According to the most recent analysis published by the credit rating agency Standard & Poor’s (S&P), the outlook for the country’s finances remains uncertain. The report states that “structural weaknesses continue to weigh on the country’s sovereign risk rating,” adding that “El Salvador has weak public finances, with a very high public debt load and high debt service.”
According to the agency’s report, limited access to external resources is one of the main points that will, in addition, cause the country to face a liquidity shortage, that is, a lack of funds to meet its obligations, including expenses, both for this year and the next. If not resolved, this situation could lead to a further downgrade in the country’s credit rating.
According to S&P, “We could lower the ratings over the next six to 18 months if we see a weakening in the government’s ability to secure adequate funding for its fiscal deficits and its refinancing needs, or in its ability to carry out the necessary fiscal adjustment to stabilize a very high debt burden”, which the agency estimates will remain around 72% of GDP over the next two years, a figure that remains very high for Salvadoran finances.
Furthermore, the institution clarifies that if some government actions, such as the recent debt swap for pensions that allowed the government to “breathe” for the next four years, lead to better debt management or a continued economic recovery, including greater clarity on fiscal policies, the country’s credit rating could improve over the next 18 months.
However, this second scenario is more difficult to achieve due to various factors mentioned in the S&P analysis, which states that despite a reduction in its financing needs over the next few years (which is due to the change in terms of the pension debt that will allow the government to stop paying up to $500 million annually of the debt it has with workers), the government will still face a liquidity shortage.
This latter point, according to the report, could be due to a “slowdown in the growth of the country’s income,” so the difference between this variable and government spending, known as the fiscal deficit, could widen and, in fact, S&P projects that these “fiscal deficits will deteriorate to around 3.5% of GDP during the 2023-2025 period”, a percentage higher than the deficit achieved in 2022, which was close to 2.6%.
“This deterioration in this year’s fiscal results and limited financing alternatives are causing a liquidity shortage,” the report points out.
In this regard, something that increases the risk of worsening public finances is government spending on salaries, subsidies, and interest payments on public debt, which remain significant, according to the rating agency.
“We expect the government’s interest burden to remain high, around 20% of income in the coming years, due to high debt and higher funding costs,” the rating agency’s analysis states.
These high funding costs refer to the fact that if the government decides to take on more debt, it must do so at higher interest rates, all due to its low credit rating and the high country risk given by the EMBI.
This poor rating is a consequence of various undemocratic decisions by the government, which have undermined the institutionality and the country’s image in international markets, including the stalemate in negotiations for a financial assistance agreement of up to $1.3 billion from the International Monetary Fund (IMF). This agreement would significantly improve the country’s image abroad.
However, this agreement has stalled since mid-2021, S&P maintains that “the government has been in talks with the IMF, but there are no signs of whether the country could enter into a program or when it would do so.”
At this point, the report also mentions one of the few financing options that the government has found, such as the Central American Bank for Economic Integration (CABEI), is becoming limited due to the fact that “El Salvador has already reached its exposure limit with the entity,” and adds that “while it could get some financing from other official entities, we estimate it will be less than the amounts received in previous years.”
This reality has not been ignored by the government, as for two years since the markets began to close, it has used the other option as a “credit card,” that is, to acquire short-term debt through the issuance of Treasury Certificates and Bills (Cetes, Letes) in the local bank, something that according to S&P has been used “to finance its deficits,” while it calculates this debt at “a historical maximum close to $2.8 billion”.
Due to these structural problems in finance, the rating agency believes that significant deficiencies in basic services and infrastructure continue to limit the government’s ability to seek other alternatives, such as cutting expenses. Also, it adds that, because much of the economic dynamics are in informality, it will also have problems collecting income through taxes.
S&P adds that “the country’s profile could deteriorate rapidly if the government cannot obtain sufficient external financing in the coming years.”
El Salvador se enfrenta a una escasez en la liquidez y a un deterioro en el déficit fiscal
El panorama para las finanzas del país siguen en incertidumbre debido a varios factores, según detalla el más reciente análisis publicado por la agencia de calificación crediticia Standard & Poor’s (S&P), la cual señala que “las debilidades estructurales siguen pesando sobre la calificación de riesgo soberano del país”, a la vez que añade que “El Salvador tiene finanzas públicas débiles , con una carga de deuda pública muy elevada y elevado servicio de deuda”.
De acuerdo con el informe de la calificadora, el poco acceso a recursos externos es uno de los principales puntos que provocarán, además, que el país se enfrente a una escasez de liquidez, es decir, de fondos para poder enfrentar sus obligaciones, incluidos los gastos, tanto de este año como para el siguiente, una situación que, sino se resuelve, podría llevar a una nueva rebaja en la nota crediticia del país.
