A year after the coup against the Constitutional Chamber, marching peacefully in El Salvador is a threatened and risky activity.
It was demonstrated on Sunday, May 1, 2022, when a massive march was called, but it did not have the magnitude of the previous ones—police and military placed checkpoints on access roads to San Salvador, the capital. Several dozen attendees were prevented from reaching the capital; like those who did march, they mobilized from their homes despite the threat of imprisonment launched by the Government.
One year. That time is enough to confirm that Nayib Bukele now enjoys total power without checks and balances. Bukele and his officials condemn the marches, point out without evidence that people who defend gang members will attend – as Minister of Labor Rolando Castro said at the end of last week – and the Police and military set up checkpoints for what they claim is to guarantee security. The measure, however, allowed the blocking of the right to protest of those traveling from the interior of the country, as recorded in several media images.
In addition, there are complaints from several organizations for what they consider violations of the human rights of hundreds of arbitrarily detained in the emergency regime, which begins its second consecutive month. The regime abolishes the right to defense, and the risk of being detained in jail accused of being a gang member or gang collaborator is real.
Some organizers believe that the fear of arrests affected attendance for this march. The Government spared no resources to put checkpoints at several entrances to the capital.
El año del oficialismo, entre control total y miedo
Un año después del golpe a la Sala de lo Constitucional, marchar de manera pacífica en El Salvador es una actividad amenazada y de riesgo.
Quedó demostrado este domingo 1 de mayo de 2022, cuando estaba convocada una multitudinaria marcha, pero que no tuvo la magnitud de las anteriores. Detenidas en retenes policiales y militares que estaban en carreteras de acceso a San Salvador, la capital, quedaron varias decenas de asistentes que, al igual que los que sí marcharon, se movilizaron desde sus casas a pesar de la amenaza de cárcel que lanzó el Gobierno.
Un año. Ese tiempo basta para confirmar que Nayib Bukele ahora goza de un poder total, sin contrapesos. Bukele y sus funcionarios condenan las marchas, señalan sin pruebas que en ellas acudirán personas que defienden pandilleros -como lo dijo a finales de la semana pasada el ministro de Trabajo, Rolando Castro-, y la Policía y militares montan retenes para lo que aseguran es garantizar la seguridad. La medida, sin embargo, permitió el bloqueo al derecho a la protesta de quienes viajaban desde el interior del país, como quedó registrado en varias imágenes de los medios de comunicación.
Hay, además, denuncias de varias organizaciones por lo que consideran violaciones a los derechos humanos de cientos de detenidos de manera arbitraria en el régimen de excepción, que arranca su segundo mes consecutivo. El régimen suprime el derecho a la defensa y el riesgo de caer detenido en bartolinas acusado de pandillero o colaborador de pandillas es real.
Para esta marcha, algunos organizadores creen que el miedo a detenciones afectó. El Gobierno, además, no escatimó recursos para poner retenes en varias entradas a la capital.