El Salvador commemorates this Friday four years since President Nayib Bukele entered the Legislative Assembly with armed soldiers, an action that set off international alarms and is currently described by experts as the “beginning of an authoritarian regime” in the Central American country.
President Bukele entered the legislative venue under the protection of police and soldiers armed with assault rifles to sit in the seat of the organ’s president, simulate the start of a plenary session, and pray.
The president admitted, more than a month after the incident, that it was “a form of pressure” against the Parliament, which at the time was majority opposition, with which he was confronting due to the lack of approval of a $109 million loan for his government’s security plans.
Celia Medrano, a human rights defender and vice-presidential candidate in the past election, believes that Salvadorans and the world “let this violent action against the fragile existing democracy pass, marking the beginning of an authoritarian regime.”
She pointed out in statements to EFE that with the 9F (February 9) incident, “the militarization of politics was institutionalized, normalizing again the military’s protagonism in all social spheres of the country.”
“Democratic institutions were so weak in the country that they could not withstand what came afterward, remaining subdued,” she said, stressing that “the separation of powers does not exist in El Salvador.”
The human rights defender explained that “the world must understand when analyzing any event in El Salvador, including the presidential and legislative electoral event of this 2024, that democracy, according to the parameters we have known, ceased to exist.”
Last Sunday, El Salvador held controversial presidential and legislative elections, in which Bukele self-proclaimed himself the winner, without knowing the official results, and ensured that he would maintain a majority in Congress with 58 deputies out of a total of 60.
“Popularity, especially obtained through deception and by instrumentalizing public resources, does not justify destroying democracy. 9F makes clear how any dissent against those who now have total power will be addressed,” she added.
A display of power and control “accompanied by God”
According to Katya Salazar, executive director of the Foundation for Due Process (DPLF), the image of the Salvadoran Armed Forces in the Legislative Assembly went around the world “causing shock and was the first signal of what was to come in the country.”
“In light of the events, we can say that this event was not a coincidence. That event was very well planned and had two purposes: the first was to show who has control in the country and the second was to make known that this control is accompanied by God,” the lawyer told EFE.
She claimed that the presence of military personnel inside the Legislative Assembly building, answering the president’s call, was “a demonstration of power and control: I am in charge here!”
“It was also a very powerful message to Salvadoran society: ‘I manage everything, but I am not alone, God guides me.’ Two key elements for Salvadoran society and for the popularity that (Bukele) would accumulate from that moment on,” she said.
In the view of the human rights expert, this event “should have made us think that this was the beginning of a much more complicated period in El Salvador, where the rule of law, the rules of separation of powers, and judicial independence, would be set aside.”
She recalled that the removal of judges from the Constitutional Chamber of the Supreme Court of Justice (CJS) and the attorney, as a first measure of the new Legislative Assembly in May 2021, and the appointment of new individuals without following the established process “also dealt a blow to the rule of law.”
Salazar lamented that the international community and the Organization of American States (OAS) did not follow up on the situation, despite Bukele’s actions worrying international organizations and raising their alarms.
Cuatro años del ingreso de Bukele con soldados al Congreso, que dio “inicio al régimen”
El Salvador cumple este viernes cuatro años desde que el presidente Nayib Bukele ingresó con soldados armados a la Asamblea Legislativa, una acción que prendió las alarmas internacionales y que en la actualidad es catalogada, por expertas, como el “inicio de un régimen autoritario” en el país centroamericano.
El presidente Bukele entró en el recinto legislativo bajo el resguardo de policías y soldados armados con fusiles de asalto para sentarse en la silla del presidente del órgano, simular el comienzo de una sesión plenaria y orar.
El mandatario admitió, más de un mes después de lo sucedido, que se trató de “una forma de presión” contra el Parlamento, en aquel momento de mayoría opositora, con el que se encontraba enfrentado por la falta de aprobación de un préstamo de 109 millones de dólares para planes de seguridad de su Gobierno.
Celia Medrano, defensora de derechos humanos y que fue aspirante a la vicepresidencia en las pasadas elecciones, considera que los salvadoreños y el mundo “dejamos pasar esa acción violenta contra la frágil democracia existente que marcaba el inicio de un régimen autoritario”.
Señaló en declaraciones a EFE que con el 9F (9 de febrero) “se institucionalizó la militarización de la política, normalizando nuevamente el protagonismo militar en todos los ámbitos sociales del país”.
“La institucionalidad democrática estaba tan débil en el país que no pudo soportar lo que vino después, quedó sometida”, apuntó, y subrayó que “la división de poderes no existe en El Salvador”.
La defensora de derechos humanos expuso que “el mundo debe entender al analizar cualquier acontecimiento en El Salvador, incluyendo el evento electoral presidencial y legislativo de este 2024, que la democracia, conforme a los parámetros que hemos conocido, dejó de existir”.
El Salvador celebró el domingo pasado unas polémicas elecciones presidenciales y legislativas, de las que Bukele se autoproclamó ganador, aún sin conocer los resultados oficiales, y aseguró que mantendría la mayoría en el Congreso con 58 diputados de un total de 60.
“La popularidad, sobre todo obtenida a base de engaños e instrumentalizando recursos públicos, no justifica destruir la democracia. El 9F deja claro cómo será abordado cualquier disenso contra quienes ahora tienen poder total”, añadió.
Una demostración de poder y control “acompañado de Dios”
Para Katya Salazar, directora ejecutiva de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF), la imagen de las Fuerzas Armadas salvadoreñas en la Asamblea Legislativa dio la vuelta al mundo “causando conmoción y fue la primera señal de lo que se venía en el país”.
“A la luz de los acontecimientos podemos decir que ese evento no fue causalidad. Ese evento estuvo muy bien planificado y tuvo como motivo lanzar dos mensajes: el primero fue demostrar quién es el que tiene el control en el país y el segundo fue hacer saber que ese control está acompañado por Dios”, comentó la abogada a EFE.
Aseguró que la presencia de militares dentro del edificio de la Asamblea Legislativa, acudiendo al llamado del presidente, fue “una demostración de poder y de control: ¡Aquí mando yo!”.
“Fue también un mensaje muy poderoso a la sociedad salvadoreña: ‘Yo manejo todo, pero yo no estoy solo, a mí me guía Dios’. Dos elementos claves para la sociedad salvadoreña y para la popularidad que vendría acumulando (Bukele) desde ese momento”, dijo.
A juicio de la también experta en derechos humanos, este evento “debió ponernos a pensar que ese fue el comienzo de un período mucho más complicado en El Salvador, donde el estado de Derecho, las reglas de la separación de poderes y de la independencia judicial, iban a ser dejadas de lado”.
Recordó que la destitución de magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CJS) y del fiscal, como una primera medida de la nueva Asamblea Legislativa en mayo de 2021, y la designación de nuevas personas sin seguir el proceso determinado “también fueron un golpe al Estado de derecho”.
Salazar lamentó que la comunidad internacional y la Organización de Estados Americanos (OEA) no haya dado seguimiento a la situación, a pesar de que la acción de Bukele preocupó a organismos internacionales y prendió sus alarmas.