Marcos (a fictional name used to protect his identity) was returning home in the Teosinte canton, 2 kilometers from the urban center of Arcatao, in Chalatenango. He was riding his bicycle after having dinner in a neighboring town. Upon reaching a ravine where a stream passes, he was stopped by several soldiers who were hidden in the darkness.
The soldiers recognized him, as they had already registered him on previous occasions, but still detained him. “While one soldier was searching me, as they usually do, others took my bike. When they returned it to me, it was damaged, the brake cables had been cut,” Marcos recalled.
Angered by the damage to his means of transportation, which he uses to travel from home to the fields where he works as a farmer, he confronted the soldiers asking why they had done that. He told them that someone should take responsibility, to which they responded mockingly.
“I’m going to report you!” Marcos remembers telling the sergeant in charge of the other soldiers, who was the first to attack him with two strong blows to the chest, knocking him to the ground.
Marcos remembers returning home in shock and telling his parents what had happened. Subsequently, Marcos’ father, who requested anonymity out of fear of reprisals, decided to go to the military base, which is located nearby. The military presence in the area is not due to the presence of gangs but rather because they guard a blind spot that leads to the border with Honduras. Arcatao has historically had a low crime rate.
Upon arriving at the base, he was intercepted by a soldier named Sánchez, who was the one who physically assaulted Marcos. “We are the authority and we will not apologize,” Marcos’ father recalls the soldier telling him. “I’m not here for that, I’m here to explain that my son is a hardworking young man with a serious health problem, and please don’t bother him,” the father replied. “If I want to, I can fill out a document right now and take him into custody,” the soldier replied.
Seeing that there was no way to reason with the soldiers, Marcos’ father returned home, where he found his son having seizures, as he is epileptic. Marcos was urgently transferred to the National Hospital of Chalatenango, which is 33 kilometers away from Arcatao.
Marcos was diagnosed with epilepsy since childhood and is currently 20 years old. According to him and his family, his epileptic seizures are only controlled with two types of medications that he takes daily, every 8 and 12 hours. However, the impact of the aggression by the soldiers affected him to such an extent that it caused seizures for more than five minutes.
“We don’t want trouble”
Marcos was admitted to the hospital in an emergency on June 22, 2023, where he remained in a coma for 15 days. During that time, his father stayed by his side, waiting for results and caring for his son.
On the same day, someone took a photograph of Marcos in the hospital bed, showing him on artificial respiration, unconscious, and publicly denouncing the beating by Armed Forces members through social media.
The following day, an unidentified soldier arrived at the hospital looking for the young man and was attended to by Marcos’ father. He recalls that the soldier was interested in knowing who had posted the photograph and made the accusation. “We don’t know who did it, nor did we know that someone made the complaint,” Marcos’ father recalls responding. Failing to find the responsible person, the soldier asked the young man’s father if they, as a family, would make any formal complaint.
“We don’t want trouble, we want our son’s health,” the father expressed.
While Marcos and his father received the unpleasant visit at the hospital, a group of soldiers arrived at their house. Only Marcos’ mother was present and she received them politely. “They identified themselves as members of the Armed Forces, they seemed polite, but I felt something bad seeing that there were so many of them. One of them asked me about who made the complaint on social media. When I told him I didn’t know, they stared at me and asked if we would file a complaint. They left when I told them we wouldn’t make any accusations,” Marcos’ mother recalls.
As a result of the strong seizure he had after the incident, Marcos has had to increase his medication dosage due to relapses. The family has to buy the anticonvulsant medication from private pharmacies because the National Hospital of Chalatenango does not have the medicine, and each bottle costs around $30, which barely lasts until the end of each month.
El Diario de Hoy visited Arcatao in mid-June to investigate multiple complaints on social media about arrests and mistreatment allegedly carried out by the military against hardworking people, especially young individuals. During the visit, a group of soldiers constantly followed the steps of the journalistic team. The published report, which included the assault on Marcos, resulted in the replacement of the military unit stationed in the area, and the new soldiers no longer interact with the civilian population, reducing tension.
Furthermore, Marcos and his family were contacted to learn the details of what happened, but they stated that they did not want problems with anyone and that they respect authority. However, they are aware that the soldiers have committed crimes and abuses with the backing of their institution. Nevertheless, Marcos decided to share his story so that no one else has their human rights violated.
Militares acosaron a familia de joven golpeado para que no los denunciaran
Marcos (nombre ficticio para proteger su identidad) regresaba a su casa en el cantón Teosinte, a 2 kilómetros del casco urbano de Arcatao, en Chalatenango, montado en su bicicleta después de ir a cenar al pueblo vecino. Al llegar a una quebrada donde pasa un riachuelo fue detenido por varios militares que se encontraban ocultos en la oscuridad del lugar.
Los soldados lo reconocieron, pues ya lo habían registrado en otras ocasiones, pero aun así lo volvieron a detener. “Mientras uno me registraba, como normalmente hacen, otros se llevaron mi bici. Cuando me la regresaron estaba dañada, le habían cortado los cables de los frenos”, recordó Marcos.
