Neither Blessings nor Miracles — Ni bendiciones, ni Milagros

Jun 7, 2024

Deliberate and public perjury, because neither of the Executive officials sworn in on June 1st intends to comply with the Constitution, as they promised. It is cynical to take an oath knowing full well that it is violated in the very act of solemnly promising to observe it. All their guests knew it too. — Perjurio deliberado y público, porque ninguno de los dos funcionarios del Ejecutivo juramentados el 1 de junio tiene intención de cumplir la Constitución, tal como prometieron. Es cínico hacer un juramento sabiendo bien que se lo violenta en el mismo acto de prometer solemnemente observarlo. Todos sus invitados también lo sabían.

Deliberate and public perjury, because neither of the Executive officials sworn in on June 1st intends to comply with the Constitution, as they promised. It is cynical to take an oath knowing full well that it is violated in the very act of solemnly promising to observe it. All their guests knew it too. Some of them have defended democracy, law, and human rights in their speeches. Yet, they all agreed to legitimize an act that is, in itself, illegal and immoral. Success turned illegality and immorality into legality and morality, and their celebration into a vanity fair.

The falsehoods that peppered Bukele’s speech made his repeated invocations of God’s name frivolous. The current security is no miracle but the result of indiscriminate, brutal, and inhumane repression. Nor has he been the lucid doctor he now claims to be. In the first three constitutional years, he treated gangs as his predecessors did: secretly negotiating with them since he was mayor, thus gaining access to their territories, votes, and reducing homicides. However, the agreement did not last. It burst unexpectedly at the beginning of 2022. Displeased, frustrated, and enraged, he launched a fierce repression against gang members and the popular sectors where they operated. Thus, he achieved the result he now presents as a “miracle.”

The invocation of divine intervention conceals the immeasurable human suffering caused by this alleged miracle. The other side of current security is the ferocity of a regime that tramples on human dignity. The God of Jesus does not perform that kind of “miracle.” Destructive force is not his way, but unconditional forgiveness, love, and freedom. He created humanity free, even to sin. And he was consistent with his decision, even to the point of leaving his beloved Son in the hands of his murderers. Freedom entails that risk, one Bukele does not dare to assume because he only wants submissive slaves. If there is any reason for astonishment, it is the unexpected containment of the gangs.

The absence of a well-thought-out plan does not justify attributing its success to a miracle. The result is a mere coincidence. Nor is there any plan to create the announced “economic miracle.” Bukele only knows that the numbers do not add up, extreme poverty is increasing, and debts to investors, retirees, and suppliers are piling up. One thing is sure, there will be no extraordinary divine intervention. The Creator God entrusted humanity with the responsibility of preserving his creation and its inhabitants. He grieves the death of the righteous but respects the freedom given. Nevertheless, he has reserved the final word.

Bukele will use the same method as in security: test and adopt what works for him, regardless of the cost to the majority. In fact, he has already warned them. He will most likely impose much heavier burdens on them. Higher regressive taxes, the elimination of subsidies, and even more meager pensions. Of course, the “economic miracle” will not occur at the expense of the lucrative businesses of his family and associates, but of the impoverished and vulnerable majorities. The warning was directed at them, not his guests at the National Palace and the subsequent celebrations.

The dictatorship spared no expense in staging its inauguration. The triumphant walk on long red carpets through the renovated, flagged, and flowered palace rooms; the display of gold in the hardware and the capitals; the guard of black capes with blue Nazi-style lining or Chilean dictatorship; and the Napoleonic-cut jacket with golden appliques on the high collar and sleeves showcased non-existent wealth and an increasingly fragile power. The lavish imperial airs of the inauguration herald more decadence than novelty.

The help and wisdom of God, repeatedly invoked by Bukele in his first appearance as dictator, fell into the void, according to the Argentine pastor’s religious logic. He promised multiple and abundant blessings to those who fulfilled God’s law, a law that had already been violated twice. Bukele does not intend to fulfill the Constitution or seek the well-being of the Salvadoran people, but his and his brothers’. By lying, he also used God’s name in vain, by whom he swore what he will not fulfill. Jesus went even further, asking not to swear by anything and adding that anything said beyond yes and no comes from the Evil One. This first sin casts doubt on the countless blessings promised by the Argentine pastor.

* Rodolfo Cardenal, director of the Monseñor Romero Center.

