Calling a few disjointed measures an economic plan is bold. These have appeared as the presidential popularity demanded them. It follows the same pattern as the supposed territorial control plan, whose comprehensive content remains a state secret. The cost of the basic food basket was a hit before June 1st, but it was only recently that Bukele threatened merchants with jail if they did not lower prices and announced the opening of vegetable selling points at low prices. In a second announcement, he baptized the measure as phase 1 of a food sustainability plan. He added the elimination of tariffs on products of the expanded basic food basket and agricultural inputs.
At the inauguration of a multinational’s data center, he made the third announcement: supply centers without intermediaries for importers, producers, wholesalers, and retailers. The announcements are confusing. They reveal inexcusable misinformation or frivolity in a president. The suspended tariffs on food do not exist; therefore, they will not reduce prices. The price increase lies elsewhere. Moreover, in the medium term, the measure will deepen the already enormous food dependency on foreign sources. Subsidized products like American maize are cheaper than domestic ones. In those terms, there is no possible competition.
The announcements are not only ill-advised but also incomplete. Bukele forgot to inform about the whereabouts of the million-dollar trust assigned to a master plan for agricultural rescue at the end of 2021. Likewise, he ignored the fact that since mid-last year, the Comprehensive Law on Agricultural Commercialization has been in force, which covers supply but understood in different terms than his. The agricultural policy is so confusing that, in less than a year, that law has undergone two reforms, has no budget, and has already had two directors.
The multinational’s platform was offered as the ideal occasion to announce phase 2 of his economic plan, which will make the country a unique technological center, attractive to investors and talent. This phase suffers from the same inconsistency as the previous one. The inaugurated center is neither the first nor the most important in the region; another one with greater capacity already exists. It is also not a direct achievement of his economic plan, but of the multinational that began its construction last year. The bet on the tech sector does not depend on Bukele but on private investment. He himself acknowledged this, thinking he is leading the technological revolution. At best, his intervention is marginal. Anyway, Paraguay is far ahead as a paradise for cryptocurrency farms, attracted by low electricity costs. He will announce the next phases of his economic plan as the occasion arises. The plan proceeds in fits and starts.
These interventions, which heralded the country’s economic takeoff, were suddenly overshadowed by one of Bukele’s most powerful references. In three days, in two public interventions, Trump called his most notable achievement into question. He dismissed his war on gangs as a sham and attributed the drop in homicides to his deportation of gang members and drug traffickers to the United States. The pleasure he said he felt for Bukele did not prevent him from hurting his arrogance and wounding his self-esteem.
The ruling party came out in defense of a silent Bukele. Just as it has not spared praises on other occasions, now it says that Trump is wrong. Partly yes, and partly no. Trump’s two speeches are peppered with falsehoods, out-of-context data, and half-truths. Something in which Bukele is no different. But on the other hand, Trump alludes to the release of gang leaders and the refusal to extradite those wanted by the American justice system. Trump’s accusations hint at Bukele’s pact with the gangs.
Bukele’s silence is sinister. Trump’s attack is not only personal but also, and above all, directed against the Salvadoran diaspora, one of the most convinced bases of support for Bukele’s benefits. Trump would like to deport the hundreds of thousands of undocumented individuals, whom he simply considers criminals. Bukele has not had the courage to come to their defense. He has distanced himself from the looming threat over them.
Opportunism, deeply selfish, knows no loyalty. Figures like Bukele and Trump sacrifice whoever is necessary to satisfy their ambitions. They disregard values, even though God’s name is always on their lips. The rift between them may perhaps be overcome through mutual empathy. But this does not include the diaspora. The deportation of a significant number of Salvadorans will shatter Bukele’s dreams of prosperity. The economic plan moves forward living on the edge.
* Rodolfo Cardenal, director of the Monseñor Romero Center.
UCA: https://noticias.uca.edu.sv/articulos/a-salto-de-mata
A salto de mata
Llamar plan económico a unas cuantas disposiciones desarticuladas es atrevido. Estas han aparecido en la medida en que lo demandaba la popularidad presidencial. Es el mismo patrón del supuesto plan de control territorial, cuyo contenido integral sigue siendo secreto de Estado. El costo de la canasta básica golpeaba antes del 1 de junio, pero ha sido hasta hace unos días que Bukele amenazó a los comerciantes con la cárcel si no reducían los precios y anunció la apertura de puestos de venta de hortalizas a bajo costo. En una segunda entrega, bautizó la medida como la fase 1 de un plan de sostenibilidad alimentaria. Agregó la supresión de aranceles de los productos de la canasta básica ampliada y de insumos agropecuarios.
