How much sequin is needed to divert attention from the human rights violations of an authoritarian regime and from the future dictator? For El Salvador, all the yards that are necessary, including spotlights and all the paraphernalia and the pink press that comes with paying to host a spectacle like Miss Universe. The 86 contestants who will compete this Saturday, November 18, for the crown and the title of the most beautiful woman in the world landed in a modern El Salvador but with a political system that represents everything we wanted to leave behind with the signing of the Peace Accords. This happens almost half a century after we first received the misses in 1975, an occasion in which the military government of Arturo Armando Molina chose to massacre the students who dared to protest against the waste of money that holding the contest meant.
Who needs democracy when the propaganda machine feeds the narrative in various ways that just the “correct” leadership is enough for a country like El Salvador, until recently mired among the most violent countries in the region, to host world-class spectacles. One that punishes and represses, instead of preventing and rehabilitating. Democracy, after all, did not guarantee the vast majority of people living in gang-dominated communities that they would arrive home alive. That a single person manages the entire state apparatus, on the other hand, has brought at least that peace of mind, even if achieving it meant a dark pact with gangs, the loss of constitutional guarantees, and the arbitrary arrests of thousands who do not know when or under what conditions they will leave prison, even if they entered in their mother’s womb.
Anything said about El Salvador that diverts attention from, for example, the extradition of El Crook, the leader of MS-13 whom his own officials took out to Guatemala, is better than having to face the deafening silence that usually accompanies the revelation of corruption or the lack of transparency, to name a few. The idea, for now, is to focus on the beautiful women and add points to the popularity of the benevolent leader who made their presence possible in the country.
Therefore, Miss Universe serves them as one more advertising trick to sell the next dictatorship as a democracy where the misses happily ride horses at the edge of the beach in a nature reserve, even though it has been closed to the public under the excuse of maintenance. The contest, which in recent years has served as a platform for participants to denounce the adverse conditions faced by the countries they represent, has now been reduced to a parade of hostesses accompanying the inauguration of buildings in the Historic Center, wearing caps that advertise the illegal presidential reelection and parading between puddles in squares that Bukele’s hand cemented and decorated with LED lights.
The Salvadoran president is not satisfied, then, with rolling back democracy in his own country, he wants to make about him an event in which women –even if for their beauty– should be the center. For this, he paid more than 12 million dollars for the rights and another 60 million dollars –in conjunction with the organizers– in infrastructure. He is willing to make the return on investment, even if not in cash, pay off. It doesn’t matter if along the way that means the contestants are groped by the fans who have come to the malls to meet them or that the trans women representing Portugal and the Netherlands are the recipients of transphobic comments.
The same event that saw the representative of El Salvador in 2021 parade with a dress that denounced femicides and forced disappearances, is now a platform for a mythomaniac who denies having established torture in prisons, who believes that deploying more military to the streets will prevent femicides, and whose Assembly resists legislating to recognize the identity of trans people. A year later, the change was drastic and our representative dressed in gold to show the world the adoption of Bitcoin, which really only serves for that, to show how cool the president is, because in reality nobody uses it. Now, the catwalk served to send a more poetic message, let’s say. Miss El Salvador paraded in a traditional costume that simulated a volcano and that, in the words of the designer, represents the evolution that leads us “to the new day, the new hope, the new beginnings”… the new dictatorship.
48 years ago, El Salvador managed to sneak into the top 10 finalists at home. This time, even if we don’t get that close to the crown, we will have lost everything, even if the confetti, spotlights, and fireworks make it look pretty. As long as there is a show, the thunderous applause that celebrates the announced death of democracy will not stop.
El País: https://elpais.com/america/2023-11-18/miss-universo-corona-la-dictadura-anunciada-de-bukele.html
Miss Universo corona la dictadura anunciada de Bukele
¿Cuánta lentejuela se necesita para desviar la atención de las violaciones de derechos humanos de un régimen autoritario y del futuro dictador? Para El Salvador, todas las yardas que sean necesarias, incluidos los reflectores y toda la parafernalia y la prensa rosa que trae pagar por ser el anfitrión de un espectáculo como Miss Universo. Las 86 participantes que se disputarán este sábado 18 de noviembre la corona y el título de la mujer más bella del mundo aterrizaron en un El Salvador moderno pero con un sistema político que representa todo aquello que quisimos dejar atrás con la firma de los Acuerdos de Paz. Sucede casi medio siglo después de que recibimos por primera vez a las misses en 1975, ocasión en la que el Gobierno militar de Arturo Armando Molina optó por masacrar a los estudiantes que osaron protestar contra el despilfarro de dinero que realizar el certamen significaba.
