Happy as in the Watchtower — Felices como en la Atalaya

May 3, 2024

The solution to the disappointments of the Selecta, according to Salvadorans, is to stop watching soccer. The solution to life and family problems, according to Salvadorans, is God. But what happens when what frustrates is environmental pollution? Then the solution, above God, is Nayib Bukele. — La solución a las decepciones de la Selecta, según los salvadoreños, es dejar de ver el fútbol. La solución para los problemas de la vida y familiares, según los salvadoreños, es Dios. ¿Pero qué pasa cuando lo que frustra es la contaminación ambiental? Entonces la solución, por encima de Dios, es Nayib Bukele.

The solution to the disappointments of the Selecta, according to Salvadorans, is to stop watching soccer. The solution to life and family problems, according to Salvadorans, is God. But what happens when what frustrates is environmental pollution? Then the solution, above God, is Nayib Bukele.

The results of the most recent survey from the Francisco Gavidia University present a dystopian universe where the solution to many of the problems faced by El Salvador is to pray to a God or a president.

The survey, presented this week, shows that the Salvadoran president is the first or second option as a solution when the problems that frustrate or upset society are corruption, traffic, or environmental pollution.

Seven out of ten Salvadorans, according to the poll, are happy about the current situation in the country. Half of the population feels optimistic, and four out of ten believe that the future is promising.

The apparent solution to insecurity has generated much expectation and hope in the Salvadoran population. A veil of optimism so thick that it prevents, for now, from recognizing that the problem, after the pact between mafias and inaction in the face of enormous economic and social inequality, is only postponed.

The current ruler, who will become the de facto president in a month, has created a parallel reality, similar to a reality show that can be followed on social media inside and outside El Salvador, which has sparked a euphoria and illusion rarely seen in the country’s recent history.

But like the Watchtowers, those lookout towers that gave their name to the famous Jehovah’s Witnesses magazines, which adorn their covers with idyllic drawings of people of all races, coexisting among lions and tigers, and despite the palpable optimism, reality is more complex than selling the idea of heaven on earth.

The same survey also indicates that seven out of ten Salvadorans consider their economic situation to be average or poor; eight out of ten also believe that the cost of living has increased, money is not enough, or they need a better job. The high price of food, according to those surveyed, is the main problem right now.

That the economic situation is precarious is no secret: The Government is desperately seeking an agreement with the International Monetary Fund; the Assembly approves new debt and meddles with pensions; people eat less meat. What is frightening, however, is the passivity of the citizens towards their politicians.

While six out of ten believe that rulers are public servants, the majority also believe that they cannot influence their rulers. The government influences my life, they responded. And that resignation is worrying.

It is worrying because of the belief that the president is some kind of deity who magically solves all problems.

Bukele has established himself as the solution to Salvadorans’ problems to such an extent that when two soccer players from the men’s and women’s national teams sought the release of their relatives detained under the state of exception, they didn’t write letters to the judges; or to the police chief; or to the security minister; or to the acting presidential appointee. No. They wrote, begged, implored the president.

Rulers are flesh and blood, employees who deserve the same respect as the one who struggles every month to survive. Employees to whom we pay, and who therefore must be demanded transparency and effectiveness.

Hope becomes torture when fed by unrealistic expectations, as it happens on the covers of Watchtowers. Let’s not expect heaven on earth; an El Salvador free of corruption should be enough.

Revista Factum: https://www.revistafactum.com/encuesta-gavidia-economia-atalaya/

Felices como en la Atalaya

La solución a las decepciones de la Selecta, según los salvadoreños, es dejar de ver el fútbol. La solución para los problemas de la vida y familiares, según los salvadoreños, es Dios. ¿Pero qué pasa cuando lo que frustra es la contaminación ambiental? Entonces la solución, por encima de Dios, es Nayib Bukele. 

Los resultados de la más reciente encuesta de la Universidad Francisco Gavidia presentan un universo distópico donde la solución a buena parte de los problemas que enfrenta El Salvador pasa por rezarle a un Dios o a un presidente. 

La encuesta, presentada esta semana, muestra que el presidente salvadoreño es la primera o segunda opción de solución cuando los problemas que frustran o disgustan a la sociedad son la corrupción, el tráfico o la contaminación del medio ambiente. 

Siete de cada diez salvadoreños, según el sondeo, se sienten alegres por la situación actual del país. La mitad de la población se siente optimista y cuatro de cada diez creen que el futuro es prometedor. 

La aparente solución de la inseguridad ha generado mucha expectativa y esperanza en la población salvadoreña. Un velo de optimismo muy grueso que impide, de momento, reconocer que el problema, después del pacto entre mafias y la inacción ante la enorme desigualdad económica y social, únicamente está pospuesto. 

El actual gobernante, que se convertirá en presidente de facto en un mes, ha creado una realidad paralela, parecida a un reality show que puede ser seguido en redes sociales dentro y fuera de El Salvador, que ha motivado una euforia e ilusión muy pocas veces vista en la historia reciente del país. 

Pero como las Atalayas, esas torres de vigilancia que dieron nombre a las famosas revistas de los Testigos de Jehová, que adornan sus portadas con dibujos idílicos de personas, de todas las razas, conviviendo entre leones y tigres, y pese al optimismo palpable, la realidad es más compleja que vender la idea del cielo en la tierra.

La misma encuesta también señala que siete de cada diez salvadoreños consideran que su situación económica es regular o mala; ocho de cada diez también creen que el costo de la vida ha aumentado, el dinero no alcanza o necesitan un mejor empleo. El alto precio de los alimentos, según los consultados, es el principal problema ahora mismo.

Que la situación económica es precaria no es ningún secreto: El Gobierno persigue a toda costa un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional; la Asamblea aprueba nueva deuda y mete mano a las pensiones; la gente come menos carne. Lo que asusta, sin embargo, es la pasividad de la ciudadanía ante sus políticos. 

Si bien seis de cada diez piensan que los gobernantes son servidores públicos, la mayoría también cree que no puede influir en sus gobernantes. El gobierno influye en mi vida, respondieron. Y esa resignación preocupa. 

Preocupa por el hecho de entender que el presidente es una especie de deidad que soluciona mágicamente todos los problemas.

Tanto ha llegado Bukele a instalarse como la solución de los problemas de los salvadoreños, que cuando dos futbolistas de las selecciones masculina y femenina buscaron la liberación de sus familiares detenidos bajo el régimen de excepción, no le escribieron cartas a los jueces; o al director de la policía; o al ministro de seguridad; o a la designada presidencial en funciones. No. Le escribieron, le rogaron, le suplicaron al presidente.

Los gobernantes son de carne y hueso, empleados que merecen el mismo respeto que aquel que se debate cada mes para malvivir. Empleados a los que les pagamos, y que por tanto hay que exigirles transparencia y efectividad. 

La esperanza se convierte en una tortura si se alimenta de expectativas irreales, como pasa en las portadas de Atalayas. No esperemos el cielo en la tierra; con un El Salvador libre de corruptos debería ser suficiente.

Revista Factum: https://www.revistafactum.com/encuesta-gavidia-economia-atalaya/