Dollar Dance in the Blue Room — La danza de los dólares en el Salón Azul

Aug 22, 2024

Under pressure from public opinion, some ruling lawmakers had no choice but to disclose how they spend the additional funds on top of their already high salaries. Regardless of the authenticity of these reports, which are subject to reasonable doubt, the provided data offers a glimpse into the absurdity of Bukele's dictatorship. — Forzados por la presión de la opinión pública, algunos diputados oficialistas no tuvieron más remedio que informar cómo gastan los fondos adicionales a su ya elevado salario. Prescindiendo de la autenticidad de los informes, sobre los cuales planean dudas razonables, los datos proporcionados abren un resquicio para asomarse al absurdo de la dictadura de los Bukele.

Under pressure from public opinion, some ruling lawmakers had no choice but to disclose how they spend the additional funds on top of their already high salaries. Regardless of the authenticity of these reports, which are subject to reasonable doubt, the provided data offers a glimpse into the absurdity of Bukele’s dictatorship. His lawmakers employ community managers, technical and administrative assistants, communicators of all kinds—cameramen, photographers, graphic designers, liaisons with national and international communities, universities, professionals, diplomats, and social organizations—and marketing, purchasing, and inventory managers.

Given such a diverse list, one might ask why lawmakers need this personnel when they occupy their seats by Bukele’s grace, only approve what he orders, their presence in communities does not impact their legislative work, and they don’t dialogue or debate with anyone except other government officials who echo the Presidential House’s messages. The only seemingly necessary personnel are the image creators, given the pleasure they take in portraying themselves as what they are not.

In the long list of contracts, there are no specialists in the major national issues, such as economists, sociologists, political scientists, or ecologists. The truth is they don’t need them. In the committees, they neither study nor reason; they are content to pass legislation to the plenary without understanding it. The plenary itself does not analyze or debate; it merely approves as the Presidential House dictates. In fact, they don’t need that many content creators either. Despite their abundance, they haven’t been able to mitigate the damage to the credibility of their employers, whose image has been tarnished by their misuse of taxes.

With so many communication advisors and liaisons with communities and social organizations, the legislators’ leadership should be dazzling and fascinating. But it isn’t. That would go against the nature of the ruling party. Bukele’s Presidential House doesn’t tolerate any leadership other than its own. Not even in the territories to which they claim to be linked can they exercise any leadership. Their presence in national affairs is overshadowed by Bukele. Consequently, they don’t need so much personnel around them. Only some dull but servile talent is necessary.

How, then, can we explain these grotesque hires with exorbitant salaries? The answer lies in the legislative tradition, shared by other branches of the State. They hire activists, family members, and close friends to whom they are obliged. It was that way before, and it is that way now: the same old story. Additionally, it’s a well-established practice in legislative circles that a portion of those bloated salaries reverts to the hiring lawmaker. An extra income. Anyway, the lawmakers’ explanations fell short. They still haven’t explained the whereabouts of the other $5,500 each claims to return to the legislative presidency.

These are thorny issues that the big bosses keep under the strictest secrecy. The surprising remark by Bukele and the pressure from an outraged public opinion forced them to reveal the least compromising information, but without convincing anyone. The information they provided to exonerate themselves lacks formal backing and is incomplete. The little they disclosed made it evident that members of their colorful entourage earn more than specialized employees in the health sector. Instead of saving their skin, lawmakers sink deeper into the mire.

They might believe that the large circle they surround themselves with projects their political influence. They are deluded if they think that this curious collection of employees correlates directly with their social relevance. They are victims of the same mirage created by dictatorships and their propagandists. In practice, they are insignificant and, above all, dispensable. Just look at how many communities or social organizations approach them to present their needs and request solutions. How many mothers and wives seek them out for protection against the injustice of the security forces, the prosecution, and the prison system. They have never been interested in the fate of the disappeared nor visited the outpatient clinics of the public health system or abandoned schools.

On the rare occasions when some organizations or individuals have approached them, hoping to find a response to their afflictions or at least a word of comfort, they have not received them. They are beholden not to the suffering citizens but to Bukele. Therefore, it makes no sense to waste time listening to the miseries of the excluded and impoverished.

* Rodolfo Cardenal, director of the Centro Monseñor Romero.

