The unconstitutional vice president, Félix Ulloa, hosted an event last week called the “International Conference on State and Democracy.” The conference takes place in a country where there is no separation of powers following the unconstitutional removal of the magistrates of the Constitutional Chamber on May 1, 2021. The vice president and his guests talked about State and Democracy in an El Salvador where the president has been re-elected, even though it is prohibited by six articles of the Constitution.
Mr. Ulloa dedicated his opening speech to attempting to defend that El Salvador is democratic and to attack the press, which he considers responsible for a disinformation campaign questioning the country’s democratic credentials. He inaugurated the democracy event proudly announcing he threatened to sue a French media outlet that reported on re-election in El Salvador.
Mr. Ulloa boasted in his speech that the state of exception doesn’t “affect any of the public freedoms.” While he said that, all the attendees listening to him had, as a result of that state of exception, their rights to be informed of their rights upon detention, to not be forced to testify, to have assistance from a defender, to limit administrative detention to 72 hours, and to the inviolability of communications suspended.
El Salvador is not a democracy. According to the Democracy Index by The Economist, El Salvador was a “flawed democracy.” But since 2020, it has become a “hybrid regime.” Each year that indicator is published, the country falls further towards joining Nicaragua in being rated as an “authoritarian regime.”
This diagnosis coincides with that of the Democracy Report by V-Dem Institute. In its most recent edition, it placed El Salvador at position 141 out of 179 countries evaluated, classifying the country as an “electoral autocracy.”
El Salvador is not a democracy. During the official event, Cristosal announced in a press conference the surveillance, digital attacks, and administrative harassment the foundation and its staff were facing for defending human rights and investigating corruption.
El Salvador is not a democracy, and the government should avoid wasting taxpayers’ time and money on an event that futilely attempts to market it as such. El Salvador is closer to Nicaragua than to Costa Rica. Democracy is not a system where all powers align with the president’s mandates. A democracy is where the president is just one player in a balance of powers involving other institutions.
El Salvador is not a democracy. For a democracy to exist, there must be democrats. It is difficult to know if there are enough Salvadorans who believe in a system where power is divided, rather than completely handed over to one man.
The host of the event intended to reaffirm the democratic character of El Salvador is the same person who just a few months ago told The New York Times: “We are not dismantling [democracy], we are eliminating it.” Congratulations. You did it. El Salvador is no longer a democracy.
“No estamos desmantelando la democracia, la estamos eliminando”: Ulloa
El vicepresidente inconstitucional, Félix Ulloa, sirvió de anfitrión la semana pasada a un evento que llamó “Conferencia Internacional sobre Estado y Democracia”.
La conferencia ocurre en un país en que no existe separación de poderes, a partir de la destitución inconstitucional de los magistrados de la Sala de lo Constitucional el 1 de mayo de 2021.
El vicepresidente y sus invitados hablaban sobre Estado y Democracia en un El Salvador en que el presidente se ha reelegido, aún cuando esto se prohíbe en seis artículos de la Constitución.
El señor Ulloa dedicó el discurso inaugural para intentar defender que El Salvador es democrático, y para atacar a la prensa por considerarle la responsable de una campaña de desinformación que cuestiona las credenciales democráticas del país. Inauguraba el evento sobre democracia anunciando con orgullo que amenazó con una demanda a un medio de comunicación francés que hizo un reportaje sobre la reelección en El Salvador.
El señor Ulloa alardeaba en su discurso que el régimen de excepción no “afecta ni una sola de las libertades públicas”. Mientras decía eso, todos los asistentes que lo escuchaban tenían, como efecto de ese régimen, suspendidos sus derechos a ser informados de sus derechos al ser detenidos, a no ser obligados a declarar, a tener asistencia a un defensor, a que la detención administrativa se limite a 72 horas, y a la inviolabilidad de las comunicaciones.
El Salvador no es una democracia. De acuerdo al Democracy Index, elaborado por The Economist, El Salvador era una “democracia fallida”. Pero a partir de 2020 pasó a ser un “régimen híbrido”. Cada año que se publica ese indicador, el país cae más en la dirección a acompañar a Nicaragua en la calificación de “régimen autoritario”.
El diagnóstico coincide con el que hace el Democracy Report, de V-Dem Institute. En su más reciente edición lo ubicó en la posición 141, de 179 países evaluados. Califica al país como una “autocracia electoral”.
El Salvador no es una democracia. Mientras se realizaba el evento oficialista, Cristosal comunicaba en conferencia de prensa el espionaje, ataques digitales y acoso administrativo que la fundación y su personal estaba sufriendo por defender los derechos humanos e investigar la corrupción.
El Salvador no es una democracia, y el gobierno debería evitar gastar tiempo y dinero de los contribuyentes en un evento que inútilmente pretende venderlo como tal. El Salvador está más cerca de Nicaragua que de Costa Rica. Una democracia no es un sistema en que todos los poderes se alinean a los mandatos del presidente. Una democracia es donde el presidente es un jugador más en un balance de poderes donde participan otras instituciones.
El Salvador no es una democracia. Y para que una democracia pueda ser, es imprescindible que existan demócratas. Es difícil saber si en este momento hay suficientes salvadoreños que creen en un sistema en que el poder se divide, en lugar de entregársele por completo a un solo hombre.
El anfitrión de ese evento que pretendía reivindicar el carácter democrático de El Salvador es el mismo que hace apenas unos meses dijo a The New York Times: “No estamos desmantelando [la democracia], la estamos eliminando”. Felicitaciones. Lo lograron. El Salvador ya no es una democracia.