With the cross of Cerro Tecana in the background, a procession of people guided by the hearse carrying 60-year-old Blanca Osmilda Castro’s body advanced toward the Santa Ana municipal cemetery.
Most people were silent during the procession. However, some expressed indignation. “She was imprisoned for two years without owing anything. Poor thing,” murmured some of the crowd.
Blanca was much loved in her community due to her kindness, according to residents. She sold tortillas and breakfasts to make a living. Her death has deeply impacted the locals.
Alex, Blanca’s son-in-law, stated that to this day, they don’t understand why officers of the National Civil Police came to arrest her at her home in the Lomas de Tecana neighborhood, on June 1, 2022.
“They arrived at her house in the morning, without a warrant or any other document. They just took her,” he recounted.
From that moment on, Blanca Castro’s family was worried, not for her innocence, as they knew she had no connection with criminal groups, but for her fragile health, as she had been suffering from heart disease for several years.
Blanca was initially detained at the Women’s Prison in San Salvador and then transferred to the Apanteos prison in Santa Ana, where she died.
Each month, her children brought her packages of supplies, for which they invested around $175. They also deposited $80 in the personal account provided by the Penitentiaries for the inmates.
Alex, Blanca’s son-in-law, said that due to concern for her health, they decided to hire a private lawyer to secure her release. Still, they only managed to obtain permission to bring the medications required for Blanca’s multiple illnesses into the prison.
The last package they brought Blanca was on Sunday, June 23, in the morning. On Monday, June 24, they received a call from the Apanteos prison notifying them that Blanca had died on Sunday night due to an official notification of a heart attack.
“I saw a burn on her right arm and a blow to her neck,” commented a relative who managed to enter the Legal Medicine office to identify the body.
Emotional farewell
On Tuesday, after touring the Santa Ana General Cemetery, some people sought shade under some trees. Once at the designated spot for burial, friends and acquaintances surrounded the coffin.
Some approached Blanca, not with sad faces, but with a smile, happy to see her again after two years, even if it was in a coffin.
“She looks really nice. They did a good job with her makeup,” said a friend of Blanca’s.
The locals prayed and sang praises despite the cemetery workers’ hurry to perform the service, as five other families were waiting to bury their loved ones after Blanca’s family.
“My Blanquita is gone,” said Misael Quijada Castro, Blanca’s brother, as he looked at her through the coffin’s glass.
Some just watched the earth fall, while others threw various types of flowers. Blanca’s closest friends and family cried and hugged each other for comfort.
“These are Bukele’s works,” a friend of Blanca’s muttered, breaking the silence in the area.
As the relatives and friends left the cemetery, two women were overhead talking:
“I’m worried about my brother. He’s imprisoned there-“
“I understand. We bring my cousin a package every month-“
According to those present, the area has witnessed multiple cases of people detained under the state of exception, with little to no information available to this day.
The number of deaths in the custody of El Salvador’s security authorities under the state of exception, enacted since March 2022 to combat gangs, has exceeded 301, with the majority being violent, according to Ingrid Escobar, director of the civil organization Socorro Jurídico Humanitario (Humanitarian Legal Aid), earlier this month.
“In 28 months of the state of exception, we have confirmed the death of at least 301 people in Salvadoran penitentiary centers,” Escobar told EFE.
Escobar explained that out of this number, only one person died in the mega-jail Center for Terrorism Confinement (CECOT), with the rest in prisons such as Izalco, La Esperanza, Apanteos, Zacatecoluca, Quezaltepeque, and holding cells of the National Civil Police.
“Mi Blanquita se me fue”: Fallece mujer detenida bajo el régimen en penal de Apanteos
Con la cruz del cerro Tecana al fondo, avanzaba la caravana de personas guiadas por la carroza fúnebre que llevaba el cuerpo de Blanca Osmilda Castro, de 60 años, con dirección al cementerio municipal de Santa Ana.
La mayoría de personas guardaba silencio en el recorrido. Pero algunos soltaban algunas palabras de indignación. “Dos años estuvo presa sin deber nada. Pobrecita”, se escuchaba entre la multitud.
