The Helicopter Indulgence — El capricho del helicóptero

Sep 3, 2024

Bukele has created a universe where successes are individual, his own, and failures are collective. — Bukele ha creado un universo donde los éxitos son individuales, suyos, y los fracasos, colectivos

Watching the president of El Salvador flaunting his new helicopter, one he doesn’t need, it’s inevitable to ask: why, in such a poor country, does the president decide to splurge on a whim with millions that will be needed to attempt to patch up various economic and social issues?

Which leads to other questions. How is it possible that this new waste isn’t a national scandal? Worse yet: what drives thousands of people to celebrate someone wasting money that doesn’t even belong to them?

They rob us, and we applaud.

Humans have a need for our beliefs to be in harmony with each other. We seek to be coherent under our own rules. When this doesn’t happen, when there’s something external that conflicts with our beliefs, like when a politician we trusted deceives us, an interesting phenomenon arises.

Psychologists call it cognitive dissonance. And that is the reason for rejecting any information, research, or video that contradicts our beliefs. Even if it is a stark truth. For many, this self-deception is the only way to make sense of the absurd.

At one time, it was Tony Saca. Then it was Funes. And now it’s Bukele. For years, El Salvador has elected supposed redeemers who later took advantage of the country. Who have plundered the country.

Despair, frustration, the need to cling to something has led many, despite evidence that the status quo transcends political colors, to reject any information that alters their beliefs.

Bukele has been very skillful in shifting his shortcomings onto any other person, official, or institution that isn’t him. The most recent example occurred in the Legislative Assembly, where the narrative is that lawmakers have taken advantage of public money to hire useless advisors.

As if none of this has to do with the desires of the Presidential House, like everything that happens in a state controlled by a single family. “Poor president, how deceived he’s been.”

Bukele has created a universe where successes are individual, his own, and failures are collective. Everyone’s, but not the president’s. An aspirational universe that doesn’t allow dissent. A universe that puts the most devoted in a bind when faced with a reality that disrupts what they believed.

That carefully staged setting explains why we reject authoritarianism, when we understand what it implies, when we review history to confirm the devastation it produces, yet we still decide to support it because the supreme leader demands it.

[A supreme leader who forgets that other dictators have also graced the same covers. And none fared well.]

Self-deception will allow him to keep receiving applause, harvesting headlines, or flaunting what he considers his prizes, like that ridiculously expensive helicopter that didn’t need to be bought. But you will pay for it. Because, at the end of the day, the problem isn’t just the scammer’s; it’s also with those who allow themselves to be deceived.

Revista Factum: https://www.revistafactum.com/el-capricho-del-helicoptero/

El capricho del helicóptero

Uno mira al presidente de El Salvador presumiendo su nuevo helicóptero, uno que no necesita, y resulta inevitable preguntarse: ¿por qué, en un país tan pobre, el presidente decide gastarse en un capricho los millones que le harán falta para intentar parchear los múltiples problemas económicos y sociales? 

Lo cual lleva a otras preguntas. ¿Cómo es posible que este nuevo despilfarro no sea un escándalo nacional? Peor aún: ¿qué lleva a miles de personas a celebrar que alguien desperdicie el dinero que ni siquiera le pertenece? 

Nos roban y encima aplaudimos. 

Los seres humanos tenemos la necesidad de que nuestras creencias tengan armonía entre sí. Buscamos ser coherentes bajo nuestras propias reglas. Cuando esto no ocurre, cuando hay algo externo que pone en conflicto a nuestras creencias, como cuando un político al que le creímos nos engaña, surge un fenómeno interesante. 

Los psicólogos lo llaman disonancia cognitiva. Y esa es la razón para rechazar cualquier información, investigación o video que vaya contra nuestras creencias. Incluso si es una verdad lapidaria. Ese autoengaño es la única manera, para muchos, de encontrarle sentido al absurdo. 

En algún momento fue Tony Saca. Luego fue Funes. Y ahora es Bukele. El Salvador ha elegido durante años a supuestos redentores que luego se han aprovechado del país. Que han saqueado al país. 

La desesperanza, la frustración, la necesidad de aferrarse a algo ha hecho que muchos, pese a la evidencia de que lo mismo de siempre no respeta colores, rechacen cualquier información que altere sus creencias. 

Bukele ha sido muy hábil en transferir sus incapacidades hacia cualquier otra persona, funcionario o institución que no sea él. El ejemplo más reciente ocurrió en la Asamblea Legislativa, donde la narrativa es que los diputados se han aprovechado del dinero público para contratar a asesores inútiles. 

Como si nada de esto tuviera que ver con los deseos de Casa Presidencial, como todo lo que ocurre en un Estado controlado por una sola familia. “Pobrecito, el presidente, cómo lo han engañado”. 

Bukele ha creado un universo donde los éxitos son individuales, suyos, y los fracasos, colectivos. De todos, pero menos del presidente. Un universo aspiracional que no admite disidencias. Un universo que pone en encrucijada a los más devotos cuando se enfrentan a una realidad que trastoca lo que creían. 

Esa cuidada puesta en escena es la que permite explicar que rechacemos el autoritarismo, cuando entendemos lo que implica, cuando revisamos la historia para confirmar la devastación que produce, pero aún así decidimos apoyarlo porque el líder supremo lo demanda. 

[Un líder supremo que olvida que otros dictadores también pasaron por la misma portada. Y a ninguno le fue bien].

El autoengaño le permitirá seguir recibiendo aplausos, cosechando portadas o presumiendo lo que considera sus premios, como ese carísimo helicóptero que no había necesidad de comprar. Pero que usted le pagará. Porque, al fin y al cabo, el problema no es solo del timador; también de quien se deja engañar.

Revista Factum: https://www.revistafactum.com/el-capricho-del-helicoptero/