On midday in late August, nine Salvadorans from the exact family doze huddled together on three filthy beds at the back of a migrant shelter in Tapachula, on Mexico’s southern border. This tiny room has become a home for Jose, his wife, children, nieces, nephews, and four-year-old granddaughter Melanie. The house, their home for 20 years in the Montreal neighborhood of San Salvador, was abandoned eight days after the government of Nayib Bukele decreed the Regime of Exception under the promise of providing security for Salvadorans.
The night before fleeing, on April 4, 2022, José and his family received a visit from six uniformed police officers, who burst into the tin and drywall construction with their kicks. They threw them to the ground and put their boots on their heads. “They shouted at us, ‘Well, you sons of bitches, tell us where the gang members are hiding,'” says José.
The interrogation and beating lasted about 20 minutes. Before leaving, according to Jose, one of the agents made a final threat: “Don’t sleep because you don’t know the day or the hour we’re coming back. And when we come back, we are going to kill you or take you, prisoner”.
Two hours later, around 10 p.m., the family received another visit: seven Mara Salvatrucha-13 gang members came to interrogate them with the same method: kicks and threats. The gang, according to Jose, suspected that he and his family had collaborated with the authorities. There was a reason: in those early days of the Emergency Regime, it was common for the police to enter houses in the neighborhoods forcefully, and unlike what happened to Jose and his family, they used to take people prisoner. Before leaving, recalls José, a gang member threatened them: “If you say anything, no matter where you go, we are going to look for you and kill you all.
-That night, we couldn’t sleep. The next day we left.
Stories like those of Jose and his family are increasingly common in Tapachula. Since Bukele decreed the Emergency Regime on March 27, Salvadorans have been fleeing not only from gang violence but also from police and soldiers who, by a wide margin, have captured more than 55,000 people. For almost seven months, the measure has suppressed the rights to defense, assembly, association, and privacy in correspondence and telecommunications. It has also eliminated the periods of detention in prisons while awaiting trial. While in El Salvador, thousands of people are piling up outside bartolinas and prisons, the number of Salvadorans requesting refuge in Mexico increased by 78.28% over the previous six months.
-Entire families are still coming from El Salvador fleeing Bukele,” says Obdulia, the administrator of the “Todo por ellos” shelter, where José’s family is now taking refuge. -Families of five, seven and, in this case, is the largest we have ever had, nine people,” she adds with surprise.
In the same shelter where he had been for several months, another family of Salvadorans fled from the Emergency Regime. Five people were also threatened with being captured without being able to defend themselves. One of them, the middle son of the family, an amputee of both legs, was threatened by the police.
-If you don’t cooperate, we will take you to jail. We are going to say that you keep the drugs you sell for the gang in your prosthesis,” he recalls being told.
They also fled Montreal, the same neighborhood as Jose and his family.
The morning of Sunday, March 27, 2022, the day the Emergency Regime officially began in El Salvador, will be remembered by many. Ruth, Pedro’s wife, describes it in her way.
-It was as if the war was starting. A bunch of police and soldiers arrived and started grabbing half the people. I say there were hundreds of them. They brought buses and filled them up. It was like they didn’t want to leave anyone.
Sitting in the tiny living room of the house, Ruth and Daniela try to explain how the arrival of the Emergency Regime has changed the reality in Montreal. Living in the colony, Ruth describes, has never been easy. Growing up under gang control is not only a threat within the community. Just for living there, she has been turned down dozens of times for jobs and threatened with death when she has trespassed on opposing gang land.
The Emergency Regime has created a complex phenomenon in communities like Montreal: massive raids have displaced gang members but not their control. As Ruth and Daniela explain, people are still afraid, and their rules are still respected. Here you can’t receive visits from a relative who lives in the opposite area, businesses continue to pay extortion, and no one can talk to a police officer because he might look like a snitch.
-About 500 people have been taken from here. The problem is that they have taken a lot of innocent people. But the gang members are still here. They’re still in control. They have people who report to them, 12-year-old kids. And we know that one day they’re going to come back. This is not going to last forever,” says Daniela.
Las víctimas del régimen de Bukele se refugian en Tapachula
Un mediodía a finales de agosto, nueve salvadoreños de una misma familia dormitan apiñados sobre tres camastros mugrientos en el fondo de un albergue para migrantes en Tapachula, en la frontera sur de México. Este diminuto cuarto se ha convertido en una casa para José, su esposa, sus hijos, sus sobrinos y Melanie, su nieta de cuatro años. La casa, su hogar durante 20 años en la colonia Montreal, en San Salvador, la abandonaron ocho días después de que el gobierno de Nayib Bukele decretara el Régimen de Excepción bajo la promesa de dar seguridad a los salvadoreños.