Al ver que le dañaron su medio de transporte, que lo lleva de su casa a los terrenos donde trabaja como agricultor, se enojó y enfrentó a los soldados preguntando ¿por qué habían hecho eso? y les dijo que alguien debía hacerse cargo, a lo que ellos le respondieron con burla.
“¡Los voy a denunciar!”, recuerda Marcos que le dijo al sargento a cargo de los demás soldados, quien fue el primero en abalanzarse sobre él con dos fuertes golpes en el pecho, que lo tumbaron en el suelo.
Marcos recuerda que regresó a su casa conmocionado por lo que había pasado y le contó a sus padres lo ocurrido. Acto seguido, el padre de Marcos, quien pidió no identificarse por temor a represalias, decidió ir a la base de los militares, quienes se mantienen en los alrededores, pero no por presencia de pandillas, sino porque custodian un punto ciego que lleva a la frontera con Honduras. Arcatao ha sido históricamente un pueblo con un bajo índice de delincuencia.
Al llegar a la base, lo interceptó un militar de apellido Sánchez, quien fue quien agredió físicamente a Marcos. “Nosotros somos autoridad y no vamos a pedir disculpas”, recuerda el padre del joven que le dijo el soldado. “Yo no vengo por eso, yo vengo a explicarles que mi hijo es un joven trabajador, con un problema de salud grave y que por favor no me lo molesten”, le respondió el señor. “Yo sí quiero puedo llenar un documento ahora mismo y me lo llevo preso”, le respondió el militar.
Al ver que no había manera de hablar razonablemente con los soldados, el padre de Marcos regresó a su casa, donde encontró a su hijo convulsionando, ya que es epiléptico. Marcos fue trasladado de emergencia al Hospital Nacional de Chalatenango que queda a 33 kilómetros de distancia de Arcatao.
Marcos fue diagnosticado con epilepsia desde su niñez y actualmente tiene 20 años. Según él y su familia, los ataques de epilepsia solamente son controlados con dos tipos de medicamentos que toma diariamente cada 8 y 12 horas, pero el impacto de la agresión por parte de los soldados lo alteró de tal manera que le provocó convulsiones por más de cinco minutos.
“No queremos problemas”
Marcos fue ingresado de emergencia al hospital el 22 de junio del 2023, donde estuvo en coma por 15 días. Durante ese tiempo su padre estuvo junto a él esperando resultados y cuidando de su hijo.
Ese mismo día, alguien le tomó una fotografía a Marcos en la cama del hospital, mostrándolo con respiración artificial, inconsciente y haciendo la denuncia por medio de redes sociales sobre la golpiza que le dieron miembros de la Fuerza Armada.
Al día siguiente, un militar que no se identificó llegó al hospital buscando al joven y fue atendido por el padre de Marcos, quien recuerda que el militar estaba interesado en saber quién había subido la fotografía y hecho la acusación. “No sabemos quién lo hizo, ni sabíamos que alguien hizo la denuncia”, recuerda que le respondió. El soldado, al no dar con el responsable, preguntó al padre del joven si ellos, como familia, harían algún tipo de denuncia formal.
“Nosotros no queremos problemas, queremos la salud de mi hijo”, expresó el señor.
Mientras Marcos y su papá recibían la desagradable visita en el hospital, un grupo de militares llegó a su casa. En el sitio solo se encontraba la madre de Marcos, quien los recibió atenta. “Ellos se presentaron como miembros de la Fuerza Armada, se mostraron educados, pero sentí algo malo al ver que eran tantos. Uno de ellos me preguntó sobre quién hizo la denuncia en las redes sociales. Cuando le dije que no sabía, se me quedaron viendo y me preguntaron si nosotros haríamos una denuncia. Se fueron hasta que les dije que no haríamos ninguna acusación”, recuerda la madre de Marcos.
El joven ha tenido que aumentar la dosis de medicamento como consecuencia de la fuerte convulsión que tuvo después del incidente, debido a las recaídas. La familia tiene que comprar el fármaco anticonvulsionante en farmacias privadas porque el Hospital Nacional de Chalatenango no cuenta con la medicina y cada frasco cuesta alrededor de $30, el cual apenas alcanza a llegar a fin de cada mes.
El Diario de Hoy llegó a Arcatao a mediados de junio para investigar múltiples denuncias en redes sociales sobre capturas y vejámenes que los militares supuestamente estaban perpetrando en personas trabajadoras, sobre todo jóvenes. Durante la visita, un grupo de militares no dejó de seguir los pasos del equipo periodístico. La nota publicada en la que se incluía la agresión a Marcos, tuvo como resultado el relevo de la unidad militar destacada en la zona y los nuevos soldados ya no incursionan entre la población civil y así ha disminuido la tensión.
Además se logró contactar a Marcos y a su familia para conocer los detalles de lo sucedido, pero comentaron que no quieren buscar problemas con nadie y que respetan a la autoridad, aunque están consientes que los soldados han cometido delitos y atropellos por tener el respaldo de su institución, pero Marcos decidió contar lo que le ocurrió para que a nadie más se le violenten sus derechos humanos.