UCA: https://noticias.uca.edu.sv/articulos/ni-bendiciones-ni-milagros

Ni bendiciones, ni Milagros

Perjurio deliberado y público, porque ninguno de los dos funcionarios del Ejecutivo juramentados el 1 de junio tiene intención de cumplir la Constitución, tal como prometieron. Es cínico hacer un juramento sabiendo bien que se lo violenta en el mismo acto de prometer solemnemente observarlo. Todos sus invitados también lo sabían. Algunos de ellos tienen en su haber sendos discursos en defensa de la democracia, la ley y los derechos humanos. Aun así, todos se prestaron a legitimar un acto, en sí mismo, ilegal e inmoral. El éxito transformó la ilegalidad y la inmoralidad en legalidad y moralidad, y su celebración en una feria de vanidades.

Las falsedades que jalonaron el discurso de Bukele volvieron frívolas sus reiteradas invocaciones al nombre del Dios. La seguridad actual no es ningún milagro, sino obra de una represión indiscriminada, brutal e inhumana. Tampoco ha sido el médico lúcido que ahora dice ser. En los tres primeros años constitucionales trató a las pandillas igual que sus antecesores: negoció secretamente con ellas desde que fue alcalde y así consiguió ingreso en sus territorios, votos y reducción de los homicidios. Pero el acuerdo no duró. Explotó intempestivamente, a comienzos de 2022. Desairado, frustrado y encolerizado, lanzó una feroz represión contra los pandilleros y los sectores populares donde operaban. Así consiguió el resultado que ahora presenta como “milagro”.

La invocación de la intervención divina oculta el inconmensurable sufrimiento humano ocasionado por ese presunto milagro. La otra cara de la seguridad actual es la ferocidad de un régimen que atropella la dignidad humana. El Dios de Jesús no hace esa clase de “milagros”. La fuerza destructiva no es lo suyo, sino el perdón incondicional, el amor y la libertad. Creó a la humanidad libre, incluso para pecar. Y fue consecuente con su decisión, hasta el extremo de dejar a su Hijo querido en manos de sus asesinos. La libertad conlleva ese riesgo, uno que Bukele no se atreve a asumir, porque solo desea esclavos sumisos. Si alguna razón hay para el asombro es el haber contenido inesperadamente a las pandillas.

La inexistencia de un plan bien pensado no justifica atribuir su éxito a un milagro. El resultado es simple casualidad. No hay tampoco ningún plan para fabricar el anunciado “milagro económico”. Bukele solo sabe que las cuentas no le cuadran, que la pobreza extrema es cada vez mayor y que las deudas con los inversionistas, los jubilados y los proveedores se le acumulan. Una cosa es cierta, no habrá ninguna intervención divina extraordinaria. El Dios Creador entregó a la humanidad la responsabilidad de conservar su creación y a sus habitantes. Le duele la muerte del justo, pero respeta la libertad entregada. No obstante, Él se ha reservado la última palabra.

Bukele utilizará el mismo método que en la seguridad: probar y adoptar aquello que le funcione, sin considerar el costo para las mayorías. De hecho, ya se los advirtió. Muy probablemente les impondrá cargas mucho más pesadas. Impuestos regresivos más altos, supresión de los subsidios y pensiones todavía más exiguas. Eso sí, el “milagro económico” no ocurrirá con menoscabo de los lucrativos negocios de su familia y sus allegados, sino de las mayorías empobrecidas y vulnerables. La advertencia la dirigió a ellas, no a sus invitados al Palacio Nacional y a los festejos posteriores.

La dictadura no escatimó gastos en la puesta en escena de su inauguración. El paseo triunfal sobre largas alfombras rojas por las dependencias de un palacio remozado, embanderado y enflorado; el despliegue de dorados en los herrajes y los capiteles; la guardia de capas negras con forro azul estilo nazi o dictadura chilena; y la chaqueta de corte napoleónico con aplicaciones doradas en el cuello alto y las mangas exhibieron una riqueza inexistente y un poder cada vez más frágil. Los fastuosos aires imperiales de la inauguración anuncian más decadencia que novedad.

La ayuda y la sabiduría de Dios, reiteradamente invocadas por Bukele en su primera comparecencia como dictador, cayeron en el vacío, según la lógica religiosa del pastor argentino. Prometió múltiples y abundantes bendiciones a quienes cumplieran la ley de Dios, una ley que ya había sido violada por partida doble. Bukele no piensa cumplir la Constitución ni procurar el bienestar del pueblo salvadoreño, sino el suyo propio y el de sus hermanos. Al mentir, usó también el nombre de Dios en vano, por quien juró lo que no cumplirá. Jesús fue aún más lejos, al pedir no jurar por nada y al agregar que todo lo que se diga más allá del sí y del no viene del Maligno. Este primer pecado pone en entredicho las innumerables bendiciones prometidas por el pastor argentino.

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

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