First this.
“The Constitution establishes that immediate reelection is not allowed (in El Salvador)… We have seen in the region when other countries have followed that path (unconstitutional reelection), as was the case in Venezuela, where Chávez was democratically elected but step by step tried to get more power and limit independence… I think many Venezuelans believed they were living in a democracy because there were reasons to elect him, but when little by little he is taking away the independence of a country’s institutions, we know where this path leads.”
Then this.
“Congratulations to President Bukele of the Republic of El Salvador on his inauguration. We reaffirm our strong commitment to working with you and your administration to promote good governance and inclusive economic prosperity.”
Both are phrases from the same government. Both are phrases from the same Democratic government. Both are phrases about the same topic, about the same country, about the same man and about his same reelection.
If it were a person, we would say they have some disorder. But no, it is U.S. diplomacy: the increasingly less delicate art of saying what is convenient. Or the subtle ability to say one thing and also the opposite.
The first thing was said at the end of 2021 by the U.S. Embassy Chargé d’affaires in El Salvador, Jean Manes. In the absence of an ambassador, she was the highest representation of the Biden administration in the country. The other was disseminated on the networks of the same embassy on Saturday, June 1, 2024, after Nayib Bukele’s second presidential inauguration, and was said by Antony Blinken, President Joe Biden’s Secretary of State.
After saying her piece, Manes left El Salvador, something that was presented as a “pause” in relations between both countries. That drastic U.S. reaction was accompanied by harsh criticism of Bukele’s administration. “The Government of El Salvador is not giving any sign of being interested in our relationship,” Manes said at her last press conference.
Someone might say that maybe in the two and a half years that passed between what Manes said and what Blinken said, things changed, and the issue of discord disappeared. But no. Not at all. Let’s see: Manes said what she said after the Constitutional Court justices imposed by Bukele endorsed his candidacy for reelection, despite the Constitution prohibiting it with the clarity with which the sea roars when there is silence. That is, the mere possibility of Bukele being reelected by violating six articles of the Constitution he had sworn to uphold so offended the United States that they decided to cool relations and withdraw their highest representative. But two and a half years later: Blinken said what he said when that possibility became a reality! He congratulated Bukele right after the Salvadoran, for the second time, swore to uphold the Constitution he was violating at that very moment.
I take a narrative license to put it more graphically: first, at the mere possibility of reelecting yourself, they compare you to Hugo Chávez. And we all know that the United States never held Chávez in high esteem. Then, when you do what they asked you so much not to do, they congratulate you.
I repeat, there must be some psychological disorder that involves this chronic condition of contradicting oneself.
I am not naive, nor do I suppose there would be a government capable of sustaining all its positions over time. I understand that there are high-level private conversations and geopolitical strategy and realpolitik and all those big words that justify each diplomatic rambling. But even so, there are phrases spoken in suits and ties at cocktail parties following inaugurations that, far from the art Churchill spoke of when talking about diplomacy, are shamelessly and carelessly contradictory.
One thing is not to be naive, and the other is to be so blunt as not to realize that they first said A and then said Z. The good thing about being a journalist, not a diplomat, is being able to demand, without any diplomacy, things like this: stick to your word. Your inconsistency has resulted in a message that the Bukele regime uses to legitimize itself. And it will continue to do so. Stick to your word, what we are facing here is a dictatorship, and you know what dictatorships do, you have already supported quite a few. Sometimes, remember, diplomacy, which allows everything, also allows silence if there is nothing consistent to say.
Closing this column, I was reminded of that song by Joaquín Sabina: as I tell you one thing, I tell you the other.
DW: https://www.dw.com/es/mal-hecho-bukele-te-felicito/a-69265225
Mal hecho, Bukele, te felicito
Primero esto.
“La Constitución establece que la reelección inmediata no está permitida (en El Salvador)… Hemos visto en la región cuando otros países han seguido ese camino (la reelección inconstitucional), como es el caso de Venezuela, donde Chávez fue elegido democráticamente, pero paso a paso trató de conseguir más poder y limitar la independencia… Creo que muchos venezolanos creyeron que estaban viviendo en una democracia, porque había razones para elegirlo, pero cuando está poco a poco sacando la independencia de las instituciones de un país, sabemos dónde sale este camino”.
Después esto.
