. Como ha sido el caso. Pan y circo. El único problema es que el pan que el gobierno regala ya está pagado por el pueblo. Y los payasos, también.
Revista Factum: https://www.revistafactum.com/una-ilusion/