I was arrested on May 10 at my house, according to the police, for illicit groups association, extortion, and having a criminal record, which was dismissed by a judge at the hearing a month later. But before that, I had to endure many cases of abuse while I was in prison unjustifiably.
Since I went in the minibus to the barlines, I began to suffer such abuses. They all took us tied by the hands with purple fingers, and I felt they would explode. But that was just the beginning because, on May 13, the worst began in the Izalco prison, where I spent the most horrible 30 days of my life.
I was in a group of about 40, all civilian men but with artistic tattoos. That didn’t matter to the custodians because they always treated us like we were gang members.
They took off our clothes and made us run for several hours as soon as we arrived. They made us run with our hands on the back of our necks, looking at the ground. We were guided only by the voices of the custodians. Suddenly a boy ahead of us went elsewhere, and as punishment, his ribs were broken, and we all began to cry. They left him lying for about four hours, forcing us to stand still without moving.
The feeling I felt in my legs and feet was horrible, but I couldn’t say anything, talk, or see the custodians because they would beat me. That day we were wearing only a boxer, barefoot and hadn’t eaten anything. We arrived at about 2:00 in the afternoon, and they took us to the cells until 4:00 in the morning.
The worst came later. After getting tired and humiliating us, the custodians put us in a barrel full of ice because apparently, it was their method of torture to ‘make us tell the truths.’ And what truth was I going to say? They asked me if I knew anything about ‘the boys’, but I told them that I didn’t knew anything, that I’m a hardworking person, and that I didn’t know anything about them. One of the group did not survive the ice.
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A mí me arrestaron el 10 de mayo en mi casa, según los policías por agrupaciones ilícitas, extorsión y por tener antecedentes penales, lo cual fue desestimado por un juez en la audiencia un mes después. Pero antes de eso tuve que pasar por muchos abusos, mientras estuve en prisión de forma injustificada.
Desde que iba en el microbús hacia las bartolinas comencé a sufrir esos abusos. A todos nos llevaban atados de las manos, llevaba los dedos morados y sentía que me iban a explotar. Pero eso era apenas el principio, porque el 13 de mayo empezó lo peor en el penal de Izalco, donde pasé los 30 días más horribles de mi vida.
Iba en un grupo de unas 40 personas, todos hombres civiles pero con tatuajes artísticos. Eso no les importó a los custodios, porque siempre nos trataron como si fuéramos pandilleros.
Tan pronto llegamos nos quitaron la ropa y nos pusieron a correr varias horas. Nos hacían correr con las manos en la nuca, viendo al suelo. Nos guiábamos solo con las voces de los custodios. De repente un muchacho que iba adelante de nosotros se fue para otro lado y como castigo le quebraron las costillas y todos empezamos a llorar. Lo dejaron tirado como por cuatro horas y después nos obligaron a estar parados sin movernos.
Fue horrible la sensación que sentía en mis piernas y pies, pero no podía decir nada, ni hablar, ni ver a los custodios porque si no lo golpeaban a uno. Ese día estuvimos solo con bóxer, descalzos y no habíamos comido nada. Llegamos como a las 2:00 de la tarde y nos pasaron a las celdas hasta las 4:00 de la madrugada.
Lo peor vino después. Luego de cansarnos y estarnos humillando, los custodios nos metieron en un barril con mucho hielo porque al parecer era su método de tortura para ‘hacernos decir verdades’. Y ¿qué verdad iba a decir yo? Me preguntaron si sabía algo de ‘los bichos’, pero yo les dije que no sabía nada, que soy una persona trabajadora y que no sabía nada de ellos. Uno del grupo no sobrevivió.