La noche anterior a la huída, el 4 de abril de 2022, José y su familia recibieron la visita de seis policías uniformados, que irrumpieron a patadas en la construcción de lámina y tablaroca. Los tiraron contra el piso y les pusieron las botas en la cabeza. “Nos gritaban ‘¡vaya, pues, hijos de puta! ¡Digan dónde se esconden los mareros!’”, dice José.
El interrogatorio y la golpiza duraron unos 20 minutos. Antes de marcharse, según José, uno de los agentes profirió una última amenaza: “No duerman, porque no saben ni el día ni la hora en que vamos a regresar. Y cuando volvamos, los vamos a matar o nos los vamos a llevar presos”.
Dos horas después, cerca de las diez de la noche, la familia recibió otra visita: siete pandilleros de la Mara Salvatrucha-13 llegaron a interrogarlos con el mismo método: patadas y amenazas. La pandilla, a decir de José, sospechaba que él y su familia habían colaborado con la autoridad. Había un motivo: en aquellos primeros días del Régimen de Excepción era común que la policía entrara a la fuerza en las casas de las colonias y, a diferencia de lo que ocurrió con José y su familia, solían llevarse a personas presas. Antes de marcharse, recuerda José, un pandillero los amenazó: “Si dicen algo, no importa dónde vayan, los vamos a buscar y los vamos a matar a todos”.
—Esa noche ya no pudimos dormir. Al día siguiente nos fuimos.
Historias como las de José y su familia son cada vez más comunes en Tapachula. Desde que el 27 de marzo Bukele decretara el Régimen de Excepción, los salvadoreños no solo huyen de la violencia de las pandillas, sino también de los policías y soldados que, bajo un amplio margen, han capturado a más de 55,000 personas. La medida, durante casi siete meses, ha suprimido los derechos a la defensa, de reunión y asociación, de privacidad en correspondencia y telecomunicaciones. También los plazos de detención en cárceles a la espera de un juicio. Mientras en El Salvador miles de personas se acumulan a las afueras de bartolinas y prisiones, la cifra de salvadoreños que solicitan refugio en México aumentó un 78.28% respecto a los seis meses anteriores.
—Seguido están viniendo familias completas de El Salvador que vienen huyendo de Bukele —, dice Obdulia, la administradora del albergue “Todo por ellos”, donde ahora se refugia la familia de José. —Vienen familias de cinco, de siete y en este caso, que es el más grande que hemos tenido, de nueve personas—, añade sorprendida.
En el mismo albergue en el que se encuentra desde hace varios meses hay otra familia de salvadoreños que huyen del Régimen de Excepción. Cinco personas que también fueron amenazadas con ser capturadas sin que se pudieran defender. Uno de ellos, el hijo medio de la familia, amputado de ambas piernas, fue amenazado por los policías.
—Si no colaborás te vamos a llevar preso. Vamos a decir que en las prótesis guardás la droga que vendés para la pandilla—, recuerda que le dijeron.
Ellos también huyeron de la Montreal, la misma colonia de José y su familia.
La mañana del domingo 27 de marzo de 2022, el día en que inició oficialmente el Régimen de Excepción en El Salvador, será recordado por muchos. Ruth, la esposa de Pedro, la describe a su manera.
—Fue como si estuviera empezando la guerra. Llegó un montón de policías y soldados y empezaron a agarrar a medio mundo. Yo digo que eran cientos. Trajeron buses y los llenaron. Era como que no querían dejar a nadie–.
Sentadas en la diminuta sala de la casa, Ruth y Daniela intentan explicar cómo la llegada del Régimen de Excepción ha trastocado la realidad en la Montreal. Vivir en la colonia, describe Ruth, nunca ha sido fácil. Crecer bajo el control de la pandilla no solo es una amenaza dentro de la comunidad. Solo por vivir ahí, la han rechazado decenas de veces en empleos y la han amenazado de muerte cuando se ha metido en un terreno de la pandilla contraria.
El Régimen de Excepción ha creado un fenómeno complejo en comunidades como la Montreal: las redadas masivas han desplazado a los pandilleros, pero no su control. La gente, según explican Ruth y Daniela, sigue teniendo miedo y sus normas se siguen respetando. Aquí no se puede recibir visitas de un familiar que viva en zona contraria, los negocios siguen pagando extorsión y nadie puede conversar con un policía porque puede parecer un soplón.
—De aquí se han llevado a unas 500 personas. El problema es que se han llevado a un montón de gente inocente. Pero los pandilleros siguen aquí. Siguen controlando. Tienen gente que les informa, niños de 12 años. Y nosotros sabemos que ellos un día van a volver. Esto no va a durar para siempre—, dice Daniela.