“Felicitaciones al Presidente Bukele de la República de El Salvador por su toma de posesión. Reafirmamos nuestro firme compromiso de trabajar junto a usted y su administración para promover la buena gobernanza y la prosperidad económica inclusiva”.
Ambas son frases del mismo gobierno. Ambas son frases del mismo gobierno demócrata. Ambas son frases sobre el mismo tema, sobre el mismo país, sobre el mismo hombre y sobre su misma reelección.
Si se tratara de una persona, diríamos que tiene algún trastorno. Pero no, es la diplomacia estadounidense: el cada vez menos delicado arte de decir lo que convenga. O la fina habilidad de decir una cosa y también la contraria.
Lo primero lo dijo a finales de 2021 la encargada de negocios de la Embajada de Estados Unidos en El Salvador, Jean Manes. Era, a falta de embajador, la representación más alta de la administración Biden en el país. Lo otro fue difundido en las redes de la misma Embajada el sábado uno de junio de 2024, tras la segunda investidura presidencial de Nayib Bukele, y lo dijo Antony Blinken, el secretario de Estado del presidente Joe Biden.
Tras decir lo suyo, Manes abandonó El Salvador, algo que se presentó como una “pausa” en las relaciones entre ambos países. Aquella drástica reacción estadounidense fue acompañada de duras críticas a la administración de Bukele. “El Gobierno de El Salvador no está dando ninguna señal de tener interés en nuestra relación”, dijo Manes en su última conferencia de prensa.
Alguien podría decir que quizá en los dos años y medio que pasaron entre lo dicho por Manes y lo dicho por Blinken las cosas cambiaron, el hecho de la discordia desapareció. Pero no. Ni un poco. Veamos: Manes dijo lo que dijo después de que los magistrados de la Sala de lo Constitucional que habían sido impuestos por Bukele avalaron su candidatura a la reelección, a pesar de que la Constitución lo prohíbe con la claridad con la que ruge el mar cuando hay silencio. Es decir que la sola posibilidad de que Bukele se reeligiera violando seis artículos de la Constitución que juró cumplir ofendía tanto a Estados Unidos que decidieron mejor enfriar las relaciones y sacar a su más alta representante. Pero dos años y medio después: ¡Blinken dijo lo que dijo cuando esa posibilidad se hizo realidad! Felicitó a Bukele justo después de que, por segunda vez, el salvadoreño jurara cumplir la Constitución que en el mismo acto estaba violando.
Me tomo una licencia narrativa para decirlo de forma más gráfica: primero, ante la sola posibilidad de reelegirte, te comparan con Hugo Chávez. Y todos sabemos que Estados Unidos nunca tuvo a Chávez en la más alta estima. Después, cuando hiciste aquello que tanto te pidieron no hacer, te felicitan.
Repito, debe haber algún trastorno sicológico que implique esa condición crónica de contradecirse.
No soy ingenuo ni supongo que habría un gobierno capaz de sostener todas sus posturas a lo largo del tiempo. Entiendo que hay conversaciones privadas de alto nivel y geopolítica estratégica y realpolitik y todas esas palabrotas que justifican cada desvarío diplomático. Pero aún así, hay frases que se pronuncian con traje y corbata en cócteles posteriores a tomas de posesión y que, lejos de aquel arte del que hablaba Churchill cuando hablaba de diplomacia, son de una contradicción desfachatada y desprolija.
Una cosa es no ser ingenuo y la otra es ser tan bruto como para no darse cuenta de que primero dijeron A y después dijeron Z. Es lo bueno de ser periodista, no diplomático, y poder exigir, sin diplomacia alguna, cosas como esta: mantengan su palabra. Su inconsistencia ha derivado en un mensaje que el régimen bukelista ocupa para legitimarse. Y seguirá ocupando. Mantengan su palabra, lo que encaramos aquí es una dictadura, y ustedes saben lo que las dictaduras hacen, ya han apoyado a unas cuantas. A veces, recuerden, la diplomacia, que todo lo permite, también permite el silencio si no hay nada consistente que decir.
Cerrando esta columna, se me vino a la mente aquella canción de Joaquín Sabina: como te digo una cosa, te digo la otra.
DW: https://www.dw.com/es/mal-hecho-bukele-te-felicito/a-69265225