The loan comes from JP Morgan bank (around $940 million), but it is guaranteed by the United States government through the U.S. International Development Finance Corporation (DFC). This is in case El Salvador fails to repay it. This contribution is considered a political risk insurance (PRI).
In simple terms, the North American nation acts as the “guarantor” in a personal loan, someone who vouches for a borrower unable to secure a debt independently. However, in this case, the backing is financial, precisely $1,000 million, akin to guaranteeing a debt with the amount from a fixed-term savings account.
Additionally, the Development Bank of Latin America and the Caribbean (CAF) provides a $200 million Standby Letter of Credit (SBLC). This SBLC acts as a “second payment source,” meaning the bank will dispense this amount only if the client cannot meet its financial obligations.
“It’s not a common arrangement. It’s an ad-hoc instrument designed to breathe life into potential credit access restrictions in the international market, which ultimately makes debt rollovers more expensive. In this sense, it’s a ‘second best’ option for debt rollover that, under normal circumstances, could be achieved in the international market,” says Rodríguez.
Thus, it was necessary for another state, through one of its agencies, to offer this sort of lifeline, allowing it to face its commitments better, especially the most immediate ones.
Indeed, the nearest maturity, 2027, was purchased at a more significant percentage, 38.8%. In total, the government repurchased $245.7 million of the $633.1 million still in circulation, leaving a little over $387 million to be paid that year. Another $167 million was repurchased in the April buyback operation with a $1,000 million bond issuance.
This is a significant relief considering that by 2027, the government will need to resume paying interest and principal on its debt with the Pension Fund, for which it had a four-year grace period. These payments are around $600 million annually and may increase due to the years the government didn’t pay.
Guatemalan economist José Luis Moreira explains that to make it attractive for investors to sell their bonds, El Salvador needed to offer to buy them at slightly above market price. For example, the 2052 bond was paid at $97 even though it was worth about $94 at the time.
“This is part of the incentive. The government is offering a ‘premium,’ as it’s commonly known, to encourage investors to sell the bonds so the government can remove them from circulation,” Moreira comments. However, Otto Rodríguez warns these buyback operations can become a double-edged sword.
“It’s convenient to get out of a jam and gain some breathing room, improving the image by showing that a major government is throwing them a lifeline, which might be interpreted as a sign of confidence. But it means they can’t abuse this mechanism, because the international market will start doubting that it’ll always come through by selling investments at a lower price; thus, investors might refrain from investing in new bond issues from this country,” opines Otto Rodríguez.
A High-Stakes and Secretive Operation
According to economist Rafael Lemus, never before has a foreign government collaborated in a debt swap with El Salvador of such magnitude, close to $1,000 million. Previously reported exchanges were, for instance, a hundredth of that value to allocate funds to Education, as seen in various transactions with the German government.
The deal saved El Salvador $352 million in capital and interest payments, with $350 million of that earmarked for the conservation of the Lempa River, a kind of “blue bond,” directly focused on the most important watershed in the country. Hence, it’s been labeled a smart move.
However, the instrument’s architecture was handled with complete secrecy within the involved institutions, even for senior executives at JP Morgan, the lending bank. The public hasn’t been informed about basic details like the interest rate obtained or the term, though it’s inferred to be 20 years due to the Lempa River conservation project.
The deal surprised everyone not directly involved in the operation. It also raises the question: why did the U.S. international development bank decide to endorse the debt of a practically insolvent country?
According to consulted economists, this is because the payment is backed by tax revenue and the government’s willingness to honor its debt. Moreover, failure to meet its commitments would badly damage its image, being the last nail in the coffin for El Salvador’s access to financing.
“It faces a complicated pressure. The United States has significant influence in almost all multilateral organizations, such as the World Bank, the Inter-American Development Bank (IDB), and the International Monetary Fund (IMF). Missteps here will have severe repercussions. The risk, therefore, is a calculated one. And it is granted to a country ‘more or less,’ not one like Argentina or Greece,” comments economist Rafael Lemus.
For the expert, there may also be other implicit reasons in this support from the U.S. government, like avoiding a total economic slowdown in El Salvador, which might increase migration to the U.S. or foster closer ties with countries like China.
Instrumento de recompra de deuda, un salvavidas de oro para El Salvador
El préstamo es del banco JP Morgan (de unos $940 millones), pero lo garantiza el gobierno de los Estados Unidos a través de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional (DFC). Esto es por si El Salvador no es capaz de pagarlo. Este aporte se hace en concepto de seguro de riesgo político (PRI).
En términos sencillos, la nación norteamericana ocupa el lugar que en un crédito personal tiene la figura del “fiador”, aquel que pone su nombre como aval a quien no puede garantizar una deuda por sí mismo. Aunque, en este caso, el respaldo es en dinero, exactamente $1,000 millones, como si usted garantizara, por ejemplo, una deuda con el monto de una cuenta de ahorro a plazos.
