The government had imposed military cordons on cities and municipalities, but this is the first time it has done so in an entire province, agricultural and cattle-rearing, producing sugar cane and coffee, in the country’s center. It is the sixth cordon since the implementation of the state of exception a year and a half ago, which has established a police state imprisoning more than 70,000 people, in prisons that are real concentration camps where eighty prisoners died.
The state of exception suspends the rights of citizens who have been arbitrarily detained, without evidence or arrest warrants. Human rights organizations have reported “disproportionate use of force against civilians, torture and disappearances, death of inmates in custody and censorship and persecution against critical voices” (“El País”, August 1, 2023).
The repressive escalation does not stop, every time a domesticated parliament approves all of Bukele’s initiatives and public opinion applauds the militarization. A recent judicial reform allows mass trials of groups of 900 people, which led the bishop of San Salvador, José Luis Escobar, to ask that the principle of innocence be considered.
For human rights organizations, the militarization of the country and the operation in Cabañas remind us of the “scorched earth” operations that the army launched against the guerrilla during the war in El Salvador. But at the same time they denounce that the objective is to “terrorize, silence and stop the fight against mining and against all social injustice that the communities of these areas maintain”.
The war against the gangs conceals a much more sinister reality. Andrés McKinley, a water and mining expert, maintains that what is at stake is water and life in El Salvador. Six years ago, metal mining was banned in El Salvador to defend the scarce water sources, with exceptional unanimity in the population and the political system. “El Salvador is a country that already suffers from a profound water crisis in terms of quality and quantity, leaving the country with the lowest per capita water availability in Central America” (“El Faro”, March 27, 2023).
Now the Bukele government wants to revitalize mining. According to McKinley, it is a government “close to transnational mining companies and desperately seeking new sources of income for the State”, when “the most important rivers are drying up, the most strategic aquifers around the country are running out and, according to the Ministry of Environment itself, more than 90% of surface waters are severely polluted”.
The most important thing is missing: “The north of Cabañas has been a point of interest for transnational companies to exploit gold and silver for many years. Between 2000 and 2017, Canadian and Australian companies encountered fierce opposition from affected communities”. In January of this year, the government imprisoned five water defenders from the Association for Economic and Social Development (ADES) and the community of Santa Marta in the province of Cabañas.
They are accused of having participated in a crime during the war, which is included in the National Reconciliation Act of 1992, within the framework of the Peace Accords. All the arrested have a long history of struggle for sustainable development in Cabañas, in defense of water and against metal mining, making it clear that the government’s real motivation is to weaken mining resistance in the area”, McKinley insists.
The “Gato Encerrado” website interviewed Vidalina Morales, one of the leaders of Cabañas, who assured that the detainees had a leading role in the resistance that the communities of Cabañas made to avoid the installation of the El Dorado mining project, of the Canadian company Pacific Rim (now Oceana Gold).
“The anti-mining struggle had its origin in Cabañas. After the communities began to worry or alert, they went to several organizations and among them was ADES”, said Morales (“Gato Encerrado”, January 12, 2023). Days later, Morales’ son was arrested as part of “cowardly attacks that human rights defenders and their families have suffered, as acts of intimidation in the face of the demand for justice”, Vidalina said.
Furthermore, in Cabañas the community leaders who resisted mining publicly denounced that they were victims of persecution, threats, judicial harassment, defamation, and surveillance. In 2009, the leaders of the fight against mining, identified as Dora Alicia Sorto Recinos, Gustavo Marcelo Rivera Moreno, and Ramiro Rivera Gómez were assassinated in Cabañas.
As can be seen, the Salvadoran (and Central American) war never ended. Only its forms and modes changed. The actors are the same in these five centuries: big capitalists – land oligarchy before and multinationals now – against the native peoples who oppose giving their lands and waters to mining.
As has always happened, capital seeks to impose itself through the indiscriminate violence the peoples have suffered for five centuries. Nothing indicates, however, that they will abandon their resistance, because they have nowhere to go if their lands and waters are preyed upon and polluted. Ironically, Bukele was a member of the FMLN after the conflict and is now in charge of continuing the war of dispossession following the death squads’ footsteps.
El retorno de la guerra en El Salvador
El Gobierno había impuesto cercos militares en ciudades y municipios, pero esta es la primera vez que lo hace en un departamento completo, agrícola y ganadero, productor de caña y café, en el centro del país. Se trata del sexto cerco desde la implantación del régimen de excepción un año y medio atrás, que ha instalado un Estado policial encarcelando más de 70.000 personas, en prisiones que son verdaderos campos de concentración donde murieron ochenta presos.
El estado de excepción suspende las garantías de los ciudadanos que han sido detenidos de forma arbitraria, sin pruebas ni órdenes de captura. Las organizaciones de derechos humanos han denunciado «el uso desproporcionado de la fuerza contra civiles, torturas y desapariciones, muerte de reos bajo custodia y la censura y persecución contra las voces críticas» (“El País”, 1 de agosto de 2023).
