El Salvador is the Central American country with the lowest international reserves and is also the only one with lower levels than in December 2019, just before the COVID-19 pandemic, which dealt a blow to every economy worldwide. This is according to data from the Executive Secretariat of the Central American Monetary Council (SECMCA).
A country’s international reserves correspond to “external assets that are readily available and under the control of monetary authorities to meet balance of payment financing needs, to intervene in foreign exchange markets to influence the exchange rate, and for other related purposes.”
In simpler terms, according to economist José Luis Magaña, they are the “savings under the mattress” that a state counts on to face any emergency, for which, logically, it will need funds to confront it immediately. Thus, they provide a margin of maneuver for countries.
The COVID-19 pandemic, for example, was a devastating emergency, and almost every country in the world drew upon its reserves to meet the needs of its citizens. Therefore, it is understandable that they have decreased during that period. However, as economies improve, it is expected that these reserves would strengthen. So, what has happened with El Salvador?
Current conditions
El Salvador’s international reserves, as of January 2024, are $2.761 billion, $1.175 billion less than in the pre-pandemic period when they were $3.936 billion. This means that the reduction has been almost a third of the total.
This is different from the reality of the rest of the region, which now has amounts higher than those in December 2019.
The most striking case is Nicaragua, which in that month had only $2.209 billion in its international reserves—just over half of El Salvador’s. But by January 2024, the reality is the opposite, with Nicaragua having $5.472 billion in that category, almost twice that of our country. Nicaragua’s improvement in this area has been 147%.
As mentioned, all other Central American countries have experienced significant improvements in their international reserves: Honduras (27%), Guatemala (44%), and Costa Rica (61%).
According to the former vice president of the Central Reserve Bank (BCR), Otto Boris Rodríguez, the difference for El Salvador is its challenging economic environment, with no access to the international financial market by the Government and sectors (such as industrial and agriculture) that have not been able to recover after the pandemic’s impact.
“The focus has not been on sectoral policies that provide them with credit, financing, in short, a light to guide them,” says Rodríguez. Another determining factor is the government’s poor fiscal management, with expenses much higher than its income.
Economist Julia Evelyn Martínez explains that since El Salvador is a dollarized country, its international reserves are foreign exchange reserves owned by private banks, and these depend on something called “legal reserve,” which is the percentage of dollar deposits that banks must maintain in the Central Reserve Bank (BCR) to cover three months of imports.
“This reserve has been decreasing by decision of the Executive Branch, allowing the banks to use those dollars to purchase Treasury Bills (LETES) and Treasury Certificates (CETES), to support their current expenses and debt payment,” says the economist.
LETES and CETES are short-term commitments, usually less than a year, with high interest rates because funds are provided very quickly, and therefore they are known as the “credit cards” of the State.
By February 2024, this type of debt had reached $2.222.3 billion, or 6% of the Gross Domestic Product (GDP). Nayib Bukele’s administration has actively contributed to maintaining the meager reserves. On September 21, 2020, the Government of El Salvador issued Treasury Certificates for a total of $645.8 million, at a fixed rate of 7%, with a term of 360 days.
Their primary objective was to provide funds to the Salvadoran state to support micro, small, and medium-sized enterprises with resources to continue operating after the economic shutdown caused by the COVID-19 pandemic in 2020.
To repay this amount, the Central American Bank for Economic Integration (BCIE) granted El Salvador a loan with an interest rate of 2.6%. This way, Nayib Bukele’s administration could repay the CETES loan, payable only 360 days after issuance, on September 21, 2021.
But did the government use all these funds for their intended purpose? The answer is no, as a third, $200 million, was diverted to finance the adoption of Bitcoin in El Salvador. These funds represent a high percentage of the BCIE’s loan used for “general obligations of the State”: $425 million.
It is surprising that a country with a government like Daniel Ortega’s, which shares authoritarian features with Nayib Bukele’s administration, has seen improvements in this area. For Martínez, this is because the difference does not lie in the type of government but rather depends on the dimensions of the fiscal crisis and how it is financed.
El Salvador es el país con las menores reservas internacionales de la región
El Salvador es el país de Centroamérica con las menores reservas internacionales y es, además, el único que presenta niveles menores a diciembre de 2019, justo antes de la pandemia de COVID 19, que significó un golpe para todas las economías del mundo. Esto según datos de la Secretaría Ejecutiva del Consejo Monetario Centroamericano (SECMCA).
Las reservas internacionales de un país corresponden “a los activos externos que están disponibles de inmediato y bajo el control de las autoridades monetarias para satisfacer necesidades de financiamiento de la balanza de pagos, para intervenir en los mercados cambiarios a fin de influir sobre el tipo de cambio y para otros fines conexos”.