Además, el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) proporciona una Carta de Crédito Standby (SBLC) de $200 millones. Esto último, la SBLC, se utiliza como “segunda fuente de pago”, lo que significa que el banco cancelará esa suma solo si el cliente no puede cumplir con sus obligaciones financieras.
“No es una figura común. Es un instrumento ad-hoc para dar oxígeno a las restricciones eventuales que se dan en el acceso al crédito en el mercado internacional, que terminan encareciendo más el “roll over” de la deuda. En ese sentido, es un ‘second best’ del ‘roll over’ de la deuda que bajo circunstancias normales se podría hacer en el mercado internacional”, comenta Rodríguez.
De allí que haya tenido la necesidad de que otro Estado, a través de una de sus agencias, le arrojara esta suerte de salvavidas, que le permitirá enfrentar mejor sus compromisos, sobre todo los más inmediatos.
En efecto, el del vencimiento más cercano, el de 2027, fue el que se adquirió en un porcentaje más importante, el 38.8%. En total, el gobierno recompró $245.7 millones de los $633.1 millones que todavía estaban en circulación, por lo que han quedado pendientes para pagar en ese año un poco más de $387 millones. Otros $167 millones fueron recomprados en la operación de recompra de abril con la emisión de $1,000 millones en bonos.
Es un alivio importante si se toma en cuenta que, en el 2027, el Gobierno deberá volver a pagar los intereses y capital de su deuda con el Fondo de Pensiones, para la que contó con un periodo de gracia de cuatro años. Son en torno a $600 millones anuales, que podrían ampliarse debido a los años en el que el Gobierno no pagó.
Según el economista guatemalteco José Luis Moreira, para hacer atractivo el que inversionistas aceptaran vender sus bonos fue necesario que El Salvador ofreciera comprarlos a un precio un poco mayor que el de mercado. Para hacerse una idea, el de 2052 se pagó a $97 a pesar de que en ese momento valía unos $94.
“Eso es parte del incentivo. El Gobierno está ofreciendo una ´prima´, como se le dice popularmente, para que los inversionistas decidan poner los bonos a la venta para que el Gobierno los pueda sacar de circulación”, comenta Moreira. Sin embargo, para Otto Rodríguez estas operaciones de recompra pueden convertirse en un arma de doble filo.
“Es conveniente para salir del atasco y lograr un poco de oxígeno, mejorar la imagen de que un gobierno de los grandes le está dando un salvavidas, que podría interpretarse como señal de confianza. Pero implica que no puede abusar de esa figura, porque entonces el mercado internacional va a comenzar a desconfiar que siempre le van a hacer la misma jugada (comprarle a menor precio sus inversiones); y entonces el inversionista optaría en el futuro a ya no invertir en nuevas emisiones de bonos de este país”, opina Otto Rodríguez.
Operación de gran magnitud y secretismo
Según el economista Rafael Lemus, nunca antes un gobierno extranjero había colaborado en un canje de deuda con El Salvador a una magnitud como esta, cercana a los $1,000 millones. Se habían reportado, por ejemplo, intercambios por una centésima parte de ese valor para destinar los fondos, por ejemplo, a Educación, como los varios realizados con el gobierno de Alemania.
El trato le ha significado un ahorro a El Salvador de $352 millones en el pago de capital e intereses y $350 millones de ellos se destinarán a la conservación del río Lempa, en una especie de “bono azul”, enfocado directamente a la cuenca hidrográfica más importante del país. Por ello, ha sido catalogado como un movimiento inteligente.
Sin embargo, la arquitectura del instrumento fue llevada con total secretismo dentro de las instituciones involucradas, incluso para altos ejecutivos dentro de JP Morgan, el banco prestamista. Y al público no le han sido revelados detalles tan básicos como la tasa de interés obtenida o el plazo, aunque se intuye esto último debido a que el proyecto de conservación del río Lempa es de 20 años.
El trato tomó por sorpresa a todos aquellos que no estaban involucrados directamente en la operación. Y, sobre todo, plantea una pregunta: ¿por qué el banco de desarrollo internacional de Estados Unidos decidió avalar la deuda de un país que es, prácticamente, insolvente?
Para los economistas consultados, esto es porque el pago se respalda en los ingresos tributarios y en la voluntad del gobierno de honrar su deuda. Además, en el hecho de que no cumplir con sus compromisos significaría un golpe fuertísimo para su imagen y sería el último clavo en el ataúd del acceso a financiamiento de El Salvador.
“Tiene una presión complicada. Estados Unidos tiene una gran influencia en prácticamente todos los organismos multilaterales, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Comete un pecado aquí y le sale peor. El riesgo, por tanto, es uno medido. Y se otorga a un país que está más o menos, no a uno como Argentina o Grecia”, comenta el economista Rafael Lemus.
Para el experto, también es posible que en este apoyo del Gobierno de Estados Unidos haya implícitas otras razones, como evitar un enfriamiento total en la economía de El Salvador que incremente la migración hacia ese país o que el Gobierno se acerque más a naciones como China.