Quién necesita democracia cuando el aparato de propaganda alimenta de variadas formas la narrativa de que basta con el liderazgo “correcto” para que un país como El Salvador, sumido hasta hace poco entre los países más violentos de la región, pueda ser sede de espectáculos de talla mundial. Uno que castiga y reprime, en lugar de prevenir y rehabilitar. La democracia, al fin y al cabo, no le garantizaba a la gran mayoría de la gente viviendo en comunidades dominadas por pandillas que iban a llegar con vida a casa. Que una sola persona maneje todo el aparato del Estado, en cambio, ha traído al menos esa tranquilidad, aunque lograrlo haya implicado un pacto oscuro con pandillas, la pérdida de garantías constitucionales y las capturas arbitrarias de miles que no saben ni cuándo ni en qué condiciones saldrán de la cárcel, aun así hayan entrado en el vientre de su madre.
Cualquier cosa que se diga sobre El Salvador y desvíe la atención de, por ejemplo, la extradición de El Crook, el líder de la MS-13 que sus funcionarios mismos sacaron hacia Guatemala, es mejor que tener que enfrentar el ensordecedor silencio que generalmente acompaña la revelación de hechos de corrupción o la falta de transparencia, por mencionar algunos. La idea, por ahora, es enfocarse en las mujeres bonitas y sumar puntos a la popularidad del bondadoso líder que hizo su presencia posible en el país.
Por eso, Miss Universo les funciona como un ardid publicitario más para vender la próxima dictadura como una democracia en donde las misses pasean felizmente a caballo en a la orilla de la playa en una reserva natural, aunque esta haya sido cerrada al público con la excusa de mantenimiento. El certamen, que en los últimos años ha servido de plataforma para que las participantes denuncien las condiciones adversas que enfrentan los países que representan, ahora ha sido reducido a una pasarela de edecanes que acompañan la inauguración de edificios en el Centro Histórico, visten gorras que hacen propaganda de la reelección presidencial ilegal y desfilan entre charcos en plazas que la mano de Bukele encementó y decoró con luces led.
Al presidente salvadoreño no le basta, pues, con hacer retroceder la democracia en su propio país, quiere hacer sobre él un evento en el que las mujeres –así sea por su belleza– deberían ser el centro. Para eso pagó más de 12 millones de dólares por los derechos y otros 60 millones de dólares más –en conjunto con los organizadores– en infraestructura. Está dispuesto a hacer que el retorno de la inversión, así no sea en efectivo, rinda sus frutos. No importa si en el camino eso implica que las concursantes sean manoseadas por los fanáticos que han llegado a los centros comerciales a conocerlas o que las mujeres trans que representan a Portugal y Países Bajos sean destinatarias de comentarios transfóbicos.
Ese mismo evento que vio a la representante de El Salvador de 2021 desfilar con un vestido que denunciaba los feminicidios y las desapariciones forzadas, ahora es plataforma de un mitómano que niega haber instaurado la tortura en cárceles, que cree que sacar más militares a la calle prevendrá los feminicidios y cuya Asamblea se resiste a legislar para reconocer la identidad de las personas trans. Un año más tarde, el cambio fue drástico y nuestra representante vistió de oro para presumirle al mundo la adopción de Bitcoin, que en realidad sirve solo para eso, presumir lo cool que es el presidente, porque en realidad nadie lo usa. Ahora, la pasarela sirvió para mandar un mensaje más poético, digamos. Miss El Salvador desfiló con un traje típico que simulaba un volcán y que, en palabras de la diseñadora, representa la evolución que nos lleva “al nuevo día, la nueva esperanza, los nuevos comienzos”… la nueva dictadura.
Hace 48 años, El Salvador logró colarse, en casa, entre las 10 finalistas. Esta vez, aun si no nos acercamos tanto a la corona, lo habremos perdido todo, aunque el papelillo, los reflectores y los fuegos artificiales lo hagan ver bonito. Mientras haya espectáculo no dejarán de sonar los estruendosos aplausos que celebren la anunciada muerte de la democracia.
El País: https://elpais.com/america/2023-11-18/miss-universo-corona-la-dictadura-anunciada-de-bukele.html