He mentioned that there are studies —without citing them— that demonstrate the great amount of gold in Salvadoran soil and stated, in capital letters, that “GOD PLACED A GIGANTIC TREASURE BENEATH OUR FEET” to be “responsibly harnessed” and “bring unprecedented economic and social development to our people.”
What Bukele omitted to say is that the law prohibiting metallic mining was the result of a long struggle by brave individuals who defended the country’s water and denounced mining companies for pollution. Amid this struggle, there were even murders of environmentalists that remain unpunished to this day, as documented by GatoEncerrado. The only beneficiaries of these murders were the representatives of the mining companies.
What he also did not mention is that before 2017, when the Law on the Prohibition of Metallic Mining was passed in the Legislative Assembly, there were large transnational mining companies in the country that polluted and gradually sickened populations, took our gold, and never transformed El Salvador, nor were there any changes or permanent social benefits in the hamlets and villages near the mining facilities. Therefore, it is false that mining activity is synonymous with social and economic transformation for the populations, although it is for international investors who, since the early 20th century, found governments in the country allowing them to exploit natural resources without paying taxes and conceal frequent fatal accidents in the mines.
The president conceals that the prohibition of mining, in addition to the bloody social struggle, was also necessary to prevent the environmental crisis from growing to the point where life would be unfeasible due to a lack of water suitable for human consumption. Due to this very crisis, in 2010, the United Nations Environment Programme classified El Salvador as the second most environmentally deteriorated country in the Americas, after Haiti.
In 2011, the same Ministry of Environment and Natural Resources concluded, in its environmental assessment of the mining sector, that “the vulnerability conditions in El Salvador pose a significant barrier to the possibility (of) ensuring an effective metallic mining operation that controls its environmental and social risks and impacts, and achieves a positive contribution to the country’s social and economic development.” In other words, since 2011, the Ministry of Environment was already stating that metallic mining does not guarantee a social and economic transformation for the country, as Bukele currently insinuates.
Therefore, what Bukele insinuates with the reactivation of metallic mining, to put it clearly, is an environmental suicide for El Salvador, where the quality of life of Salvadorans would worsen, and water suitable for human consumption would be irreversibly contaminated. What Bukele proposes is for the country to pass a point of no return in environmental matters and, consequently, threatens the preservation of human life in Salvadoran territory. That is what is absurd.
The absurdity is not that the country is the only one in the world that prohibits metallic mining; the absurdity is that overnight, and without a serious study and debate, the Bukele-controlled Assembly repeals the law and allows mining activities to extract gold. The absurdity is that for gold, the country is destroyed at the hands of mining companies, with the complicity of Bukele’s government.
Absurd also is that the Salvadoran population applauds such a destructive measure that jeopardizes its own quality of life, just because the president pretends to be Christian and insinuates that he is a “God’s envoy” and impresses us with colorful LED lights.
Gato Encerrado: https://gatoencerrado.news/2024/11/28/absurda-es-la-destruccion-ambiental-de-el-salvador-por-oro/
Absurda es la destrucción ambiental de El Salvador por oro
Mencionó que existen estudios –sin citarlos– que demuestran la gran cantidad de oro que hay en los suelos salvadoreños y dijo, en mayúsculas, que “DIOS COLOCÓ UN GIGANTESCO TESORO BAJO NUESTROS PIES” para ser “aprovechado de manera responsable” y “llevar un desarrollo económico y social sin precedentes a nuestro pueblo”.
Lo que Bukele omitió decir es que la ley que prohíbe la minería metálica fue el resultado de una larga lucha de personas valientes que defendieron el agua del país y denunciaron a las empresas mineras por contaminar. En medio de esa lucha hubo, incluso, asesinatos de ambientalistas que hasta hoy siguen impunes, tal y como GatoEncerrado lo ha documentado. Los únicos que se beneficiaron de esos asesinatos fueron los representantes de las empresas mineras.
Lo que tampoco dijo es que antes de 2017, cuando la Ley de Prohibición de Minería Metálica fue aprobada en la Asamblea Legislativa, hubo grandes empresas mineras transnacionales en el país que contaminaron, enfermaron poblaciones paulatinamente, se llevaron nuestro oro y nunca transformaron a El Salvador, ni siquiera hubo cambios ni beneficios sociales permanentes en los cantones y caseríos cercanos a las instalaciones mineras. Por lo que es falso que la actividad minera es sinónimo de transformación social y económica para las poblaciones, aunque sí lo es para los grandes inversores internacionales que encontraron en el país, desde inicios del siglo XX, gobiernos que les permitieron explotar los recursos naturales sin pagar impuestos y ocultar los frecuentes accidentes mortales en las minas.
El mandatario oculta que la prohibición de la minería, además de la sangrienta lucha social, también fue una necesidad para evitar que la crisis ambiental creciera tanto que la vida fuera inviable por falta de agua apta para el consumo humano. Por esa misma crisis, en 2010, el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas clasificó a El Salvador como el segundo país con más deterioro ambiental en las Américas, después de Haití.
En 2011, el mismo Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales concluyó, en su evaluación ambiental del sector minero, que “las condiciones de vulnerabilidad en El Salvador suponen una barrera importante a la posibilidad (de) que el país pueda garantizar una minería metálica eficaz en el control de sus riesgos e impactos ambientales y sociales, y lograr una contribución positiva al desarrollo social y económico del país”. En otras palabras, desde 2011, el Ministerio de Medio Ambiente ya decía que la minería metálica no garantizaba una transformación social y económica para el país, como actualmente lo insinúa Bukele.
Por lo tanto, lo que Bukele insinúa con la reactivación de la minería metálica, para decirlo de forma clara, es un suicidio ambiental para El Salvador, en el que la calidad de vida de los salvadoreños empeoraría y el agua apta para el consumo humano sería contaminada de forma irreversible. Lo que Bukele plantea es que el país traspase un punto de no retorno en materia ambiental y, consecuentemente, amenaza la conservación de la vida humana en el territorio salvadoreño. Eso sí es un absurdo.
Lo absurdo no es que el país sea el único en el mundo que prohíbe la minería metálica, lo absurdo es que de la noche a la mañana, y sin un estudio y debate serio, la Asamblea bukelista derogue la ley y permita la actividad minera para extraer oro. Lo absurdo es que por oro el país sea destruido a manos de las empresas mineras, bajo la complicidad del Gobierno de Bukele.
Absurdo también es que la población salvadoreña aplauda una medida tan destructiva que pone en riesgo su propia calidad de vida, solo porque el mandatario finge ser cristiano e insinúa ser un “enviado de Dios” y nos impresiona con luces led de colores.
Gato Encerrado: https://gatoencerrado.news/2024/11/28/absurda-es-la-destruccion-ambiental-de-el-salvador-por-oro/