Según S&P, “podríamos bajar las calificaciones durante los próximos seis a 18 meses si observamos un debilitamiento en la capacidad del gobierno para garantizar un fondeo adecuado para sus déficits fiscales y sus necesidades de refinanciamiento, o en su capacidad para llevar a cabo el ajuste fiscal necesario para estabilizar una muy alta carga de deuda”, la cual la agencia calcula que se mantendrá entorno al 72% con respecto al PIB en los próximos dos años, una cifra que sigue siendo muy alta para las finanzas salvadoreñas.
Asimismo, la institución aclara que si algunas acciones del gobierno, como el reciente canje de la deuda de pensiones que le permitió al gobierno “tomar oxígeno” para los próximos cuatro años, conducen a un mejor manejo de la deuda, o a una continua recuperación económica, incluida una mayor claridad sobre las políticas fiscales, la nota crediticia del país, de hecho, podría mejorar en los próximos 18 meses.
Sin embargo, este segundo escenario es más difícil de alcanzar debido a los distintos factores que menciona el análisis de S&P, el cual señala que a pesar de la disminución de sus necesidades de financiamiento durante los próximos años (lo que obedece al cambio en los términos de la deuda previsional que le permitirá al gobierno dejar de pagar hasta $500 millones anuales de la deuda que tiene con los trabajadores), el gobierno aún así se enfrentará a la escasez de liquidez.
Esto último, según el informe, podría deberse a una “desaceleración en el crecimiento de los ingresos del país”, por lo que la diferencia de esa variable contra los gastos del gobierno, conocido como déficit fiscal, podría ampliarse y, de hecho, S&P proyecta que estos “déficits fiscales se deteriorarán hasta alrededor del 3.5% del PIB durante el periodo 2023-2025”, un porcentaje superior al déficit que se logró en 2022, el cual fue cercano al 2.6%.
“Ese deterioro de los resultados fiscales de este año y las limitadas alternativas de financiamiento están provocando escasez de liquidez”, apunta el informe.
En este sentido, algo que aumenta ese riesgo de que empeoren en las finanzas públicas es el gasto en salarios que asume el gobierno, los subsidios y los pagos de intereses de la deuda pública, los cuales siguen siendo significativos, de acuerdo con la agencia calificadora.
“Prevemos que la carga de intereses del gobierno se mantenga elevada, en torno al 20% de los ingresos en los próximos años, debido a la deuda elevada y a mayores costos de fondeo”, señala el análisis de la calificadora.
Estos altos costos de fondeo se refieren a que, si el gobierno decide adquirir más deuda, debe hacerlo a tasas de interés más altas, todo a causa de la baja calificación crediticia que aún mantiene y al elevado riesgo país dado por el EMBI.
Esta mala calificación es una consecuencia de distintas decisiones antidemocráticas del gobierno, las cuales han minado la institucionalidad y la imagen del país en los mercados internacionales, incluyendo el estancamiento de las negociaciones por un acuerdo de asistencia financiera de hasta $1,300 millones de parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), una acuerdo que mejoraría considerablemente la imagen del país en el exterior.
Sin embargo, con respecto a ese acuerdo, estancado desde mediados de 2021, S&P sostiene que “el gobierno ha mantenido conversaciones con el FMI, pero no hay indicios de si el país pueda entrar en un programa, ni cuándo lo haría”.
En este punto, el informe también señala una de las pocas opciones de financiamiento que ha encontrado el gobierno, como lo es el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), es una opción que se está volviendo limitada, esto debido a que “El Salvador ya ha alcanzado el tope de exposición con la entidad”, y agrega que “si bien podría obtener algo de financiamiento de otras entidades oficiales, estimamos que será inferior a las cantidades recibidas en años anteriores”.
Esta realidad no ha sido ignorada por el gobierno, pues desde hace dos años que comenzaron a cerrarse los mercados ha utilizado como “tarjeta de crédito” la otra opción, es decir, la de adquirir deuda de corto plazo a través de la emisión de Certificados y Letras del Tesoro (Cetes, Letes) en la banca local, algo que según S&P ha sido utilizado “para financiar sus déficits”, a la vez que calcula esa deuda en “un máximo histórico cercano a los $2,800 millones”.
Debido a estos problemas estructurales en las finanzas, la calificadora considera que las importantes carencias en servicios básicos y de infraestructura siguen limitando la capacidad del gobierno para buscar otras alternativas como podría ser el recortar gastos, y además añade que, debido a que gran parte de la dinámica económica está en la informalidad, también tendrá problemas para percibir ingresos mediante impuestos.
S&P también añade que “el perfil del país podría deteriorarse rápidamente si el gobierno no es capaz de obtener suficiente financiamiento externo en los próximos años”.