La escalada represiva no se detiene, toda vez que un parlamento domesticado aprueba todas las iniciativas de Bukele y la opinión pública aplaude la militarización. Una reciente reforma judicial permite juicios masivos a grupos de 900 personas, lo que llevó al obispo de San Salvador, José Luis Escobar, a pedir que se tome en cuenta el principio de inocencia.
Para los organismos de derechos humanos la militarización del país y el operativo en Cabañas recuerdan los operativos «tierra arrasada» que lanzaba el Ejército contra la guerrilla durante la guerra en El Salvador. Pero a la vez denuncian que el objetivo consiste en «aterrorizar, callar y detener la lucha contra las minerías y contra toda injusticia social que mantienen las comunidades de esas zonas».
La guerra contra las pandillas oculta una realidad mucho más tenebrosa. Andrés McKinley, experto en agua y minería, sostiene que está en juego el agua y la vida en El Salvador. Hace seis años la minería metálica fue prohibida en El Salvador para defender las escasas fuentes de agua, con una excepcional unanimidad en la población y en el sistema político. «El Salvador es un país que ya sufre de una profunda crisis hídrica en términos de calidad y cantidad, dejando al país con la menor disponibilidad de agua per cápita en Centroamérica» (“El Faro”, 27 de marzo de 2023).
Ahora el gobierno de Bukele quiere revitalizar la minería. Según McKinley, se trata de un gobierno «cercano a las empresas mineras transnacionales y en búsqueda desesperada de nuevas fuentes de ingreso para el Estado», cuando «los ríos más importantes se están secando, los acuíferos más estratégicos alrededor del país están agotándose y, según el mismo Ministerio de Medio Ambiente, más de 90% de las aguas superficiales está gravemente contaminada».
Falta lo más importante: «El norte de Cabañas ha sido por muchos años un punto de interés para empresas transnacionales para explotar oro y plata. Entre 2000 y 2017, empresas canadienses y australianas se toparon con la feroz oposición de comunidades afectadas». En enero de este año, el gobierno encarceló a cinco defensores del agua pertenecientes a la Asociación para el Desarrollo Económico y Social (ADES) y a la comunidad de Santa Marta en el departamento de Cabañas.
Se los acusa de haber participado en un crimen durante la guerra, que está incluido en la Ley de Reconciliación Nacional de 1992, en el marco de los Acuerdos de Paz. Todos los capturados tienen una larga historia de lucha por el desarrollo sostenible en Cabañas, en defensa del agua y contra la minería metálica, dejando claro que la motivación real del Gobierno es debilitar la resistencia minera en la zona», insiste McKinley.
La página “Gato Encerrado” entrevistó a Vidalina Morales, una de las lideresas de Cabañas, quien aseguró que los detenidos tuvieron un rol protagónico en la resistencia que las comunidades de Cabañas hicieron para evitar la instalación del proyecto minero el Dorado, de la compañía canadiense Pacific Rim (hoy Oceana Gold).
«La lucha antiminera tuvo su origen en Cabañas. Luego que las comunidades comenzaron a preocupar o alertar, acudieron a varias organizaciones y entre ellas estaba ADES», dijo Morales (“Gato Encerrado”, 12 de enero de 2023). Días después, el hijo de Morales fue detenido como parte de «cobardes ataques que han sufrido las personas defensoras de derechos humanos y sus familias, como actos de intimidación ante la exigencia de justicia», dijo Vidalina.
Más aún, en Cabañas los líderes comunitarios que resistieron la minería denunciaron públicamente que fueron víctimas de persecución, amenazas, hostigamiento judicial, difamación y vigilancia. En 2009, los líderes de la lucha contra la minería, identificados como Dora Alicia Sorto Recinos, Gustavo Marcelo Rivera Moreno y Ramiro Rivera Gómez fueron asesinados en Cabañas.
Como puede observarse, la guerra salvadoreña (y centroamericana) nunca finalizó. Sólo cambiaron sus formas y sus modos. Los actores son los mismos en estos cinco siglos: grandes capitalistas -oligarquía de la tierra antes y multinacionales ahora- contra los pueblos originarios que se oponen a entregar sus tierras y aguas a la minería.
Como ha sucedido siempre, el capital busca imponerse a través de la violencia indiscriminada que los pueblos padecen desde hace cinco siglos. Nada indica, sin embargo, que vayan a abandonar su resistencia, porque no tienen dónde ir si sus tierras y aguas son depredadas y contaminadas. Ironía de la historia, Bukele fue miembro del FMLN luego del conflicto y ahora es el encargado de continuar la guerra de despojo siguiendo la huella de los escuadrones de la muerte.