Blanca era una mujer muy querida en su comunidad debido a que siempre se caracterizó por su amabilidad, según los habitantes. Vendía tortillas y desayunos para subsistir. Su muerte ha impactado a los lugareños.
Alex, yerno de Blanca, comentó que hasta la fecha no comprenden la razón del porqué los agentes de la Policía Nacional Civil llegaron a detenerla a su casa, ubicada en la urbanización Lomas de Tecana, el 1 de junio de 2022.
“Ellos llegaron durante la mañana hasta su casa, sin una orden ni otro documento. Sólo se la llevaron”, narró.
Desde ese momento la familia de Blanca Castro se preocupó, no por su inocencia, ya que sabían que no tenía vínculo con grupos delictivos, sino por su estado delicado de salud, ya que padecía cardiopatía desde hace algunos años.
Blanca estuvo detenida primero en Cárcel de Mujeres, en San Salvador, luego fue trasladada al penal de Apanteos de Santa Ana, donde falleció.
Cada mes, sus hijos iban a dejarle paquetes de insumos, para lo cual invertían alrededor de $175. También depositaban $80 a la cuenta personal que pone a disposición Centros Penales para los reos.
Alex, yerno de Blanca, comentó que debido a la preocupación por su salud decidieron contratar a un abogado particular para conseguir su libertad, pero solamente lograron que les dieran permiso para poder ingresar al penal los medicamentos que requerían las múltiples enfermedades de Blanca.
El último paquete que le fueron a dejar a Blanca fue el pasado domingo 23 de junio en la mañana. El lunes 24 recibieron una llamada desde el penal de Apanteos para avisarles que Blanca había fallecido durante la noche del domingo, según la notificación oficial, por un paro cardíaco.
“Yo le vi una quemada en su brazo derecho y un golpe en su cuello”, comentó un familiar que logró entrar a Medicina Legal a reconocer el cuerpo.
Emotiva despedida
Este martes, después de recorrer el cementerio general de Santa Ana, algunas personas buscaban la sombra de algunos de árboles. Una vez en el lugar indicado por la familia para la sepultura, los amigos y allegados rodearon el féretro.
Algunos se acercaron a despedir a Blanca, pero no con caras tristes, sino con una sonrisa por poder verla de nuevo después de dos años, pese a que regresó en un ataúd.
“Bien linda se mira. La maquillaron bien”, comentó una amiga de Blanca.
Los lugareños oraron y cantaron alabanzas a pesar de la prisa que tenían los trabajadores del cementerio para hacer el servicio, ya que después de la familia de Blanca había otras cinco familias más esperando enterrar a sus seres queridos.
“Mi Blanquita se me fue”, comentó Misael Quijada Castro, hermano de Blanca, mientras la miraba a través del vidrio del ataúd.
Unos solo veían caer la tierra y otros tiraban flores de distintos tipos. Los más cercanos a Blanca lloraban y se abrazaban buscando consuelo.
“Estas son las obras de Bukele”, se escuchó decir a una amiga de Blanca para cortar el silencio en el lugar.
Mientras los familiares y amigos se retiraraban del cementerio, se escuchó conversar a dos mujeres:
– Esto me hace preocuparme por mi hermano. Allá está preso-
– Te entiendo. Nosotros cada mes le vamos a dejar paquete a mi primo-
Según los presentes, en los alrededores hay múltiples casos de personas detenidas bajo el régimen de excepción y de los que hasta la fecha no tienen mayor información.
La cifra de fallecidos en custodia de las autoridades de seguridad de El Salvador, en el marco del régimen de excepción vigente desde marzo de 2022 para combatir a las pandillas, superó las 301 y la mayoría se habrían dado de forma violenta, según dijo a principios de este mes Ingrid Escobar, directora de la organización civil Socorro Jurídico Humanitario (SJH).
“En 28 meses del régimen de excepción hemos constatado la muerte de al menos 301 personas en centros penales de El Salvador”, sostuvo Escobar en declaraciones a EFE.
Escobar explicó que de esta cifra, únicamente una persona falleció en la megacárcel Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) y el resto en prisiones como Izalco, La Esperanza, Apanteos, Zacatecoluca, Quezaltepeque y calabozos de la Policía Nacional Civil.