The Salvadoran government’s propaganda team finished just in time the video of thousands of half-naked gang members being subdued and taken into the newly opened mega-penal and distributed to media outlets across the continent. The goal is to make people believe that Bukele is the strongman of El Salvador who is putting an end to criminals and that there are no human rights, laws, or constitutions to stop him. The images are so controversial that they fulfill their main objective: to divert attention. It is not the first time we have seen them.
The most recent mega-production of gang members sitting in a large prison yard (“The World’s Largest Prison”) was necessary to overshadow what was happening in New York: the publication of the indictment filed by the US Department of Justice against thirteen “Mara Salvatrucha” (MS-13) leaders, in which it confirms that the Bukele government negotiated with the gangs economic benefits, reduced sentences, rejection of US extradition requests and legislative and judicial changes; in exchange for reduced homicide rates and support in legislative and municipal elections for the Nuevas Ideas party. In other words, the government of Nayib Bukele made partners with criminal groups, protected them, and benefited them.
Neither the president, the director of Penal Centers, the minister of Security, the foreign minister nor the deputies of Nuevas Ideas (allegedly elected with the help of this pact) has said a word about the accusation of the US government, which not only confirms the publications that this and other media have made documenting the negotiations but also seriously compromises a president who has denied them.
Bukele, a president who boasts of controlling all the decisions of his officials, was aware from the beginning of his administration of the negotiations of officials with gang leaders. In that process, he also had a code name: Batman. When the first publications brought this pact to light, Bukele had the opportunity to publicly disassociate himself from the officials involved (Osiris Luna, director of Penal Centers, and Carlos Marroquin, director of Social Fabric). But not only did he fail to do so, but he protected them. He is, therefore, the person most responsible for the pact. Nayib Bukele has lied to us.
He has lied to us again and again and again about a criminal pact that lasted at least three massacres. The last one, which definitively broke the agreement, happened in March 2022 and claimed the lives of 87 Salvadorans. It was the one that gave rise to the regime of exception. But there were two previous ones.
The second was in November 2021, when the gangs killed 45 people. Today we know that his officials met with gang leaders to resolve the crisis and maintained the pact for several more months. Publicly, the Security Minister insinuated that those responsible were political opponents and “powers that be” when he and the president knew full well that those responsible were their political partners in secret negotiations. The pact existed and continued to live. But it was easier to lie than to explain to Salvadorans that he had negotiated and continued to negotiate over a pool of blood, political benefits for him and his party, and economic and judicial benefits for the criminal groups that had just murdered 45 people.
Police agents recorded the details of that crisis and its secret resolution in reports to their bosses. They are, like almost all the papers we have published that support the existence of these negotiations, official documents that confirm the complicity of this government with the gangs.
But another massacre before these survived Bukele’s pact with the gang members. At the end of April 2020, at the height of the quarantine, the maras murdered 76 people in four days. The president ordered the army to use lethal force against any gang member, and his propaganda team staged the first mega-production of imprisoned gang members: thousands of men with naked torsos and shaved heads, tattooed were placed in the courtyard of a prison, seated and handcuffed, forming human chains. The photos also went around the world.
Bukele said they had already located the gang members who were still free and announced that detainees from different gangs would be mixed in the prisons. In those days, he wrote on his Twitter account that the agenda of human rights organizations were to defend “those who rape, kidnap, kill and dismember.” It was he who negotiated with those criminals.
The photos of those tattooed prisoners were the first great propaganda display that presented a president with an iron fist to fight crime. But his pact with the gangs was more necessary than ever, with less than a year before the legislative elections. Bukele continued to lie and maintained his political partnership with the gangs after that massacre. And the next. The third marked the definitive break. More than 200 dead later.
El Faro: https://elfaro.net/es/202302/columnas/26740/tres-masacres-duro-el-pacto-de-bukele-con-las-pandillas
Tres masacres duró el pacto de Bukele con las pandillas
El equipo de propaganda del gobierno salvadoreño terminó justo a tiempo el video de miles de pandilleros semidesnudos sometidos e ingresados al recién estrenado megapenal y lo distribuyó a medios en todo el continente. El objetivo es hacer creer que Bukele es el hombre fuerte de El Salvador que está terminando con los criminales y no hay derechos humanos ni leyes ni constituciones que lo detengan. Son imágenes tan controversiales que cumplen su principal objetivo: desviar la atención. No es la primera vez que las vemos.
