One thing that is little talked about in Colombia is how, in El Salvador, Bukele ended judicial independence in 2021 to aspire to immediate re-election despite this being expressly prohibited in the Constitution.
His victory in the legislative elections of February 2021 allowed Bukele to have a comfortable majority (66%) in the Legislative Assembly, which, newly appointed, dismissed in May 2021 all the members of the Constitutional Chamber of the Supreme Court, equivalent to our Constitutional Court. This dismissal was completely arbitrary: not only was it done collectively and without the minimum due process, but it was not due to offenses committed by these magistrates but because Bukele did not like their interpretations. In previous months, this Constitutional Chamber had annulled several government measures in response to the pandemic. Bukele said that he would have shot all the magistrates if he were a dictator. He ultimately did not execute them, but he did achieve their dismissal.
The Legislative Assembly then appointed the new members of the Constitutional Chamber, all close to the Government. A few months later, in September, this new Constitutional Chamber opened the door to Bukele’s immediate presidential re-election. And it did so against the constitutional text, whose article 152 states that one who “has held the Presidency of the Republic for more than six months, consecutively or not, during the previous immediate period” cannot be a “candidate for president.” If he is a candidate, he cannot be president either. But that’s not all: the Constitution states that promoting or supporting re-election (art. 75) is a cause for loss of citizenship, and there is a duty of “insurrection” if the rule of “alternation in the exercise of the Presidency” is violated.
These constitutional texts are so clear that it was a constant and peaceful doctrine of the Constitutional Chamber and of all Salvadoran constitutionalists that immediate re-election was prohibited, as Bukele himself had recognized in interviews in previous years. But all of this was swept away by the new Bukele-ist Constitutional Chamber, with an absurd argument that is even difficult to understand. Suffice it to say that, according to their thesis, in Colombia, Petro could aspire to re-election in 2026, but Duque could not. Do me a favor.
Bukele has not limited himself to co-opting the Constitutional Chamber, the crown jewel. Still, he has also used his majorities in the Assembly to fill the Supreme Court with magistrates close to the Government. With the state co-opted, this president is launching his re-election campaign next year. And since he is popular, due to the support of a citizenship beleaguered by violence and gangs, he will likely be re-elected, which will consolidate the destruction of the Salvadoran rule of law.
This evolution has also had dramatic consequences, as the destruction of judicial independence has been the prelude for Bukele to achieve the adoption of a severe state of exception, which he has maintained since March 2022 and which has led to the arrest, in most cases arbitrarily, of about 60,000 people. As if that were not enough, they are crammed into prisons where they receive inhuman treatment, as documented by Amnesty International.
This Bukele saga merits recognition in Colombia because specific sectors, especially on the right, rightly harshly criticize similar processes of the rule of law destruction by Ortega in Nicaragua or Maduro in Venezuela. Still, they remain silent in the face of this assault on democracy in El Salvador.
Dejusticia: https://www.dejusticia.org/column/bukele-el-salvador/
Bukele: ¿el salvador?
Algo de lo que se habla poco en Colombia es la forma como, en El Salvador, Bukele acabó en 2021 con la independencia judicial para aspirar a la reelección inmediata, a pesar de que esta se encuentra expresamente prohibida en la Constitución.
La victoria en las elecciones legislativas de febrero de 2021 le permitió a Bukele tener una cómoda mayoría (66 %) en la Asamblea Legislativa, la cual, recién posesionada, destituyó en mayo de 2021 a todos los integrantes de la Sala Constitucional de la Corte Suprema, la equivalente a nuestra Corte Constitucional. Esta destitución fue totalmente arbitraria: no solo se hizo en forma colectiva y sin el mínimo debido proceso, sino que, además, no fue por faltas cometidas por esos magistrados sino porque a Bukele no le gustaban sus interpretaciones. En meses anteriores, esa Sala Constitucional había anulado varias medidas gubernamentales frente a la pandemia y Bukele dijo que, si fuera un dictador, hubiera fusilado a todos los magistrados. Finalmente no los ejecutó, pero logró su destitución.
La Asamblea Legislativa nombró entonces a los nuevos integrantes de la Sala Constitucional, todos cercanos al Gobierno. Pocos meses después, en septiembre, esta nueva Sala Constitucional le abrió la puerta a la reelección presidencial inmediata de Bukele. Y lo hizo contrariando el texto constitucional, cuyo artículo 152 dice que no podrá ser “candidato a presidente” quien “haya desempeñado la Presidencia de la República por más de seis meses, consecutivos o no, durante el período inmediato anterior”. Obviamente, si no puede ser candidato, tampoco puede ser presidente. Pero eso no es todo: la Constitución señala que es causa de pérdida de la ciudadanía “promover o apoyar la reelección” (art. 75) y que existe un deber de “insurrección” si se viola la norma de “alternancia en el ejercicio de la Presidencia”.
Esos textos constitucionales son tan claros que era doctrina constante y pacífica de la Sala Constitucional y de todos los constitucionalistas salvadoreños que la reelección inmediata estaba prohibida, como lo había reconocido el propio Bukele en entrevistas en años anteriores. Pero todo eso lo arrasó la nueva Sala Constitucional bukelista, con una argumentación tan absurda que es incluso difícil de entender. Basta decir que, según su tesis, en Colombia Petro podría aspirar a la reelección en 2026 pero no podría hacerlo Duque. Hágame el favor.
Bukele no se ha limitado a cooptar la Sala Constitucional, que es obviamente la joya de la corona, sino que también ha usado sus mayorías en la Asamblea para llenar la Corte Suprema con magistrados cercanos al Gobierno. Cooptado el Estado, este presidente se lanza a la reelección el año entrante. Y como es popular, por el apoyo de una ciudadanía agobiada por la violencia y por las maras, probablemente será reelegido, lo cual consolidará la destrucción del Estado de derecho salvadoreño.
Esta evolución ha tenido además consecuencias dramáticas, pues la destrucción de la independencia judicial ha sido el preludio para que Bukele lograra la adopción de un severo estado de excepción, que ha mantenido desde marzo de 2022 y que ha llevado a la detención, en la mayoría de los casos arbitrariamente, de unas 60.000 personas. Como si fuera poco, están hacinadas en cárceles en que reciben tratos crueles e inhumanos, como lo ha documentado Amnistía Internacional.
Esta saga de Bukele amerita ser conocida en Colombia porque hay ciertos sectores, especialmente en la derecha, que con razón critican severamente procesos semejantes de destrucción del Estado de derecho por Ortega en Nicaragua o Maduro en Venezuela, pero guardan silencio frente a este asalto a la democracia en El Salvador.
Dejusticia: https://www.dejusticia.org/column/bukele-el-salvador/