En términos más sencillos, según el economista José Luis Magaña, son ese “guardadito bajo el colchón” con el que cuenta un Estado para hacerle frente a cualquier emergencia, para la que, lógicamente, necesitará contar con fondos para enfrentarla de manera inmediata. Confieren, por tanto, un margen de maniobra para los países.
La pandemia de Covid 19, por ejemplo, fue una emergencia devastadora, y casi todos los países del mundo echaron mano de sus reservas para responder a las necesidades de sus ciudadanos. Por eso, se entiende que en ese periodo, hayan disminuido. Sin embargo, lo esperable es que, con la mejora de las economías, estas se robustezcan. ¿Qué ha pasado con El Salvador?
Las condiciones actuales
Las reservas internacionales de El Salvador, a enero de 2024, son de $2,761 millones, $1,175 millones menos que en el periodo previo a la pandemia, cuando eran de $3,936 millones. Es decir que la reducción ha sido casi de un tercio del total.
Esto es diferente a la realidad del resto de la región, que ahora presenta montos superiores a los de diciembre de 2019.
El caso más llamativo es el de Nicaragua, que en ese mes contaba con solo $2,209 millones en sus reservas internacionales. Es decir, un poco más de la mitad que las de El Salvador. Pero para enero de 2024, la realidad es la contraria, pues Nicaragua tiene $5,472 millones en ese apartado, es decir, casi el doble que las de nuestro país. Nicaragua ha mejorado en este rubro, por tanto, en un 147 %.
Como se dijo, todos los demás países de Centroamérica han tenido mejoras en importantes porcentajes: Honduras (27 %), Guatemala (44 %) y Costa Rica (61 %).
Según el exvicepresidente del Banco Central de Reserva (BCR), Otto Boris Rodríguez, la diferencia de El Salvador es que su entorno económico es difícil, sin acceso por parte del Gobierno al mercado financiero internacional y con sectores (como el industrial y la agricultura) que no se han podido levantar después del golpe de la pandemia.
“El foco de atención no ha estado en políticas sectoriales, que les dé créditos, que les dé financiamiento, que les dé, en fin, luz por donde ir”, dice Rodríguez. Otro factor determinante es la deficiente gestión fiscal del gobierno, con gastos muy superiores a sus ingresos.
La economista Julia Evelyn Martínez explica, que como El Salvador es un país dolarizado, sus reservas internacionales son reservas en divisas propiedad de los bancos privados y estas dependen de algo llamado “encaje legal”, que es el porcentaje de depósitos en dólares que los bancos deben mantener en el Banco Central de Reserva (BCR) para hacer frente a tres meses de importaciones.
“Este encaje ha ido disminuyendo por decisión del Ejecutivo, para permitir que puedan usar esos dólares en compra de Letras del Tesoro (LETES) y Certificados del Tesoro (CETES), para solventar sus gastos corrientes y el pago de vencimiento de deuda”, comenta la economista.
Los LETES y CETES son compromisos de corto plazo, por lo común de menos de un año, y tienen intereses altos porque los fondos se entregan de manera muy rápida. Por eso son conocidas como las “tarjetas de crédito” del Estado.
Para febrero de 2024, este tipo de deuda había alcanzado los $2,222.3 millones, el 6 % del Producto Interno Bruto (PIB). Y la administración de Nayib Bukele ha contribuido activamente en mantener en raquitismo esas reservas. El Gobierno de El Salvador realizó, el 21 de septiembre de 2020, la emisión de Certificados del Tesoro por un monto $645.8 millones , a una tasa del 7% fija, a un plazo de 360 días.
Su objetivo prioritario era proveer de fondos al Estado salvadoreño para que este entregara a micros, pequeñas y medianas empresas recursos para que pudieran seguir funcionando después del cierre de la economía que significó la pandemia de Covid 19 en 2020.
Para cancelar este monto, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) le entregó a El Salvador un préstamo con una tasa del 2.6 % de interés. Así, la administración de Nayib Bukele podría cancelar el préstamo de los CETES, que debía pagar solo 360 días después de la emisión, es decir, el 21 de septiembre de 2021.
Pero, ¿usó el gobierno todos estos fondos para este destino? La respuesta es no, pues un tercio, $200 millones, fueron desviados para la financiación de la adopción de Bitcoin en El Salvador. Estos constituyen un alto porcentaje del dinero del préstamo del BCIE usado para “obligaciones generales del Estado”: $425 millones.
Sorprende que un país con un gobierno como el de Daniel Ortega, que comparte rasgos autoritarios con el de Nayib Bukele, sí haya visto mejoras en este apartado. Para Martínez, esto es porque la diferencia no reside en el tipo de gobierno, “sino que depende de las dimensiones de la crisis fiscal y de la forma de financiamiento de esta crisis”.