UCA: https://noticias.uca.edu.sv/articulos/la-danza-de-los-dolares-en-el-salon-azul

La danza de los dólares en el Salón Azul

Forzados por la presión de la opinión pública, algunos diputados oficialistas no tuvieron más remedio que informar cómo gastan los fondos adicionales a su ya elevado salario. Prescindiendo de la autenticidad de los informes, sobre los cuales planean dudas razonables, los datos proporcionados abren un resquicio para asomarse al absurdo de la dictadura de los Bukele. Sus diputados emplean a community managers; técnicos y asistentes administrativos; comunicólogos de toda clase: camarógrafos, fotógrafos, diseñadores gráficos; enlaces con las comunidades nacionales e internacionales, las universidades, los profesionales, los diplomáticos y las organizaciones sociales; y encargados de mercadeo, compras e inventarios.

Ante esta lista tan variopinta cabe preguntar qué necesidad tienen los diputados de ese personal cuando ocupan el escaño por obra y gracia de Bukele, solo aprueban lo que este les ordena, su presencia en las comunidades no repercute en su labor legislativa, no dialogan ni discuten con nadie, excepto con otros funcionarios gubernamentales que repiten el mensaje de Casa Presidencial. Los únicos aparentemente necesarios son los creadores de imagen, dado el placer que les causa exhibirse como lo que no son.

En la larga lista de contratos, no aparecen especialistas en los grandes temas de la realidad nacional, como economistas, sociólogos, politólogos o ecologistas. La verdad es que no les hacen ninguna falta. En las comisiones no estudian ni razonan, se contentan con pasar la legislación al plenario sin entenderla. El plenario tampoco analiza ni discute, solo aprueba tal como dispone Casa Presidencial. De hecho, tampoco necesitan tanto creador de contenido. Pese a su abundancia, no han podido contener el daño causado a la credibilidad de sus empleadores, cuya imagen ha quedado embarrada por su libertinaje con los impuestos.

Con tantos asesores en comunicación y enlaces con las comunidades y las organizaciones sociales, el liderazgo de los legisladores debiera ser deslumbrante y fascinante. Pero no es el caso. Eso sería ir en contra de la naturaleza del oficialismo. La Casa Presidencial de Bukele no tolera más liderazgo que el suyo. Ni siquiera en los territorios a los que se dicen vinculados pueden ejercer liderazgo alguno. Su presencia en el quehacer nacional está opacada por Bukele. En consecuencia, no necesitan tanto personal en su alrededor. Basta con algo de talento anodino, pero servil.

Cómo explicar, entonces, esas contrataciones grotescas con salarios exorbitantes. La respuesta se encuentra en la tradición legislativa, compartida por los otros poderes del Estado. Contratan activistas, familiares y compadres con quienes están obligados. Así fue antes y así es ahora: lo mismo de siempre. Además, es práctica bien establecida en los círculos legislativos que una parte de esos abultados salarios revierta en el diputado que contrata. Un ingreso extra. De todas maneras, las explicaciones de los diputados se quedaron cortas. Todavía no han explicado el destino de los otros 5,500 dólares que cada uno alega devolver a la presidencia de la legislatura.

Estas son cuestiones espinosas, que los grandes jefes mantienen bajo el secreto más riguroso. El sorpresivo señalamiento de Bukele y la presión de una opinión pública enfurecida los obligó a revelar lo menos comprometedor, pero sin convencer. La información con la que intentan exculparse carece de respaldo formal y es incompleta. Lo poco que adelantaron puso en evidencia que los integrantes de su pintoresco séquito ganan más que los empleados especializados del sector salud. En lugar de salvar el pellejo, los diputados se hunden más en la ciénaga.

Tal vez crean que el nutrido círculo del que se rodean proyecta su influencia política. Se engañan si piensan que esa curiosa colección de empleados es directamente proporcional a su relevancia social. Son víctimas del mismo espejismo creado por las dictaduras y sus propagandistas. En la práctica, son insignificantes y, sobre todo, prescindibles. Basta con observar cuántas comunidades u organizaciones sociales acuden a ellos para plantearles sus necesidades y solicitarles una solución. Cuántas madres y esposas los buscan para pedirles amparo ante la injusticia de los cuerpos de seguridad, la fiscalía y el sistema carcelario. Nunca se han interesado en la suerte de los desaparecidos o han visitado la consulta externa del sistema público de salud o los centros escolares abandonados.

En las contadas ocasiones en que algunas organizaciones o personas han acudido a ellos con la ilusión de encontrar una respuesta a su aflicción o al menos una palabra de consuelo, no las han recibido. No se deben a la ciudadanía sufriente, sino a Bukele. No tiene sentido, por tanto, perder el tiempo escuchando las miserias de los excluidos y empobrecidos.

 * Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

UCA: https://noticias.uca.edu.sv/articulos/la-danza-de-los-dolares-en-el-salon-azul