“El Salvador has ceased to be on the list of the most violent countries in the world and has become, with verifiable figures, the safest in Latin America,” said the Central American country’s Minister of Foreign Affairs at the beginning of March before the UN Human Rights Council.
Within the framework of the Territorial Control Plan, the government of Nayib Bukele claims to have arrested more than 64,000 criminals and drastically reduced the homicide rate.
While the Executive defends the emergency regime in force for a year, Salvadoran humanitarian organizations have received almost 8,000 complaints, primarily for arbitrary detentions.
HRW: Bukele negotiated with gangs
Images of the transfer of 2,000 alleged gang members to the recently inaugurated Terrorism Confinement Center (CECOT), a mega-prison with a capacity for 40,000 inmates, went around the world and sparked an exchange of tweets between President Nayib Bukele and his Colombian counterpart, Gustavo Petro, who compared the prison to a “concentration camp” for youths.
On Twitter, Human Rights Watch (HRW) even accused the Salvadoran government of having negotiated “benefits with the gangs in exchange for lowering the homicide rate and obtaining electoral support.”
In the Central American country, on the other hand, successes in the fight against organized crime translate into approval ratings for Bukele’s government of up to 90 percent. But how sustainable is the current public security policy in the long term?
The Salvadoran president’s policy of “punitive populism” “is based on an apology for violence, punishment and not rehabilitation or restorative justice,” says Ana María Méndez, Central America director for the human rights organization Washington Office on Latin America (WOLA). “The mano dura policies are not new, and in the medium and long term, they are not sustainable because a good part of the population is in prison, and this issue generates a circle of violence,” she continues in an interview with DW.
In an interview with DW, sociologist and political scientist Alvaro Artiga stresses that “the emergency regime could also be used for political purposes and not for security purposes.” Under the emergency, several rights, such as the right to defense, were suspended. If initially, a person could be detained for 72 hours, this period was extended to 15 days. Also, the start of a trial can be extended for up to one year.
Artiga also says that there are restrictions on freedom of the press because the media cannot publish news related to statements made by gang leaders under threat of being declared accomplices of criminals.
Ana María Méndez adds that, within the framework of the emergency regime, constitutional guarantees are being suspended and universal rights. “Bukele is not subject to the scrutiny neither of the citizens nor any control organ; he is acting without that important counterweight that there must be in any democracy,” she states.
El Salvador: la estrategia de seguridad de Nayib Bukele hace “apología a la violencia”
“El Salvador ha dejado de estar en la lista de países más violentos del mundo y ha pasado, con cifras verificables, a ser el más seguro de América Latina”, sostuvo la ministra de Relaciones Exteriores del país centroamericano, a principios de marzo, ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
En el marco del Plan Control Territorial, el Gobierno de Nayib Bukele asegura haber detenido a más de 64.000 criminales y reducido drásticamente la tasa de homicidios.
Mientras el Ejecutivo defiende el régimen de excepción vigente desde hace un año, organizaciones humanitarias salvadoreñas han recibido casi 8.000 denuncias, la mayoría por detenciones arbitrarias.
HRW: Bukele negoció con pandillas
Las imágenes del traslado de 2.000 supuestos pandilleros al recientemente inaugurado Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), una megacárcel con capacidad para 40.000 reos, dieron la vuelta al mundo y desataron un intercambio de tuits entre el presidente Nayib Bukele y su homólogo colombiano, Gustavo Petro, que comparó el penal con un “campo de concentración” para jóvenes.
En Twitter, Human Rights Watch (HRW) incluso acusó al Gobierno salvadoreño de haber negociado “beneficios con las pandillas a cambio de disminuir la tasa de homicidios y obtener apoyo electoral”.
En el país centroamericano, en cambio, los éxitos en el combate al crimen organizado se traducen en índices de aprobación del Gobierno de Bukele de hasta un 90 por ciento. Pero, ¿cuán sostenible es la actual política de seguridad pública en el largo plazo?
La política de “populismo punitivo” del presidente salvadoreño “se basa en la apología a la violencia, al castigo y no a la rehabilitación o justicia restaurativa”, dice Ana María Méndez, directora para Centroamérica de la organización de derechos humanos Washington Office on Latin America (WOLA). “Las políticas de mano dura no son nuevas, y en el mediano y largo plazo no son sostenibles, porque una buena parte de la población está en prisión y esta cuestión va generando un círculo de violencia”, prosigue, en entrevista con DW.
En entrevista con DW, el sociólogo y politólogo Álvaro Artiga subraya que “el régimen de excepción podría prestarse también para fines políticos y no de seguridad”. Y es que, bajo el estado de excepción, se suspendieron varios derechos, como el derecho a la defensa. Si, originalmente, una persona podía ser detenida por 72 horas, este plazo se amplió a 15 días. Asimismo, actualmente, el inicio de un juicio se puede prolongar hasta por un año.
Artiga también cuenta que hay restricciones a la libertad de prensa, porque los medios no pueden publicar noticias relacionadas con declaraciones de líderes pandilleros, bajo amenaza de ser declarados cómplices de criminales.
Ana María Méndez agrega que, en el marco del régimen de excepción, no solo se están suspendiendo garantías constitucionales, sino también derechos universales. “Bukele no está sometido al escrutinio ni de la ciudadanía ni de ningún órgano de control, está actuando sin ese contrapeso importante que tiene que haber en cualquier democracia”, sentencia.