En la inauguración del centro de datos de una multinacional hizo la tercera entrega: centros de abastos sin intermediarios para importadores, productores, mayoristas y minoristas. Los anuncios son desconcertantes. Revelan desinformación o frivolidad inexcusables en un mandatario. Los aranceles suspendidos a los alimentos son inexistentes; por tanto, no reducirán los precios. El aumento del precio está en otro lado. Además, a mediano plazo, la medida profundizará la ya enorme dependencia alimentaria del exterior. Productos subsidiados como el maíz estadounidense son más baratos que el nacional. En esos términos, no hay competencia posible.
Los anuncios no solo son desatinados, sino también incompletos. Bukele olvidó informar sobre el paradero del millonario fideicomiso asignado a un plan maestro de rescate agropecuario de finales de 2021. Asimismo, ignoró que desde mediados del año pasado está vigente la Ley Integral de Comercialización Agropecuaria, que contempla el abastecimiento, pero entendido en términos diferentes a los suyos. La política agraria es tan confusa que, en menos de un año, esa ley ha pasado por dos reformas, no tiene presupuesto y ya ha tenido dos directores.
La tribuna de la multinacional se le ofreció como la ocasión ideal para anunciar la fase 2 de su plan económico, que hará del país un centro tecnológico único, atractivo para inversionistas y el talento. La fase peca de la misma incongruencia que la anterior. El centro inaugurado no es el primero ni el más importante de la región, ya existe otro con mayor capacidad. Tampoco es un logro directo de su plan económico, sino de la multinacional, que comenzó su construcción el año pasado. La apuesta por el sector tecnológico no depende de Bukele, sino de la inversión privada. Así lo reconoció él mismo, que se piensa al frente de la revolución tecnológica. En el mejor de los casos, su intervención es marginal. De todas maneras, Paraguay le lleva mucha ventaja como paraíso de las granjas de criptomonedas, atraídas por el bajo costo de la electricidad. Las siguientes fases de su plan económico las anunciará según se ofrezca la ocasión. El plan marcha a sobresaltos.
Estas intervenciones que auguraban el despegue económico del país fueron opacadas sorpresivamente por uno de los referentes más poderosos de Bukele. En tres días, en dos intervenciones públicas, Trump puso en entredicho su logro más notorio. Descartó su guerra contra las pandillas como un embuste y atribuyó el descenso de los homicidios a que envía los pandilleros y los traficantes de drogas a Estados Unidos. El agrado que dijo sentir por Bukele no fue obstáculo para lastimar su arrogancia y herir su autoestima.
El oficialismo salió en defensa de un Bukele mudo. Así como en otras ocasiones no ha escatimado los elogios, ahora dice que Trump está equivocado. En parte sí y, en parte, no. Los dos discursos de Trump están jalonados por falsedades, datos fuera de contexto y medias verdades. Algo en lo que Bukele no es diferente. Pero, por otro lado, Trump alude a la liberación de los líderes de las pandillas y a la negativa a extraditar a los solicitados por la justicia estadounidense. En los señalamientos de Trump subyace el pacto de Bukele con las pandillas.
El silencio de Bukele es siniestro. El ataque de Trump no es únicamente personal, sino también y sobre todo lo dirigió contra la diáspora salvadoreña, una de las bases de apoyo más convencida de las bondades de Bukele. Trump quisiera deportar a los centenares de miles de indocumentados, a quienes considera sin más criminales. Bukele no ha tenido el valor de salir en su defensa. Se ha desentendido de la amenaza que se cierne sobre ellos.
El oportunismo, profundamente egoísta, no conoce la lealtad. Figuras como Bukele y Trump sacrifican a quien haga falta para satisfacer sus ambiciones. Desconocen los valores, aun cuando el nombre de Dios está siempre en sus labios. El desencuentro entre ellos tal vez pueda ser superado desde la mutua empatía. Pero esta no incluye a la diáspora. La deportación de una cantidad significativa de salvadoreños echará por tierra los sueños de prosperidad de Bukele. El plan económico avanza a salto de mata.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.