La más reciente megaproducción de pandilleros sentados en un gran patio penitenciario (“La cárcel más grande del mundo”) era necesaria para opacar lo que sucedía en Nueva York: la publicación del requerimiento presentado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos contra trece líderes de la Mara Salvatrucha, en el que confirma que el gobierno de Bukele negoció con las pandillas beneficios económicos, reducción de penas, rechazo a las solicitudes de extradición de Estados Unidos y cambios legislativos y judiciales; a cambio de la reducción de las tasas de homicidios y apoyo en las elecciones legislativas y municipales para el partido Nuevas Ideas. Es decir, el gobierno de Nayib Bukele hizo socios a grupos criminales, los protegió y benefició.
No han dicho una palabra el presidente, ni el director de Centros Penales ni el ministro de Seguridad, ni la canciller ni los diputados de Nuevas Ideas (presuntamente electos con ayuda de ese pacto), sobre la acusación del gobierno de Estados Unidos, que no solo confirma las publicaciones que este y otros medios hemos hecho documentando las negociaciones, sino que compromete seriamente a un presidente que las ha negado.
Bukele, un presidente que se jacta de controlar todas las decisiones de sus funcionarios, estaba al tanto desde inicios de su gobierno de las negociaciones de funcionarios con los líderes pandilleros. En ese proceso él también tenía un nombre clave: Batman. Cuando las primeras publicaciones sacaron a la luz ese pacto, Bukele tuvo la oportunidad de desligarse públicamente de los funcionarios involucrados (entre ellos Osiris Luna, director de Centros Penales; y Carlos Marroquín, director de Tejido Social). Pero no solo no lo hizo, sino que los protegió. Él es, pues, el máximo responsable del pacto. Nayib Bukele nos ha mentido.
Nos ha mentido una y otra y otra vez sobre un pacto criminal que le duró al menos tres masacres. La última, la que rompió definitivamente el acuerdo, sucedió en marzo de 2022 y se cobró la vida de 87 salvadoreños. Fue la que dio pie al régimen de excepción. Pero hubo dos anteriores.
La segunda fue en noviembre de 2021, cuando las pandillas asesinaron a 45 personas. Hoy sabemos que, para resolver la crisis, sus funcionarios se reunieron con los líderes de las pandillas y mantuvieron el pacto por varios meses más. Públicamente, el ministro de Seguridad insinuó que los responsables eran opositores políticos y “poderes fácticos”, cuando él y el presidente sabían bien que los responsables eran sus socios políticos en negociaciones secretas. El pacto existía y siguió existiendo. Pero era más sencilla la mentira que explicar a los salvadoreños que había negociado y seguía negociando sobre un charco de sangre, beneficios políticos para él y su partido; y económicos y judiciales para los grupos criminales que acababan de asesinar a 45 personas.
Los pormenores de esa crisis y su resolución secreta fueron consignados por agentes policiales en reportes a sus jefes. Son, como casi todos los papeles que hemos publicado y que sustentan la existencia de estas negociaciones, documentos oficiales que confirman la complicidad de este gobierno con las pandillas.
Pero hubo otra masacre anterior a estas que sobrevivió al pacto de Bukele con los pandilleros. A finales de abril de 2020, en plena cuarentena, las maras asesinaron a 76 personas en cuatro días. El presidente ordenó al Ejército utilizar la fuerza letal contra cualquier pandillero y su equipo de propaganda montó la primera megaproducción de pandilleros presos: miles de hombres con el torso desnudo y las cabezas rapadas, tatuados, fueron colocados en el patio de una cárcel, sentados y esposados, formando cadenas humanas. Las fotos también le dieron la vuelta al mundo.
Bukele decía en público que ya tenían ubicados a los pandilleros que seguían libres y anunció que los detenidos de distintas pandillas serían mezclados en las prisiones. En aquellos días escribió en su cuenta de Twitter que la agenda de las organizaciones defensoras de los derechos humanos era en realidad defender “a los que violan, secuestran, matan y descuartizan”. Era él quien negociaba con aquellos criminales.
Las fotos de esos reos tatuados fueron el primer gran despliegue propagandístico que presentaba a un presidente con la mano dura para combatir el crimen. Pero su pacto con las maras era entonces más necesario que nunca, faltando menos de un año para las elecciones legislativas. Bukele continuó mintiendo y mantuvo su sociedad política con las pandillas después de aquella masacre. Y de la siguiente. La tercera, aparentemente, marcó el rompimiento definitivo. Más de 200 muertos después.
El Faro: https://elfaro.net/es/202302/columnas/26740/tres-masacres-duro-el-pacto-de-bukele-con-las-pandillas